LA GUERRA Y LAS RESOLUCIONES DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

«Por regla general, hacer la guerra no es lo mejor. Solo la necesidad debe obligar a emprenderla. Independientemente de su resultado y su naturaleza, los combates resultan funestos incluso para los propios vencedores. Únicamente hay que librarlos si la guerra no se puede conducir de otra forma. Si al soberano le mueven la cólera o la venganza, no debe declarar la guerra ni movilizar tropas».

Estas sabias palabras de Sun Tsé están separadas de nuestros tiempos por una evolución en el pensamiento que trajo terribles combates —dialécticos y explosivos— en los que el número de muertos era una estadística, funesta, pero estadística (para Stalin) que se repetía hasta llegar a cifras desoladoras como las de la la I y II guerras mundiales.

Clausewitz dejó escrito que «jamás puede introducirse en la filosofía de la guerra un principio de moderación sin cometer un absurdo». Escalofriante verdad de la guerra.

Real y cercano es el pensamiento de Arthur Wellesley, duque de Wellington, al que todos felicitaban después de Waterloo por lo que tuvo que contestar: «Salvo una batalla perdida, no hay nada tan triste como una ganada».

En lo que coinciden los tiempos es que la guerra es un fenómeno inevitable y no sabemos el tiempo que tenemos para retrasarla y al menos poder reducir al mínimo sus efectos.

El terrible ejemplo de acabar una guerra con una explosión mayor que todas las habidas hasta el momento debería hacernos pensar más allá de los despliegues de tropas intimidatorios  «Ya no había nada más que temer». Era la peste atómica.

Inevitable parece perder la memoria y que se borren los mayores horrores vividos por la humanidad de consecuencias todavía sin análisis suficiente. Era una guerra, pero el final fue peor: una sola bomba que ni siquiera hizo ruido: luz y silencio. Se terminó todo.

Hasta hoy.

La estrategia analiza, la táctica mueve peones y la política desencadena lo peor cuando los intereses particulares y el afán de protagonizar la historia están por encima del corazón humano.

Un día, ante tanto horror, el hombre invento una mesa redonda donde reunirse antes de provocar un enfrentamiento. Le pusieron el nombre de Organización de Naciones Unidas. «Las Naciones Unidas nacieron oficialmente el 24 de octubre de 1945, después de que la mayoría de los 51 Estados Miembros signatarios del documento fundacional de la Organización, la Carta de la ONU, la ratificaran. En la actualidad, 193 Estados son miembros de las Naciones Unidas, que están representados en el órgano deliberante, la Asamblea General».

Unas veces aparece y otras no. Es y no es. Al final los mismos que se enfrentan son los que toman decisiones o se limitan a hablar en tono conciliador y falso. El problema es que solo son cinco. A saber: Estados Unidos de América, Rusia, Francia, Reino Unido y China. Poder de veto. Consejo de Seguridad. Los demás son sonorosa comparsa. Nada más.

En el conflicto actual de Ucrania la primera reunión del Consejo de Seguridad (pedida por los Estados Unidos de América), ha sido este pasado lunes día 31. Ninguna Resolución ni solución. Tiempo perdido. Han salido peor que en el momento de entrar y todo se ha desarrollado entre graves acusaciones. ¿Ha servido para algo? ¿Para agravar el conflicto?

Mientras el mundo de la calle parece mirar en otra dirección y esto (creen) ni les va ni le viene.

En España la intervención en Irak echó a la gente a la calle con el famoso «No a la guerra» y la discusión estuvo manipulada con la falacia de si había o no resolución de ONU. Le costó las elecciones a un partido político a la vez que volaban un tren en Madrid con cerca de 200 muertos sin que aún sepamos quién y por qué se cometió aquel crimen.

Fue otra guerra. No igual, aunque los procedimientos, el algoritmo era el mismo. Grandes intereses energéticos. Económicos.

Hoy nadie menciona a Naciones Unidas.

¿Por qué será? Nadie responde.

En el Poder que otorga la Tierra el necio solo conoce el mal cuando ya está hecho. Y en sus manos está la decisión, no en la nuestra.

El momento se agrava y se solidifica por momentos. Como vemos tras la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. No hay Resolución.

Parece que el «No a la guerra» guarda silencio ante lo inevitable.

La presión aumenta hasta hacerse insoportable. El mundo es una olla de presión y la temperatura aumenta bajo ella.

No miren a los soldados. Pregúntense: ¿En manos de quienes estamos?

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

7 febrero 2022