DISFUNCIÓN INSTITUCIONAL Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Después de Franco las Instituciones. ¡Ya!

<<Después de Franco las Instituciones>>. ¿Lo recuerdan?: Jesús Fueyo.

Fue un error de concepto. En España hay mucha paciencia y vacías las instituciones. Cualquiera dice ser una institución, pero las del Estado, las de verdad, les aconsejo que las repasen en la Constitución, padecen grave disfunción y a nada ni a nadie conducen. En cualquier caso todos convendrán conmigo que lo del Legislativo, Ejecutivo y Judicial, es una tomadura de pelo (constitucional). Sabemos que aquí nos gusta lo de la gorra y el pito más que cualquier otra cosa, es decir que nos gusta ser el dueño del balón y mandar, que te vean en tu pueblo de mandón, y como te saluda hasta la Guardia Civil.

Claro que una cosa es mandar de boquilla, ir de pinturero, incluso vocear, y otra eso que llamamos autoridad moral; o simplemente representativa. Aparentar, parecer ser, exhibir las facultades no es funcionar.

¿Hay algo que funcione? Dicen que Amazon. Todo depende.

Mi amigo Luis fue a renovarse el carnet de conducir para lo que tuvo que pasar por el previo reconocimiento médico. Le pillaba cerca una clínica de un céntrico barrio de Madrid y allí fue.

Tercero derecha; elegante sitio, recepción exquisita por una enfermera que de entrada le ofreció un café. Sala de espera silenciosa y privada. ¡Qué extraño!, se dijo mi amigo. Al rato salió un afable doctor…

—Pase don Luis; siéntese. ¿Cómo está? ¿Es la primera vez? Tranquilo, suele pasarse un mal rato al comienzo, pero todo esto es normal. ¡Cuénteme, cuénteme!

—Pues mire Doctor…

De nuevo insistía el médico.

—Tranquilo don Luis; relájese y cuénteme cual es su problema, sin prisas y sin rubor alguno. Es mucho más corriente de lo que se piensa.

Mi amigo, ya un tanto extrañado y sin entender aquello, soltó de sopetón.

—¡Oiga, doctor! Que yo vengo para el reconocimiento del carnet de conducir.

Nadie perdió la compostura, pero amablemente le invitaron a Luis a irse, a la vez que le indicaban que había un error, que eso era una clínica para tratar la disfunción eréctil.

Lo que mi amigo buscaba, según la amable enfermera, estaba en el piso de abajo, en el segundo. Y bajó.

Efectivamente aquello era otra cosa; había tumulto, ruido, te daban la vez,  nada de café, decoración de plástico y poca amabilidad. En minutos despacharon a Luis, que tenía que ir al oculista si quería renovar el carnet. En el primer piso, le indicaron, había uno. Pero para Luis aquella experiencia era suficiente para un día y le parecía lógico, después del susto, tener la vista nublada.

Aquello sí que funcionaba. Pisos primero, segundo y tercero. Unas instituciones coordinadas y listas para conducirte por la vida: carné, buena vista y de cintura para abajo todo listo.

Lo curioso es que las clínicas tenían el mismo nombre. Doctor L.E.J. era único dueño. Institución de asociados y forrados a costa del carné, de la vista y de lo otro.

Como aquí.

Después de Franco las instituciones. No contábamos con la posible disfunción.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

8 septiembre 2020