9 DE MAYO. COLUMNA DE GABRIEL ALBIAC EN DIARIO ABC

Ayer mi amigo y maestro Gabriel Albiac publicaba en su habitual Cambio de Guardia del diario ABC una estremecedora visión de la guerra de Ucrania. Empieza uno a cansarse de los análisis militares que están muy bien, pero no dejan de ser cantos al sol, una opinión momentánea que cambia según amanece o anochece. He expuesto la mía en más de una ocasión y lo volveré a hacer con la incertidumbre de no saber muy bien lo que digo o analizo.

Hay que acudir a las personas que con profundidad conocen los comportamientos humanos a lo largo de la historia y los penetran hondo para adivinar más allá.

No nos perdamos en vaguedades estratégicas cuando todo es más sencillo, feo y antiguo.

Tal y como están las cosas, todo apunta que esta guerra seguirá;  no hay estrategia ni táctica militar alguna y, si no fuese por el horror de tanto inocente muerto, solo podría calificarse militarmente de aburrida y anticuada en todo.  Un planeamiento militar que se basa en machacar al más débil adversario sin maniobra ni arte alguno no resiste un elemental análisis militar. Un horror.

Hay que entender que los únicos análisis válidos son los que nos recuerda ese pasado de terror hacia algo tan antiguo como la tiranía de la esclavitud y para eso hay que leer a los que han analizado esas puertas que se abren y cierran en intervalos periódicos (paz y guerra) y nos hacen ver que todo conduce al mismo lugar.

El planeamiento de Putin y su ejército es tan antiguo y aburrido como la esclavitud que pretende y su guerra muy sucia, sin el menor atisbo de grandeza: solo miseria para él y su arcaico ejército. ¡Que pena!
Es la destrucción del ser humano que ahora pretende con las bombas
Con su habitual generosidad Gabriel Albiac me ha autorizado a reproducir su columna. Gracias querido Gabriel y solo esperar aquel ¡Hágase la paz!
Rafael Dávila Álvarez

 

Gabriel Albiac: ABC Columna del martes, 10/05/22.

 9 de mayo

Eurípides lo pone en boca de una troyana que, de princesa, ha caído en esclava: “es el deber de un sabio evitar la guerra; pero, cuando resulta inevitable padecerla, gloria es para una ciudad perecer con grandeza: la única vergüenza está en morir como un cobarde”. Y habla, en la voz de la joven Casandra, una certeza común al genio griego: “no creáis en la felicidad de hombre alguno, aun del más dichoso, antes de que haya muerto”. El coste de una guerra no termina en la victoria sobre el campo de batalla. Ni en la derrota.

El 8 de mayo de 1945, a las 22:43 y en Berlín (la diferencia horaria hace que Moscú lo conmemore el día 9),el mariscal de campo Wilhelm Keitel firmaba la capitulación alemana que ponía fin a la mayor matanza de la historia. Y la más salvaje de cuantas nos son conocidas: entre cincuenta y cien millones de muertos, cifran sus vagas estadísticas. También, el más masivo exterminio de civiles que una guerra haya generado. Pero era apenas pausa, ese final. Como pausa había sido, antes, la firma del armisticio del 11 de noviembre de 1918. Apenas dos años después de aquel 8 de mayo, se inician los 44años de la llamada (pésimamente llamada) “guerra fría”: la única de verdad mundial. Su número total de víctimas es, en rigor, incalculable.

Escuchar, en estos días de masacre sobresuelo ucraniano, al Putin que ensalza la “victoria rusa sobre el nazismo” hiela la sangre. Y claro que todos sabemos, desde el remotísimo tratado de Sun Tzu, que guerra y verdad se excluyen entre sí, que no hay guerra que pueda desplegarse sino como refinado arte de ficción y de engaño al enemigo (y al amigo). Pero no es tan difícil, en la corta distancia de los hechos, restablecer datos al alcance de cualquiera que sepa, sin más, leer los libros.

No fue propósito de la Rusia de Stalin combatir el nazismo. El suyo era, en estricto rigor, el proyecto de repartir un continente entre dos imperios –y dos doctrinas– que se juzgaban mutuamente complementarios. En función de lo cual, Ribbentrop y Molotov firmaban su pacto de no agresión frente a las “plutocracias anglosajonas” en agosto de 1939. Y no, no fue la URSS de Stalin la que rompió ese pacto para declarar guerra a Hitler. Fue Hitler quien, al invadir a sangre y fuego Rusia en junio del 41, no dejó a Stalin más alternativa que la de luchar a muerte por su supervivencia.

Los pactos se invirtieron, en función de las necesidades militares. Y volvieron a invertirse cuando, termina da la guerra, la política imperial rusa retornó. Y esto que ayer conmemoraba el Putin que hereda las mitologías despóticas de la Gran Rusia no es victoria alguna sobre el nazismo. Es el alzado de un parapeto de acero, tras el cual media Europa iba a ser esclavizada durante medio siglo. Vuelve esa tentación ahora. No, no creamos “en la felicidad de hombre alguno”. Antes de tiempo.

