AFGANISTÁN (3): UN MORTAL VIDEOJUEGO Rafael Dávila Álvarez

La batalla de Alejandro en Issos, 1529, pintura al temple y al óleo sobre madera, 158,4 x 120,3 cm, Alte Pinakothek, München.

Ahora los chinos limitan el tiempo que los niños pueden jugar a los videojuegos porque piensan que es una droga que perjudica la concentración y el desarrollo de sus jóvenes. Prohibirán a los menores de 18 años jugar en línea durante más de tres horas a la semana y así luchar contra la adicción a las pantallas. ¿Será eso o lo otro? Eso está claro y lo otro es la invisible invasión ideológica que temen desde occidente.

Alejandro Magno galopa en su caballo Bucéfalo a través de los juegos en línea. Darío ve juegos peligrosos que presentan batalla, algo así como Gaugamela: «…pues lo que se jugaban en esta batalla no era, como en ocasiones anteriores, ni Celesiria, ni Fenicia ni Egipto, sino Asia entera, cuyos dueños iban a ser designados en aquel momento» (Flavio Arriano, Historia de Alejandro).

Alguien comparaba la guerra de guerrillas como el tábano que picó a Pegaso, el caballo de Belerofonte, y provocó su caída y final.

Todo está escrito. Solo es necesario interpretar.

Parece que la lección aprendida está en el tábano mitológico, el que Zeus utiliza contra la soberbia del poderoso.

Ante este mundo que vela por la vida y mata sin publicidad hay que dar la imagen de quitarse los tábanos sin dar batalla.

Empieza una nueva guerra. El mayor Ejército del mundo contrata a sus pilotos entre jóvenes que manejan en línea los mismos artilugios que conducen un misil o un avión. Les da lo mismo lo que sientan o piensen. En cualquier caso no padecen. Se les paga por ser eficaces, no por servir a su patria. Luego ya veremos.

Todo es cuestión de mover una palanca de mando (joystick) igual que la del videojuego y llevar el dron hasta el objetivo final. Nadie dispara, nadie ensangrienta su hoja de servicios, nadie es acusado, y los resultados crean incertidumbre entre los nuevos ejércitos de desuniformados que se mezclan y conforman batallones de mujeres y niños.

No hay mucho interés en occidente por defender nada intangible y los ejércitos se llenan de dirigentes burócratas, incluso uniformados, bien adiestrados, que no ven más allá de la rentabilidad de una carrera (¿militar?) a base de operaciones invisibles. Las derrotas también se hacen invisibles y se rentabilizan a base de desinformación. Caemos en el gran pecado del mundo: la desinformación como información.

Así asistimos a esta cosa nueva que no sé definir: ¿guerra? ¿contraguerra? ¿mitología?

Soy más partidario de lo que debería ser y no es.

Debería ser: «La muerte no es nada, pero vivir vencido y sin gloria es morir todos los días», parece que dijo Napoleón. Está más claro en el Credo de la Legión: «El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde».

No veo por ningún sitio el honor, el valor, la gloria y el espíritu de sufrimiento y dureza. Veo mucho paisano con el joystick en las manos.

Los chinos educan, en cualquier cosa, pero educan (en instrucción militar práctica sin duda), mientras nosotros vamos a lomos de un Pegaso desbocado esperando a que el tábano nos pique en semejante parte.

No será un videojuego. Nos toparemos con la cruda realidad.

Se irá olvidando Afganistán. No lo olvidará la venganza.

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

5 septiembre 2021

VIENTOS DE GUERRA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Napoleón abandona Fontainebleau. State History Museum, Moscú

«Cuando el mundo se encuentra sobrecargado de habitantes, el único remedio es la guerra, que provee a cada hombre, ya sea con la victoria o con la muerte» (Hobbes. Leviatán parte II, cap. 30).

Hay muchas razones para que el hombre emprenda la guerra y ninguna ha desaparecido de la faz de la tierra, es decir de su corazón. La biología y por tanto la economía están en primera línea.

Como señor de todas las cosas, la guerra a unos hace libres y a los otros siervos (Heráclito de Éfeso).

Cuando la filosofía existía la guerra estaba en su lugar y de ella se hablaba sin mentiras ni buenismo, sino como la dura realidad de su existencia; hasta que pasó a manos de los políticos que inventaron eso de los periodos de paz para esconder el hambre y la sed de justicia. No hay tal paz, solo una tregua; que ni eso.

