Es seguro que un motivo banal inició la primera contienda. Entre dos. El que la perdió creó la táctica y el que la ganó la estrategia.
-Soy más débil; mientras duerme le sorprenderé con un ataque por sorpresa.
-Mi fortaleza me permitirá construir murallas que rodeen mis fértiles tierras regadas por los grandes ríos. Crearé leyes para regular la vida dentro y ejércitos para defenderlas.
Uno construye, otro destruye.
-Mi debilidad me obliga por ahora a vivir del engaño; penetraré en las defensas de mi oponente infectándolo todo.
-Mandaré legaciones a mi enemigo ofreciéndole respeto mutuo y darle un espacio si se somete a nuestras leyes; yo respetaré sus costumbres.
-Aceptaré el pacto y buscaré el modo de que sus mismos súbditos lo rompan; me infiltraré entre sus asesores. Mezclaré a mis hombres con sus mujeres y al fruto de sus vientres lo educaré en mi doctrina.
El táctico ha descubierto la estrategia, su fin último: que su oponente no descanse nunca. El estratega tiene que recurrir a la táctica para su conservación y desarrollo.
La desconfianza crea el secreto y la información. Abundan los espías y bufones.
No había más forma de combatir: con leyes o con la fuerza. El equilibrio entre ambas mantiene la armonía. Política y Milicia deben seguir el mismo camino, se necesitan, si se repelen se obligan a estar siempre vigilantes una de la otra. A la distancia justa, en la que no haya influencia; ni atracción, ni repulsión, o el invasor, siempre al acecho, destruirá al invadido.
Después de años de guerras, nunca llega el estudio definitivo de este arte cambiante y solo apto para los grandes. Cambia como la expresión en un lienzo, en función de las pasiones, del hambre y la sed, de la injusticia, y de la justicia también; de las diferencias, pero ahora mucho más del deseo, cada vez más fuerte, de pertenecer a grupos.
Tanto la defensa como el ataque se convirtieron en una Arte. No era cuestión de cantidad sino de calidad e insistencia.
Cualquier Arte requiere técnica y estudio. Si no es un fraude que te lleva a la derrota. Lo recoge cualquier libro elemental que lo trate: unos principios y unos procedimientos para conjugar con ellos los elementos, las formas y los medios. No hay posible engaño.
Lo que llamamos inspiración no es más que acertar con el hombre mejor dotado para el arte. Alejandro Magno, para la guerra, o Velázquez, para la pintura, nacieron inspirados para ello y su vida fue desarrollar sabiduría sin entregarse al ocio de la primera victoria.
Todas las guerras empezaron por expansión; el Nilo con su riqueza atraía a las poblaciones del desierto. Alrededor del Éufrates y del Tigris surgen las primeras civilizaciones y un trozo de tierra fértil bien regada vale la vida que hay que proteger con sólidas fronteras más allá. Las delimitaron las montañas, los desiertos, los ríos y los mares. Las incursiones de los que ocupaban las zonas deprimidas a los lugares fértiles acabaron convirtiéndose en ataques y en organización de ejércitos: atacantes y defensores, ofensiva y defensiva.
La evolución ha cambiado casi todo. Hay algo que sigue igual.
El estratega y el táctico. Uno busca más allá y pide colaboración y trabajo en común, respeto, orden y conseguir que haya cosecha para todos. El otro sigue buscando la infiltración, la insidiosa penetración, sembrar doctrina en vez de trigo, robar a las mujeres para fomentar su descendencia, la única táctica que al débil convierte en hábil estratega; y le motiva en su lucha.
El general argentino Héctor Bastico en su libro Evolución del Arte de la Guerra formula en 27 conceptos las ideas estratégicas de Maquiavelo. Una de ellas adquiere bajo mi juicio especial relevancia: «Los hombres, las armas, el dinero y el pan constituye el nervio de la guerra».
En 1883 el mariscal Wilhelm Colmar von der Goltz, tentado por el sistema de militarización de la sociedad practicado por la revolución francesa y Napoleón escribió La nación en armas, donde establece claramente que el país debe estar preparado permanentemente para la guerra.
Preparados. Hombres y nuevas armas. Va a faltar el dinero y el pan. Ni a todos, ni en todas partes. A una gran mayoría. Es la combinación perfecta. Mejor estar alerta.
Un trozo de tierra fértil bien regada vale la vida. Vendrán a lucharlo. No ha habido paz. Una simple tregua para rearmarse.
Un motivo banal, entre dos, fue el origen; y será el final. Por sembrar doctrina en vez de trigo.
Es la cosecha que hoy buscan los conflictos antes llamados guerras. La desesperación siempre es bien aprovechada.
La aspiración rota en desesperanza es una chispa que incendia cualquier cosecha.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
26 mayo 2020