MI PROFESOR DE TÁCTICA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Ha muerto D. Rafael Girona Olmos, Coronel de Infantería, profesor de Táctica de la Academia de Infantería, legionario y maestro de Cadetes.

La Fiel Infantería está de luto en la Tierra mientras abre las puertas del Cielo a un Infante de los buenos, de los que arrastran con el ejemplo, la firmeza del conocimiento y el carácter exigible para el mando.

El Capitán Girona fue mi profesor de Táctica en la Academia de Infantería de Toledo, cuando de táctica sabíamos poco más que en el futuro debía ser el pan nuestro de cada día y apenas lo habíamos probado.

Nos topábamos con algo más que la instrucción para el combate y los movimientos de un pelotón. Aquello ya era maestría de Capitán, ejemplo y virtudes, los ojos clavado en tu proceder, te preparabas para ser oficial de la Infantería española.

No, no era solo táctica, era más, era mandar. Necesario un maestro de Armas.

Iba el capitán Girona al frente de los Cadetes, yo a su lado, por el Cerro de los Alcaravanes, de regreso a la Academia después de una jornada de prácticas en los Alijares.

Mi capitán: No acabo de entender muy bien cómo debe expresarse la Idea de Maniobra en las órdenes de operaciones.

Llevábamos unos días en clase con ese tema a cuestas, con la misión, la finalidad, el cometido, la expresión de la decisión del jefe, en fin, conceptos complejos cuando por primera vez te enfrentas a ellos.

Desde los Alcaravanes a la Academia fui al lado de mi capitán, en silencio, escuchando aquella voz recia, penetrante; puedo visualizar el recorrido y casi relatar su precisa explicación. Ni en la Escuela de Estado Mayor me ofrecieron aquella visión llena de claridad.

Pero eso no importa ya. Mi capitán era un maestro de cadetes y su magisterio iba mucho más allá de las asignaturas. Él enseñaba una, la única que no está escrita y por tanto inexplicable: Milicia.

La enseñanza es el arte más difícil dentro de la milicia (fuera también). La tarima que te eleva por encima de tus alumnos es una exigencia para la que no todos están preparados. Nunca se olvida a un profesor; cada uno guarda en su memoria los tiempos de aprendizaje como un tesoro que te devuelve a la forja donde cincelaron tu forma de ser soldado y allí aparecen los nombres de los maestros del Cadete, su legado contigo. El capitán Girona llega hoy a mi hondo recuerdo y sirve para enviarle mi homenaje agradecido porque si algo fui en el mando a él le debo una gran parte.

A su esposa e hijos vaya todo mi afecto y como uno más, su antiguo Caballero Alférez Cadete, le dice: ¡Sin novedad mi Capitán! Me enseñaste a ser soldado y a amar a España.

Gracias a ti, he cumplido y en ello sigo.

A tus órdenes mi Capitán

¡Coronel de Infantería don Rafael Girona Olmos! ¡Presente!

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

29 enero 2021

 

 

 

REFLEXIONES SOBRE LOS ESTUDIOS DE LA ACADEMIA GENERAL MILITAR EN SU ANIVERSARIO General de Brigada (R.) Adolfo Coloma Contreras

1-sm-el-rey-preside-los-actos-conmemorativos-de-la-fundacion-de-la-agmPues sí, damas y caballeros, con una entrada que llevaba por título “Armas y cuerpos funden nuestro emblema. El espíritu de la General” iniciaba un servidor sus andanzas en este querido blog hace precisamente hoy dos años. Dos años junto a tres prestigiosos y prestigiados soldados compartiendo con Vds., con todo el que haya querido acercarse a estas páginas virtuales, la defensa de la unidad de España y los valores que aportan a la sociedad las Fuerzas Armadas, contribuyendo a nuestra manera a difundir esa cultura de defensa tan necesaria desde que se suspendió el Servicio Militar.

Pero no es ese el tema del día, no. Ni tampoco el número de visitas al blog que se va aproximando al millón y medio. La noticia es precisamente el CXXXV aniversario de la fundación de la Academia General Militar, por el General Galvis en su primera época, el XC aniversario por el General Franco en la segunda,  y el LXXV por el General Hidalgo de Cisneros en la época actual. Y sobre todo, lo que se enseña entre los muros del “solar zaragozano” y en sus campos de maniobras.

Cuando alguien me recuerda lo que ha cambiado la enseñanza militar en todos estos años, yo suelo responder  –“tanto como ha cambiado la sociedad en ese tiempo”– así de simple, aunque no siempre así de sencillo. Fíjense. Hace unos años, la presentación en la Academia, tras haber superado el ingreso por oposición, se hacía de uniforme, sin 2-la-entrega-de-sables instrucción previa, en la mayoría de los casos. Sin que nadie te hubiera enseñado ni la forma de dirigirte a un superior, ni siquiera a rendir el saludo militar. Pero junto a la notificación del ingreso en la academia, te enviaban un añorado “Prontuario del Cadete”. Nada especial, era simplemente un condensado catálogo de normas sociales, de educación y de comportamiento cívico para ser tenidas en cuenta por el caballero cadete desde el momento en el que sentaba plaza. Venían a ser el modelo de la actuación que se espera no solo de un estudiante militar – universalmente conocido como cadete – sino las de un comportamiento ejemplar ante la sociedad de la que el militar forma parte, el modelo para un caballero al que hoy, con el correr de los años, no habría más que añadir el de una dama, en el caso de las féminas.