El mundo nunca se ha decidido en una partida de ajedrez, si acaso en un tablero de fichas desparramadas donde solo en el juego se distinguía al rey del peón volviendo al final de la partida a la misma caja, como dice el proverbio.

Ahora todos reyes, todos peones.

Alguien se empeña en mover los peones de uno en uno y de frente o en diagonal, los mismos pasos que el rey, pero ellos son más y revueltos, él es único y definitivo.

El mundo guarda silencio y mientras caen los reyes los peones siguen su juego en una algarabía en la que también ellos mueren como ejércitos de hormigas.

Hay hormigueros que tienen los graneros vacíos, con muchas ganas de ocupar mayores espacios y se han fijado en los vecinos. No hay marcadas diferencias entre las hormigas y nosotros.

Los ensayos de ocupación hace mucho tiempo que empezaron. Desde la Gran Guerra todo está por decidir. Aquella que nunca acabó. La recomposición sigue en marcha y nada se ha quedado quieto, el movimiento sísmico no ha dejado claras las fronteras ni las almas de los hombres. Los Balcanes, Afganistán, Irak, y el juego se traslada a Siria o, si es necesario, a Crimea, Corea del Norte o Venezuela. Las piezas, los peones, son variados, y variables las condiciones.

Irán está ahí e Israel no deja ni un segundo de afilar sus picas y cerrar la formación.

En cada rincón de la tierra, en cada Estado, hay intereses, que no amigos. Europa pierde interés y amigos. El Reino Unido se va, da un portazo y se acerca a sus intereses que en este caso coinciden con la amistad.

Todos miran a Biden que no tiene a nadie a quien mirar. Espera sentado, somnoliento; ya le dirán que pieza del tablero coloca.

Los signos son analizados por los Estados Mayores de uniforme, se los presentan a los mandamases de la diplomacia política y, excepto los dispuestos al ataque, el resto no se lo cree. Que hay señales de guerra les dicen.

Ahí están, armas por medio, desarrollo nuclear por medio, situación caótica por medio, exhibición de fuerza, despliegues fronterizos, aéreos y superaéreos, vigilancia en el ciberespacio, las elecciones se manipulan de tal manera que tu voto cerrado introducido por tu mano en la urna, cuando se abre lleva el nombre de otro candidato distinto al que tu pusiste. La magia de la nueva guerra.

Las armas clásicas también se preparan. Disparan bombas que matan físicamente y ya están desplegadas, hombres y material. Las otras armas invisibles han causado millones de bajas entre las libertades.

Jordania es una pieza codiciada; hasta ahora de equilibrio. Cuidado.

Estamos entre las piezas revueltas de un puzle que no sabemos componer, una bomba mortal que solo espera a que alguien ponga su última pieza. Ya casi al final del juego la imagen que ofrece el puzle se vislumbra. Parece que dice: ¡Bum!

Quedan pocas piezas. ¿Quién pondrá la última?

Cualquier niñería, cualquier disculpa será buena, cualquier intromisión, cualquier lugar, olvidado, despreciado, desconocido: ¡Bum!

Creíamos haber roto el yugo. Duró unas horas, lo que daba de sí la cuerda que llevábamos al cuello. No es ninguna novedad. La Revolución por antonomasia fue encauzada a modo y manera de un General. La mayor mezcla de autoridad y libertad conocida hasta ese momento.

El resumen contempla que una sola batalla cambia el orden internacional y el estilo de vida de los internacionales. Fue Gaugamela o Waterloo; puede que Versalles, donde se dio una batalla dialéctica que de poco sirvió.

Contra la fuerza no hay otra cosa que una fuerza mayor. Así permanece en equilibrio hasta que hay otra aún mayor.

La insensatez dijo que la tierra no era de nadie, sino del viento.

Vientos que ellos convierten en tempestades: Guerra.

Solo falta añadir la crisis institucional de un organismo que parece desaparecido del mapa: la O.N.U. cuyo peso moral es inexistente y se balancea al compás de los cinco magníficos del Consejo de Seguridad; es decir nada o deberíamos decir de nuevo: Guerra.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

15 abril 2021