Nos olvidamos de la guerra, cuando la guerra nos visita de nuevo. Mientras más extendemos los derechos humanos, el respeto a la vida, la igualdad, la fraternidad, más conflictos surgen, todos bajo el gran riesgo de la explosión definitiva.
La guerra, sus profesionales, filósofos, entendidos y charlatanes, coinciden: ciencia y tecnología mandan en la guerra. El futuro está en la capacidad del hombre para evolucionar en esos campos.
En la última -Ucrania- ha desaparecido la maniobra bajo el cielo de la tecnología. Otro cielo más arriba, más tecnológico, ya en marcha, acabará con aquel y de nuevo surgirá la maniobra: fuego, movimiento y choque. Como fue toda la vida.
Sin cambios temporales. La falta de mando y control de la Primera Guerra Mundial trajo la Segunda, fruto de la revancha y locura del hombre. Siempre un hombre al que siguen muchos enfervorizados y henchidos de promesas.
En cualquier caso desde Troya las guerras las decide el factor humano. Sin hombres no hay guerras. Los expertos en las guerras del futuro miran a las fábricas, los laboratorios, a los científicos y se olvidan de los vientres de las mujeres y la posterior educación de los que nacen. Cualquier guerra depende de la demografía y de la evolución del pensamiento, la educación. Ello nos lleva a analizar estos factores con rigurosidad. Ambos son escasos y la población se mueve sin fronteras por culturas que en nada se asemejan. Las virtudes que nosotros conocemos se modifican o cambian por otras. Las fronteras se resisten a lo inevitable: hambre y sed de justicia.
En las guerras empiezan a preguntarse por qué y para quién luchan. Se abre un abismo entre el ayer y el futuro. Hay quien ya no identifica y por tanto no se identifica con ningún lugar. Hasta el concepto de lazos familiares está derivando en uno u otro sentido, distintos.
En la tipología del guerrero tenemos el modelo de Aquiles, Ulises o Ayax. Surgen nuevos modelos con virtudes, si es que así se pueden llamar, distintas. Hoy hasta las piedras se convierten en virtud. Todo depende de su valor. Material.
Hubo una evolución de la guerra llamada la nación en armas. El futuro puede estar en otra cosa que no reconoce ni a la nación ni a las armas.
En un futuro podría ser que nos encontremos sin ejércitos, sin que nadie quiera coger un arma y entablar una guerra. Se quedarán las fábricas y los científicos solos, porque ellos las crean, pero no las manejan por miedo.
Todo esto está en vías de suceder, más rápido de lo que nos creemos, ya que dos o tres generaciones no son nada en la evolución.
En cualquier caso parece probable que el cambio se produzca después de la explosión. Se borrará de la faz de la Tierra todo vestigio: «Con el escudo o sobre el escudo» y ya no habrá nadie para tomar escudo y lanza. ¿En qué sustentar el combate, en qué fundamentar la entrega hasta la muerte? ¿En qué se fundamenta el espíritu militar?
El interrogante se abre de par en par, como un planteamiento imposible, ofensivo para una sociedad, estado o nación, pero cuando no existe esa base, casi religiosa, de dar la vida por ese conjunto social, cuando el sistema social se aleja no dispuesto a otra cosa que el obligado cumplimiento de la ley, cuando la obligación de las armas sea una imposición y no un compromiso espiritual, cuando hasta la religión política de Napoleón se venga abajo porque no hay creencia alguna, ni en lo divino ni en lo humano. Podría darse el caso de que los ejércitos no tengan una sociedad a la que servir, una nación que reconocer, una bandera a la que seguir. Podría.
Canto II, comienza la Ilíada y cuando todo está preparado para la lucha surge el primer aviso de lo que ahora está por llegar: Tarsites : «A casa por lo menos regresemos…», se encara con Agamenón y Ulises le golpea, la ley del cetro.
O Jenofonte: «Entonces Sotéridas de Sición replicó lo siguiente: No estamos en igualdad de condiciones, Jenofonte. Tú vas a caballo y yo estoy completamente destrozado a fuerza de llevar el escudo”.
«Cuando Jenofonte oyó sus palabras, se bajó del caballo, lo arrastró fuera de la fila y, arrancándole el escudo, prosiguió las marcha con él en las manos lo más deprisa que pudo, todavía llevaba encima la coraza de jinete, con lo que soportaba un enorme peso» (Anábasis III 4.46-49).
Desde entonces, tan despacio, algo está cambiando y la prueba es que llevamos camino de forzar tanto la guerra que acabará con ella misma.
Es un peso que empieza a no ser soportable al convertir un arte en la propia destrucción de unos para el negocio de otros.
Esa es la guerra de hoy, ¿mañana? Se impone la nanociencia y la nanotecnología, también en esto de la guerra. Nada sabemos, pero está en camino.
Habrá que pensar en ello.
General Rafael Dávila Álvarez (R.)
Blog: generaldavila.com
13 septiembre 2024







