Un reducido número de viejos soldados aparecemos con demasiada frecuencia en las pantallas de televisión y en las emisoras de radio con el calificativo de expertos para hablar de la guerra de Ucrania. No hay tales expertos (experiencia), aunque podríamos hablar de la guerra en su contexto histórico o filosófico no de la guerra de Ucrania.
Lo más que nuestra capacidad permite es analizar el a dónde, por dónde, cómo y cuándo de la estrategia operacional o de la táctica que el desarrollo de las operaciones nos ofrece.
Esta no es una guerra cualquiera, sino que asistimos a un conflicto total que lleva años gestándose y cuyas consecuencias —hay estudios al respecto— se han asumido de manera consciente mientras los Estados Mayores de algunas naciones poderosas trazaban su diseño junto a las industrias de las armas del futuro. Pura economía, ciencia y técnica en la mayor de las carreras armamentística diseñada en los últimos tiempos. La preparación se inició hace años y se acaba de dar la señal de salida. Veremos quien llega a la meta y en qué condiciones. De esta guerra se van a sacar conclusiones de alta importancia para el futuro de la paz y de la guerra. Si queda alguien para contarlo.
Podría ser la primera de una serie de conflictos de nueva generación o la última y definitiva de todas las guerras. La Ilíada final, el cero absoluto de los tiempos sin retorno odiseico.
Tres potencias han participado en el juego de la guerra a lo largo de estos últimos años, desarrollo, evolución y preparación, mientras el resto permanecía en en el absurdo desarme ideológico y material, engordando sin sembrar.
Es por lo que el conflicto se ha iniciado en una frontera muelle, sin reacción, ante un continente incapacitado para asumir las consecuencias de la guerra: «Europa confió su seguridad a Estados Unidos y su comodidad y prosperidad a China y Rusia y ese mundo ya no existe»(Josep Borrell. Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad).
Rusia, China y los Estados Unidos estaban, y están, preparados.
Rusia dispersa, desinformada, perdida en la inmensidad de su despoblada geografía; China ajena y cosechadora mira de reojo para sus propios beneficios; Estados Unidos muy lejos, no siente la guerra, la hace, y es dominadora, por ahora: obtiene un alto rendimiento en aspectos claves para su desarrollo como potencia mundial. Europa dormida en sus pesadillas; África sigue siendo el león hambriento. Los ataques por el sur proliferan en los continentes europeo y americano. El sur global puede calentarse y fundir el ecuador de los pueblos y de los tiempos.
Somos muchos y los muchos quieren ser iguales a los otros, han conocido lo desconocido justo cuando no hay para todos o al menos no hay forma de repartirlo. Ni siquiera llueve ni sale el sol para todos.
Es, por tanto, una guerra inevitable que tiene un poco de todo y mucho que ver con un nuevo orden o desorden que se nos viene encima sin saber si estamos preparados para asumirlo y aceptarlo. De ahí, mientras los sesudos ordenancistas del mundo piensan y deciden: llega la guerra.
La única incógnita para que estallase lo que se esperaba era saber donde y cuando. Los Estados Unidos estaban preparados, llevaban tiempo en ello. Por eso la retirada de Afganistán, «sálvese quien pueda», mientras el resto hablaba de incomprensible retirada sin darse cuenta que había que posicionarse y cerrar frentes antes de que llegase el gran frente.
¿Y ahora qué? Nadie lo sabe.
Desde el punto de vista militar la idea estratégica rusa era clara: presión y negociación, artillería junto a la palabra. Llegar a un armisticio inicial después de los primeros avances en el terreno para alargar de manera interminable los diálogos de paz mientras los mares le unían al Mediterráneo y Europa caía ante sus pies.
Estados Unidos ha visto la manera definitiva de acabar con Rusia como potencia, destruirla, y no cederá un paso hasta lograrlo. Debe posicionarse sin presiones ante el nuevo mercado: el Indo-Pacífico. Podría ser una estrategia equivocada y el crecimiento de China hasta límites indeseados, como potencia y como enemiga. China cree todavía en un mundo bipolar por un tiempo. El suficiente para culminar su desarrollo y engullirlo todo. Su expansión y dominio es incontestable. Cuestión de cantidad le ampara y la calidad ya está a punto.
Europa despierta del sueño americano y se ve sola y sin ejército que llevarse a la boca. Solos y desamparados.
Otros continentes despiertan dispuestos a entrar en la carroña y participan en la guerra desde el crimen organizado, drogas, contrabando de armas, asesinatos, atentados, secuestros… terrorismo.
Cuando la guerra está en marcha nada se ajusta a las reglas ni responde a los planeamientos. Siempre interviene el azar, la fricción: una cosa es la guerra en el papel y otra en el campo de batalla.
La segunda guerra mundial estaba ganada por los aliados y decidieron poner fin a la misma para evitar más bajas: sembró muerte e incertidumbre; hasta hoy.
¿Qué pasará si alguien decide acabar con todo?
No es fácil predecir cuando la información es nula o engañosa, cuando «en el crepúsculo que envuelve a todos los hechos es tan difícil adquirir ideas calaras y definidas».
Esta guerra ha dejado al margen a los políticos y por ahora la deciden milicia, ciencia y técnica. La política por ahora calla y deja hacer.
Su momento será cuando alguno de los contendientes oiga de su Estado Mayor y de sus fábricas: «Estamos al límite. Perdemos la guerra».
¿Qué ocurrirá? ¿Decidirán hablar o matarse?
Nadie parece con voluntad de detener esta tragedia a la que asistimos como si no fuese con nosotros.
Nadie sabe nada. Ni siquiera el que podría apretar el botón del fin definitivo sabe si lo hará mañana.
Nuestras palabras no las recogen los manuales de guerra.
Esto tiene un comienzo pero nadie sabe si tiene final y si quedaremos para contarlo.
Sigue la guerra de armamentos inteligentes manejados por las peores inteligencias.
Eso es lo único que sabemos y podemos transmitir.
Los Estados Mayores guardan un sospechoso silencio y en cualquier momento puede ocurrir la hipótesis más peligrosa que sus planeamientos recogen.
Pero no habrá aviso previo. La cuenta atrás ha comenzado.
A la guerra le sucederá el silencio.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com