Ni vacunas ni paracaídas. La gestión sigue siendo nefasta y de consecuencias mortales. Les da igual. Luego hacen un homenaje y cuando llegan las elecciones se les vota. Siguen a lo suyo que es tirarnos del avión en marcha y sin paracaídas.
Otros se van de vacaciones con un sobre que lleva un amigo que le sigue a todas partes y aprovechan el viaje para darse un homenaje con champán porque el cava le da un poco de ardor en la parte izquierda del estómago.
Viajan todos con todo gratis. No ha sido el único a pesar de pilotar la nave al abismo porque el piloto se quedó sin paracaídas en aquel vuelo que los llevaba a Benicàssim; como a Canarias.
Al avión hay que subir vacunado y con paracaídas. Lo aprendieron los que manejan las naves aéreas en crisis—creo habérselo contado—, y lo dejó escrito el de un Junker alemán que en plena guerra civil regresaba a Tetuán después de haber dejado a unos cuantos legionarios en Sevilla. En el avión solo el capitán piloto y un mecánico. Los motores del Junker empezaron a mostrar fatiga y aquello se ponía peligroso. El piloto aferrado a sus mandos le pidió al mecánico que buscase los paracaídas. La situación era tensa, el avión vibraba como una batidora o saltaba en el aire como un canguro.
—¡¡¡Los paracaídas!!! Gritaba el capitán. Solo el ruido metálico de la chatarra del avión.
Angustia sobre el agua del Estrecho, palabras cada vez más convertidas en palabrotas. El final de la escena es lo que ustedes esperan. Aparece el mecánico en la cabina abrochándose el paracaídas, ya equipado y preparado para el salto.
—Mi capitán es que su paracaídas no aparece por ninguna parte.
Quizá del susto o de indignación, el piloto pudo hacerse con la nave y tomar tierra. No sé si tiraría al mecánico en mitad del Estrecho. Sé que es real lo que cuento. Es historia de la aeronáutica militar.
A la hora del yo-tú es muy difícil la elección. Si el Falcon 900 vuelve a Benicàssim mejor contar los paracaídas y llevarlos a mano.
Semana Santa ¿en La Mareta o en Doñana?
No hay paracaídas para todos, aunque aviones sobran y caras (de cemento) más.
Pilotos arriesgados que sean capaces de conducir la nave a pesar de la tripulación que llevan, quedan muy pocos. A unos los echan, a otros los tiran sin paracaídas y la mayoría opta por volar en naves extranjeras llenas de marcianos.
Esta es la sociedad secreta de las trampas, donde ellos parten y reparten. Los paracaídas ya lo están y la nave va sin piloto.
El problema de España ya no es ni siquiera saltarse la cola, sino la cara y la cola y quienes con una organizan la otra. Sobre todo el reparto de paracaídas en los Consejos de Administración, con secretos de gasolinera o de los otros como avales para que te permitan ajustarte los atalajes.
Espabilen. Sacúdanse la pereza. Cuando les toque el turno ya no será necesario el paracaídas. Se habrán estampado contra la realidad del duro suelo.
Es muy difícil salir de la zona de influencia de estos personajes. Muy difícil y harto peligroso volar como Dédalo para escapar consciente de la caída de Ícaro por querer volar alto. Yo estoy dispuesto y preparado para saltar al vacío sin previo aviso y sin protección. Solo pido un favor: ¡No empujen!
—Mi capitán es que su paracaídas no aparece por ninguna parte.
Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
10 marzo 2021