LA III REPÚBLICA ESPAÑOLA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El gran cambio, la transformación de España en otra cosa, distinta de nuestra nación, está en marcha y cada vez más cerca de acabar con el gran obstáculo para ello: la Constitución y dentro de ella La Corona.

Se trata de «Meterle mano» a la Ley Fundamental del Estado, dinamitar un documento que para ellos fue siempre temporal y así recuperar el proyecto que forma el cuerpo y el alma del Partido Socialista para España: el federalismo republicano. Fue algo diseñado en el tiempo, premeditado, que sigue sus pasos con gran capacidad de adaptación e inteligente puesta en escena. Dispuestos a hacerlo y si necesario fuere con la dinamita que sobró en 1934.

«Hay que aceptar la Monarquía como el mejor y más fácil puente hacia la democracia. Luego ya veremos», sentenció Tierno Galván. Clara premonición del arte de imponerse en política que nadie maneja como esa mezcla de socialismo, comunismo y populismo español que nunca nos ha dejado crecer. Ninguno de ellos, ni siquiera por partes o en conjunto, son un sistema moderno, sino camaleónico capaces de todo, de acabar con todo.

Aquello conocido como la Transición no tenía verdadero interés como tal, su anhelo no era la democracia en sí ni la Constitución aprobada, sino el Partido con los tiempos calculados.

Una España a su medida que debería ser primero una venganza por aquellos tiempos que fueron. Entonces no interesaba una remodelación ni futuro alguno, sino ganar lo que habían perdido; luego vendría lo demás. No había prisa, sino objetivos.

Se requería algo indispensable y en ello se esforzaron con resultado sobresaliente: dinero, el capital del Estado. No era algo nuevo. Estaban preparados. Sabían hacerlo y su proyecto no consistía en la simpleza de tener dinero, sino en dominar la producción del dinero, la riqueza y su poder de distribución. No poseer empresas, sino a los que las financian y a los que las agitan; de camino crear las más punteras en el poder del dominio. Comunicación y tecnología son poderosas armas. Echen cuentas.

Apoderarse del conjunto de la Administración fue fácil a base de ocupar los puestos intermedios de la misma, los segundos y terceros escalones, convertirlos en herencias funcionariales.

Enumerar el asalto al Poder Judicial, comprobar que el Gobierno se constituye desde el independentismo, la delincuencia y el terrorismo, ha sido muestra palpable y sin límites del camino a seguir. Pero eso es cuestión a tratar con más detalle, en otro momento, no sin antes señalar que es la dinamita fundamental en el derribo de la nación y la consiguiente piedra maestra de la nueva construcción a base de naciones independientes con el único matiz aglutinador del poder socialista, comunista y populista.

Destruir lo construido, dominar esa destrucción para, después de sortearse la capa, vengarse y repartirse los despojos. Partir y repartir siempre desde un único objetivo: controlar el descontrol desde la máquina del Estado que debe funcionar con un solo mecanismo de poder que aúne la información delicada, lo económico (en su totalidad, dentro y fuera) y la administración de justicia.

El 14 de abril de 1931 puede interpretarse en clave actual en la figura de un Rey sacrificado y expulsado de España del que no sabemos a ciencia cierta la relación que mantiene con su hijo, actual Rey de España. Es algo premeditado y dirigido, un primer paso, una toma de contacto y valoración de futuro para la llegada de la hora de tocar la pieza clave en la incuestionable reforma de la Constitución que tarde o temprano se producirá.

Al finalizar la guerra civil fueron muchas las voces que pedían el regreso a la Monarquía tradicional, aunque hubo tantas o más que soñaban con otra cosa o no veían a España preparada para asumir riesgos.

El año 1947 se despejaba parte de la incógnita. España se constituía en reino y en un Estado católico: «España, como unidad política, es un Estado católico, social y representativo que, de acuerdo con su tradición, se declara constituido en Reino».

La jefatura del Estado correspondía a Franco con la prerrogativa de proponer a las Cortes la persona que debía ser llamada en su día a sucederle, a título de rey o de regente y su posible revocación.

En 1969 todo quedaba claro; ya habría sucesor: «Por todo ello, estimo llegado el momento de proponer a las Cortes Españolas como persona llamada en su día o sucederme, a título de Rey, al príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, quien, tras haber recibido la adecuada formación para su alta misión y formar parte de los tres Ejércitos, ha dado pruebas fehacientes de su acendrado patriotismo y de su total identificación con los Principios del Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino, y en el que concurren las demás condiciones establecidas en el artículo noveno de la Ley de Sucesión».

A la muerte de Franco y ante las dudas de un juramento y la obligada legalidad a cumplir hubo incertidumbre.

Los escrúpulos fueron superados en aquella frase que se hizo famosa de Torcuato Fernández Miranda: «Desde la Ley a la Ley a través de la Ley».

Llegó la Constitución, antes de lo previsto al ser impulsada por el Rey:

«España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria».

Y todo quedó formado con «El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.

La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica».

Todo parecía partir de nuevo, de cero, una nueva España, una Transición modélica, exportable decían.

Conviene recordar que desde la primera Constitución de 1812 ninguna  ha sido cambiada de acuerdo con los mecanismos en ellas previstos, sino simplemente abrogadas por las bravas y sustituidas por otra. Con un sola excepción: Las Leyes Fundamentales de Franco que sí se derogaron según sus mecanismos: de la Ley a la Ley.

Hasta ahora esto es Historia.

El contenido de las leyes de memoria histórica y de memoria democrática ha sido la colocación de los barrenos. Falta solo encender la mecha. No es difícil modificar la Constitución; no es ni necesario. La prueba fue 1931. Se hace y la calle lo aprueba; luego aprueba otra Constitución y fin de aquello y comienzo de otra cosa. Aquí no ha pasado nada.

Nunca pasa nada y las pruebas, por si acaso, se han ido llevando a cabo durante estos años y anotando con sumo cuidado las reacciones para en su momento saber tomar el control. El pueblo español, por lo tanto, ya está vacunado y en condiciones de asumir cualquier cosa.

Se ha admitido como partido a los que asolaron con las pistolas y bombas al conjunto de la sociedad española.

Se ha admitido la independencia, la ruptura de España, se ha cedido la soberanía, la Constitución ha sido raptada por un Tribunal de carácter político.

Se ha admitido que sean los independentistas los que gobiernan el territorio a independizar y se ha modificado la ley para que les sea posible y fácil lograrlo.

España ha dejado de ser Católica, algo que pesaba tanto o más que la Corona.

Montesquieu ¿Mande?

La Corona y el Rey que hizo posible una España democrática, supo mantener la unidad de España y su prestigio internacional han sido tratados como delincuentes, lo que ya empezó con Alfonso XIII y no han olvidado.

España es un cementerio con su sepulturero en funciones y donde además de desenterrar a los muertos se ha abierto el agujero que conduce a los infiernos, ese que dicen está en el Monasterio de El Escorial, cerca de donde vivió Lucifer antes de ser expulsado de los Cielos, infierno cuya entrada tapó Felipe II.

Visto lo visto no creo que nadie dude del camino abierto que acabamos de destapar. Queda avalado con datos, solo son algunos, incuestionables.

El gran cambio, la transformación de España en otra cosa, distinta de nuestra nación, está en marcha y cada vez más cerca de acabar con el gran obstáculo para ello: la Constitución y dentro de ella La Corona.

Por sus obras los conoceréis.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

9 mayo 2023