Hace unos días escribía sobre Su Santidad. Lo hacía con cariño, de verdad, y respeto por lo que representa y también porque creo que actúa —no se entiende que no sea así— con buena voluntad. En cualquier caso, y por ello, por esa buena y santa voluntad sabrá perdonar las críticas y explicarnos su punto de vista.
Ahora, de nuevo, llega una soberana y papal crítica hacia Su figura, más bien a lo que Su figura ha dicho, que ha dicho todo contra la labor, grandiosa, por él desconocida, a lo que se ve y hace notar, de España en México y allende los mares, allende las montañas, que casi conquistan el cielo, el azul y minúsculo, que el otro, el Cielo, que no es poco, lo dieron a conocer, españoles, se llamó fe y esperanza, algo de caridad también, y hasta ahora nadie de la curia pontificia había dudado tal cosa ni se habría atrevido a hacerlo, por ello, por enseñar en esos allendes a rezar, pero mira por donde Mesi se ha ido de España y en Roma no perdonan que no juegue en su liga; vaticana, y entonces aquí, en España, se preguntan, los españoles, que ¿quién es el Papa para meterse donde no le llaman?
España tiene la Cruz más grande del mundo, que quienes no son ni dejan ser quieren volar ¿al Cielo? En España había cruces en nuestros caminares, siempre, a la vista, ya pocas quedan y las que quedan nadie sabe qué significan, ni qué hacen allí plantadas, una cruz a la entrada de las ciudades o villas, pueblitos o caserones, y tenían un nombre que lo dice todo: cruz de término o humilladero. Piedad y perdón, reverencia al Cielo y respeto, bondad y amor al prójimo que allí vivía y te recibía con los brazos abiertos de la Cruz: de término o cruz humilladero. ¿Han visto algo más bello y cristiano? Esa es España. Era. Así íbamos de Cruz en Cruz, con la nuestra a cuestas como nos enseñó el Maestro y nos enseñaban los de la escuela. Era entonces. Ya no es. Cuando se respetaba a los muertos bajo una Cruz sagrada.
Entonces uno se hacía cruces si algo contra esto ocurría, porque todo se respetaba, y entonces ahora, de nuevo, están las cosas, hasta en el vaticano: para hacerse cruces. Claro que eso de hacerse cruces nadie sabe el significado.
No tengo a mano el dato: ¿dónde lo he leído?, pero en algún lugar está escrita la anécdota.
La protagonizó Agustín de Foxá (solo por Madrid de corte a checa, debería ser de exigida lectura, aunque él es mucho más porque forma parte de la gran literatura del siglo XX de España). Cuentan que harto de oír que las decisiones de Franco estaban inspiradas directamente por la paloma del Espíritu Santo, contestó con esa agilidad tan característica en él:
«¡Si eso es cierto, yo me hago del tiro de pichón!».
Entienda Santidad la irónica broma.
Santo Padre, rece por los que le criticamos, nosotros lo haremos por Vuestra Santidad. Este artículo, aunque no lo parezca es una oración que con un Padre Nuestro rezo por Vos, Santidad; lo hago en Vuestro mismo idioma, ese que Foxá decía:
«He recorrido en avión toda la lengua española y puedo asegurar que en nuestra Gramática no se pone el sol».
Creo que estamos entre la cruz y el agua bendita.
Santidad, por si no se lo han dicho, en la Escuela Naval de Marín, donde se forjan los marinos de la Armada española, los que navegan por las aguas del mundo con la bandera más bonita que los océanos han visto, que el mar ante ella se enarbola, hay un letrero, a la entrada de su Capilla, esa donde el marino reza, y bendice el rosario que siempre lleva en el bolsillo, que dice:
«El que no sepa rezar que vaya por esos mares, vera que pronto lo aprende, sin enseñárselo nadie».
30 septiembre 2021
Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com