“Sin novedad”. Tranquiliza escuchar la breve sentencia que resume una jornada en paz y sin desasosiegos, sin que nada haya roto la habitual evolución de los hechos.
Lo escucho ahora en el lenguaje cotidiano, a diario, convertido en introductorio saludo.
-¿Qué tal estás?
-Sin novedad, que con la que está cayendo no es poco.
Muchos se extrañan de aquel famoso “Sin novedad” que dio el general Moscardó cuando se liberó El Alcázar toledano a comienzos de la Guerra Civil. Con una ruina detrás, un paisaje de escombros y desolación, el general se dirigió a Franco y mientras saludaba marcialmente dijo:
“Sin novedad en el Alcázar mi general”. Así era, no se equivocaba.
En la milicia solo hay un factor que cuente como novedad: la pérdida del honor. Cuando ocurre se calla, se agacha la cabeza y se da por perdido todo. La vergüenza asola alma y cuerpo. Mejor morir.
Perder el honor es la única novedad sobresaliente y definitiva. Es perderlo todo. Se puede perder un combate, una guerra, pueden suceder mil avatares, pero mientras el honor esté intacto el parte inicial será: Sin Novedad. Luego vendrá todo lo demás.
El honor es cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.
Iba a dar comienzo la batalla de Waterloo. El general Uxbrideg, segundo de Wellington, fue a la tienda del general español Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, persona de confianza de Wellington y miembro de su Estado Mayor, a preguntarle qué deberían hacer. Álava le acompañó a entrevistarse con el Duque que, después de mirar fíjamente y con complicidad al general español, puso la mano en el hombro de Uxbridge y le dijo: «Una cosa es segura, que suceda lo que suceda, usted y yo cumpliremos con nuestro deber». Sonrió el vitoriano general español y se despidió de Wellington acompañando a Uxbridge hasta que se perdió su caballo entre las tropas. Todo estaba dicho. Las órdenes claras.
Se pierda o se gane, el honor se mide desde otros criterios más duros y exigentes.
La vida te sorprende con sus hábiles jugadas, casualidades o no, pero el caso es que volvemos a Waterloo, donde de nuevo se encuentra el enemigo, jefe y Estado Mayor. Desde allí se ataca, se hacen los planes y dirige la ruptura de Cataluña con España.
No veo por ningún lado a Wellington ni al general Uxbrideg. Tampoco distingo entre los generales al vitoriano héroe español Miguel Ricardo de Álava y Esquivel.
Es una batalla que habrá que ganar. Al finalizar, por encima de todo, habrá que decir con la mirada bien alta: Sin Novedad.
Si no es así querrá decir que hemos perdido el honor. Lo habremos perdido todo y no habremos cumplido con nuestro deber. ¿Agacharemos la cabeza humillados por el deshonor?
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
12 septiembre 2018