No invento la palabra. Año reciente, verano, una playa cualquiera. Paseando por la orilla del mar oí el comentario a un grupo de lugareños:
-Se nota que han llegado los mierdaleños.
Rebosaban las terrazas, los chiringuitos hervían de cervezas, los restaurantes sin reservas, hoteles sin habitaciones, lo que siempre se ha llamado <<hacer el agosto>>. Mierdaleños había.
No me agradó el comentario, por injusto. Sentí tristeza y me vino a la memoria el de Estanislao Figueras: <<Estoy hasta los cojones de todos nosotros>>, que efectivamente era para coger un tren o el coche y no bajarse hasta llegar a Madrid. Incluso me vino a la memoria Antonete Gálvez el terror del Mediterráneo, que bombardeó Alicante, se enfrentó a escuadras extranjeras y quiso invadir el resto de España.
Los líderes políticos deben de tener cuidado con lo que dicen y cómo lo dicen. El presidente de la Junta de Galicia seguramente no quiso decir lo que dijo, y lo de las fronteras interiores y exteriores fue un descuido, pero estuvo feo. <<España necesita una norma de salud pública que permita prohibir la movilidad de determinados territorios en una situación de pandemia si el número de contagios sigue siendo alto>>. No cita a Madrid. No hace falta, se le entiende todo. No es el único. El de Murcia también salió por peteneras. Luego les llevan las cuentas y, claro, no les salen. En política es difícil volverse atrás, decir que no dije lo que dije; la credibilidad perdida es difícil recuperarla. Se han equivocado y echado gasolina a un absurdo incendio que dice muy poco de su inteligencia política. Así no se construye España, sino que se divide, aleja, y la consecuencia es que ganen los separatismos. Ningún presidente autonómico es el ombligo de España. No es el daño de las autonomías, sino el de los autonómicos arraigados a horizontes estrechos que se cierran en un catetismo que destruye y a ningún lado conduce. Lo que hay que hacer es ayudarse, y más cuando la necesidad obliga. Nadie va a contagiar a nadie. Nos necesitamos ahora más que nunca.
Todo el que puede se va a descansar, gozar de esta España plural, atractiva, acogedora y ningún político está autorizado por la soberanía a la que representa a creerse algo más de lo que es. No cerrar puertas sino abrirlas, con ventanas y balcones. Es una necesidad. También un deber.
Aún recuerdo de mi infancia los carteles por las calles con el atractivo lema: La Coruña, ciudad en la que nadie es forastero.
España es muy bonita y diversa. Somos todos españoles, sin fronteras, y nos necesitamos los unos a los otros. Convendría no apuntalar las diferencias con divisorias, sino animar a visitarnos con más facilidades y frecuencia.
Ayer asistíamos a una estupidez más, viendo al cántabro señor Revilla, y al vasco señor Urkullu, escenificando un encuentro en la tercera fase.
Solo faltaría que tengamos que reclamar, como si de una ONG se tratara: <<Españoles sin fronteras>>. Estamos cerca. ¿O ya lo han conseguido?
No provoquemos e incitemos a ello. Algo siempre queda, a pesar del arrepentimiento.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)