Gabriel Albiac

ESPAÑA 2020. LA DICTADURA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Pongan ustedes las imágenes y el color.

Dictadura. Elijan definición. Ambas son acepciones válidas.

  1. Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.
  1. En la Antigüedad romana, magistratura extraordinaria ejercida temporalmente con poderes excepcionales.

En el terreno de la lucha contra las fake news, dijo el general Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil, se trabaja en dos direcciones, <<por un lado evitar el estrés social que producen estos bulos, y por otro, minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno>>. <<Todos estos bulos –añadió el general– los tratamos de desmentir por nuestras redes sociales>>. Pasado lo dicho, dicho queda, él ahí queda, y dado que el poder es tener expedita la facultad o potencia de hacer algo, el poder ha hecho, es decir, no ha hecho, y ha seguido haciendo lo que le viene en gana, que para eso tiene el poder, uniformado en este caso y el mediático también.

Poderes excepcionales tiene. Está a la vista. Dicen que temporalmente. Veremos.

Que velan por nuestra salud está también por ver y comprobar. ¿Qué salud?, ¿la de mi madre y tantos ancianos encerrados, muriéndose o esperando la muerte sin la visita o la despedida? Derechos humanos. ¿Hay mayor derecho?

Hablan de paralización en los juzgados por la pandemia y, los derechos por tanto, de los ciudadanos vulnerados. También son derechos humanos. Una vez más: imprevisión, retraso tecnológico, o lo que sea. En definitiva: escasa democracia; y ¡ojo! ¡no (me) levante usted la voz!

El ¿A dónde va usted?, se conjuga con el no saber qué hay que hacer. Es la mejor forma del autoritarismo. La interpretación. Todo es interpretable y luego vaya usted a quejarse al maestro armero. Mando yo, interpreto yo; ¡a mí no se me discute!; ¡caballero yo  no sanciono, es la Delegación del Gobierno…!: todo interpretable. Esa es la dictadura, la interpretación, que el intérprete ya saben quién es. La ley la marco yo, y en tiempos apropiados también juzgo y la interpreto yo. Los jueces con mascarilla.

Cuesta trabajo entender que el Parlamento no se reúna y si lo hace es a trozos, bajo cuerda, es decir todo acordado, acuerdo vendido y comprado y al que no, insultado.

Miren, me van a perdonar la grosería, pero hace algún tiempo les conté una anécdota que viene hoy al caso.

En la época en que por el Sahara, tan español, patrullaban nuestras queridas tropas nómadas, eran frecuentes los encuentros y desencuentros con las equivalentes fuerzas argelinas de vigilancia de la frontera. Fronteras difuminadas y difíciles de materializar en horizontes inabarcables y cambiantes paisajes dibujados al gusto del viento y la luz. Todo era igual, pero distinto según el momento y la intención de la mirada. Tierra de valientes y astutos soldados. El indomable desierto, como la pandemia, pone a prueba a los hombres. Uno de los que salió fortalecido en la contienda de aquella belleza hostil fue un pequeño -de estatura- comandante que solía acompañar a camello a sus patrullas por las difuminadas fronteras. El encuentro con las equivalentes fuerzas argelinas era frecuente y se producía dentro de esa cordialidad de los hombres del desierto, pero sin fiarse de la más mínima brisa. Se produjo un desencuentro en la soledad inabarcable, donde todo es nada y nadie.

-Estás en mi tierra. Has cruzado mi frontera.

Que sí, que no. ¿Dónde están las marcas?

-El equivocado eres tú…

Los nervios afloran. El diminuto comandante baja del camello. También el oficial argelino. Frente a frente se miran, sin hostilidad, pero con firmeza. Hay muchos propósitos hostiles que no van acompañados de enemistad. Cada uno defiende los suyos. Hay que mantenerse firme con todas sus consecuencias.

El comandante español parece más pequeño al hundirse en la arena abriendo ostentosamente las piernas. Se oyen sus palabras en el silencioso desierto. No es necesaria ninguna traducción. Todos entienden aquel idioma.

-¡Aquí la frontera la marcan mis cojones a modo de perpendículo!

En la soledad del desierto, en peligrosas condiciones: un valiente.

Parecido ¿verdad? Frontera por ley. Mandan de cintura para abajo. Nadie rechista (hasta ahora)

Cuando el Parlamento está enmascarillado, cuando legisla el ejecutivo y el judicial ha desaparecido, el calificativo no es valor, sino otra cosa. Libertad no es.

Políticamente pensar de cintura para abajo no sirve nada más que para los dictadores de poca monta.

Es el momento de usar inteligentemente: la calle, el poder mediático (a pesar de la mordaza impuesta por el dinero) y la cabeza.

En el diario ABC de ayer el abogado José Antonio García-Trevijano Garnica publicaba una Tribuna Abierta con el título de Alarma o despropósito. Dice en el párrafo final: <<Estamos ante una situación especial que requiere medidas singulares que se están adoptando sin el pueblo pero en su beneficio. Pues bien, resulta que eso es precisamente una dictadura>>.

Creo que está todo dicho. Dictadura y mucho caradura.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

19 mayo 2020