Solo el que le ha visto las orejas al lobo sabe lo que significa decir «adiós». Cuando su adiós fue tal.
Llegan difuminadas las palabras de José Rizal en Mi último adiós antes de morir fusilado:
Ora por todos cuantos murieron sin ventura,
por cuantos padecieron tormentos sin igual,
por nuestras pobres madres que gimen su amargura;
por huérfanos y viudas, por presos en tortura
y ora por ti que veas tu redención final.
Ha recorrido el mundo el video que grabaron los marineros del submarino indonesio KRI-Nanggala-402 hundido al norte de Bali cuando sabían que su final estaba cerca. Adiós, entonan. A Dios. Solo eso.
El legionario Braulio en el Centenario de la Legión nos dejó elocuentes palabras sobre la muerte.
«El morir en el combate es el mayor honor….
Siempre la muerte. Habéis venido a morir. Una cosa es no tenerle miedo a la muerte y otra quererla. Yo sé que nuestro jefe quería que nos hablasen de la muerte para que le quitásemos esa imagen de horror, de temor, de negra guadaña que atemoriza. Por eso hablaba de una novia joven y bella besando nuestra frente. También decía que fuese nuestro Ángel de la Guarda que nos llevase al Cielo.
Aquí, entre nosotros, no hablamos de esas cosas de la muerte. Si acaso entre cada dos, como juramento entre ellos, y lo que has de hacer si acaso, pero nada más. La muerte no forma parte de nuestras tertulias, ni está ni se la espera, pero si viene a ninguno nos va a asustar. Sí, sabemos que vamos a morir, como todos, y que en el lugar en el que combate la Legión la muerte está más cerca; eso no significa nada. Sabemos lo que hacemos y por qué lo hacemos. Aquí nadie va a lo loco, nadie se la juega sin motivo o razón. La muerte hay que saber esquivarla, con valor, pero tonterías con esa cercana posibilidad ninguna, porque yo creo que si tú te la juegas alegremente, insensatamente, estás jugando no con tu vida sino con la de los compañeros. Pero recular, de eso nada.
Nadie queda en el campo, aunque muramos todos. ¿Quién dijo miedo?».
Letra serena. Adiós.
Sampai Jumpa, adiós, cantan los soldados; lo hacen sonriendo a la muerte. Han entregado lo que se les pide: la vida.
Debe reconfortarnos saber que aún hay gente que a cambio de muy poco están dispuestos a todo y en este caso, los soldados, a dar su vida por los demás, aunque haya muchas ocasiones en las que miramos para otro lado y eso no nos parezca trascendente.
Como dice el refrán solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
Y cuando ya mi tumba de todos olvidada
no tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,
deja que la are el hombre, la esparza con la azada,
y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada,
el polvo de tu alfombra que vayan a formar.
«La vida huye y no se detiene ni una hora».
En la hora de la muerte un ejemplo de vida, que nos enseña para qué y por qué merece la pena ofrecerla. Mientras haya hombres dispuestos a darla para servir sin servirse, sin mirar a quién, sin reprochar, sin odiar y con una sonrisa final.
Un ejemplo de muerte para la vida.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
28 abril 2021