Pero aquel prontuario no era más que el principio. La formación empezaba al traspasar los muros de entrada. Ciertamente el núcleo central de los estudios que se cursaban en la Academia, eran conocimientos técnicos militares sobre organización militar, táctica y técnica de las armas, funcionamiento de los diferentes sistemas de armas y medios mecánicos que utilizaban nuestro ejército, electrónica, balística, etc. Pero además se completaba la formación con otras asignaturas del campo de las humanidades, como Derecho Penal Militar o Geografía e Historia orientadas al análisis de la toma de decisiones y el empleo de las diferentes armas y sistemas de combate. Sin descuidar la formacíon y endurecimiento físico, que incluía  prácticas como la equitación, que enseña entre otras cosas al joven cadete, cómo conseguir llevar al noble bruto por donde él quiere y superar juntos el temor, el miedo a lo imprevisto. Y todo ello aderezado con un fortalecimiento de los resortes íntimos: la educación moral y militar, suponían un compendio armónico de los conocimientos que debe poseer un militar que se va a poner al frente de un puñado de soldados para que, sin dejar de ser uno más, sea el líder de todos ellos.

3-practicando-el-trabajo-en-equipoNo nos engañemos. Antes como ahora, lo que a un cadete le gusta es lo militar. Punto. Para eso se hacen militares. Es la instrucción táctica, las marchas, el tiro, el deporte; todo lo que le acerque a su cometido más inmediato al dejar las academias, el mando de tropas, lo que le atrae poderosamente. Y las asignaturas militares, lo que persiguen no es hacer de nuestros futuros oficiales obsesivos o autómatas “gatillos flojos” como pretenden algunos juegos electrónicos tan en boga entre nuestros jóvenes. No pretendan tergiversar las cosas. En las sociedades avanzadas, regidas por Estados de Derecho, la legitimidad en el uso de la fuerza, de la violencia, la detenta el Estado a través de sus instituciones. El ejército es quizás la más antigua de ellas y tiene buen cuidado en enseñar a los suyos el uso de unas armas que tienen hoy un poder letal como jamás lo habían tenido. Que se pueden ver abocados a su empleo en escenarios en los que se mezcla la población civil con los militares, o incluso que el enemigo no se va a identificar como tal. Han de enseñar y se enseña ante todo la legitimidad del uso de esa descomunal fuerza y en todo caso, la racionalidad y proporcionalidad en la aplicación de la misma. No se trata pues de desmilitarizar la enseñanza militar, como alguien – con más peso que seso – ha pretendido argumentar y que quedará en una desafortunada anécdota.

Es compleja, muy compleja la formación de un oficial. Y en su formulación históricamente han intervenido varios factores. Unos son internos, derivados de las necesidades de responder a los conocimientos que se requieren para el manejo de sistemas de armas, comunicaciones, o procedimientos cada vez más sofisticados. Otros son externos, derivados de la orientación que, desde el nivel político se quiere imprimir en los futuros oficiales. Así se ha llegado al sistema actual que diseña una carrera para los oficiales en la que para la obtención del título se requiere la 4-centro-universitario-de-defensa-en-zaragozasuperación de un grado en Ingeniería de Organización Industrial, impartida por profesores militares y universitarios, pero bajo el dirección del Rector de la Universidad de Zaragoza, además de la superación del programa puramente militar que le permita obtener el despacho de Teniente del Cuerpo General de las Armas. Los cadetes del Cuerpo de Intendencia del Ejército y los de los Cuerpos Comunes de Defensa, como ya ingresan con los correspondientes estudios universitarios para la especialidad que van a ejercer, tienen una formación diferente.

Es cierto que con esta formulación, en la actualidad  los cadetes obtienen un título universitario. Pero también lo es que a esta situación se podría haber llegado por algún otro camino sin necesidad de supeditar la formación de los oficiales al criterio del rector de una universidad, simplemente por un procedimiento modular de construcción de créditos y su reconocimiento, tan en boga en nuestros días tras la aplicación del denominado Plan Bolonia.

Pero una vez más sostengo que la formación del oficial, puede sufrir los cambios que se estimen, internos o externos, y que los cadetes los soportarán, con paciencia y resignación. Pueden incluir en su itinerario asignaturas como Acotados, sombras y perspectivas, bailes de salón o resistencia de materiales. Puede que les exijan saltar el plinto o montar a caballo. Les gustarán más, menos, o aborrecerán alguna de esas asignaturas. A todos nos ha pasado. Pero lo que no me cabe ninguna duda es que cualquier plan de estudio que se les ponga por delante ha de contribuir a un fin esencial: Enseñar a un futuro oficial como cumplir su misión con el mínimo de bajas. En otras palabras, cómo alcanzar el objetivo que se le asigne en cada puesto, en cada momento, tras un estudio racional de los elementos que intervienen en su consecución y con el menor quebranto para su equipo, o para su unidad, con una inquebrantable voluntad de vencer. La misión, por encima de todo.

Eso junto con una convivencia en común de todas las Armas y Cuerpos, en un momento vital de los hombres y mujeres que han decidido abrazar el oficio de las armas desde la perspectiva de oficial, es lo que entraña “el espíritu de la General”, concepto o sentimiento que abarca mucho más que este o aquel plan de estudios y se sintetiza en esa memorable estrofa del himno de la academia General Militar:

Armas y cuerpos funden nuestro emblema

en unión y hermandad sin igual.

Y unida siempre luchará hasta el fin

por España la Academia General5-la-xxix-promocion-celebra-el-aniversario

 

Adolfo Coloma

General de Brigada (R) del ET

Blog: generaldavila.com

21 febrero 2017