Hablar que hablen. Siempre lo hizo radio macuto: «Emisora inexistente de donde parten los rumores y los bulos». En la milicia siempre ocurría exactamente lo contrario de lo que radio macuto emitía. De ahí su valor una vez que se sabía interpretar.
—Vas a ascender, decía el macutazo; era la señal del adiós.
Esta vez no se sabe muy bien el origen.
—Dicen que van a nombrar a Ábalos ministro de Defensa.
—¿Quién es ese? Preguntaba el Cabo de guardia. —Que se identifique.
—No; si no quiere entrar, solo que le nombren.
—Bueno para eso no hace falta acreditación. Asegura el Cabo.
—Aquí todos se nombran, pero de la puerta para dentro ninguno. Jamás he visto a un ministro.
El cabo se sabe de carrerilla los nombres de todos los ministros de Defensa. Incluso el de Bono que también tiene una Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco que nunca devolvió y dicen que dijo que la devolvía. Irak siempre perseguirá a algunos.
El oficial de guardia es de Cádiz y me cuenta que en su tierra hay una anécdota de don José María Pemán —que se cuentan a miles— siempre con el don delante, en la que el académico se mostraba más de jamón que de langostinos.
El langostino era una cosa que iba para jamón y, pues eso, que se quedó en langostino, decía don José María.
Lo que pasa en el ministerio de Defensa es parecido: que se va para, pero no, y se queda alguno en langostino, congelado. Pieza cotizada antaño en los vinos militares. Conocí a uno, que le faltaba un brazo y con una mano era el más rápido a la hora de pelarlos. Esto pasa: que no tienes el brazo militar, pero disparas a ráfagas, lo mismo te da en Afganistán que en el aeropuerto, zona exclusiva. Puede que eso sea mérito para saltarse el control y llegar a ministro de Defensa. Pelar langostinos en la oscuridad, sin control o, mejor, con el control bajo control.
Para que se hagan una idea, en cierta ocasión no muy lejana, fui al ministerio de Defensa y en la entrada (ahí no hay cabo de guardia ni soldados) me identifiqué con el carnet militar; el funcionario de turno me espetó.
—Eso no sirve de nada. Enséñeme su carnet de identidad.
He roto el carnet de retirado que acreditaba que fui soldado. Puedo ser ministro de Defensa —no pierdo la esperanza—, pero soldado ya nunca más (en estas condiciones). Hay que estar acreditado de verdad para que te dejen pasar a ciertas zonas oscuras de la Defensa, y luego tinta de calamar, que en los ejércitos llamamos humos de ocultación.
Esto de Ábalos puede ser que sea sin querer serlo. Como aquel «sin querer queriendo» de Chespirito. Todo un curso o concurso sobre la elección del enemigo.
No es una fake que dicen ahora. Pude ser un bulo, un infundio, falacia, incluso filfa, pero ser no es y es que ningún ministro lo es, de Defensa, sino de la defensa, propia, del partido, y si alguno se aproxima a cotas más elevadas o intangibles, de lo que la milicia está llena, lo defenestran.
¡Hasta ahí podríamos llegar!
—¿Quién es ese? Preguntaba el Cabo de guardia. —Que se identifique.
Nunca lo hará ningún ministro. Para eso está en y el CNI.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
1 julio 2021