2021. NO PERDAMOS LA COSTUMBRE DE SER: ESPAÑOL Rafael Dávila Álvarez

Al que más y al que menos el comienzo del Año Nuevo le sugiere adivinar el futuro y desearse lo mejor. Este día 1 pasan por nuestras cansadas mentes, de la larga noche dejada atrás, pensamientos de esperanza y presagios.

En ello estaba; haciendo calendarios. He visto el año 2021 como una larga cuesta a subir; lenta y preocupante. Un camino recto pero en pendiente, con un final que se hace inalcanzable. Hay olivos, campos yermos, trigos y cebadas; praderas de primavera, higueras, las viñas y almendros; hay golondrinas y palomas, puede que confunda la avutarda con los sisones, y hay ave frías con plumero en la cabeza. Liebres y conejos, zorros, lejos se oyen los lobos. El cuco y la perdiz que canta, el mochuelo se esconde, y el águila hambrienta, un augur, escudriña sobre el cereal. Hay verdes montañas y orillas broncas, junto a playas largas y frías. Nubes y azules inmensos, tórridos días también, y nieves cercanas. Es todo un contraste España. Tengo un amigo inglés que ayer me dijo: «Me he acostumbrado a España y ya no me voy». No dice que le gusta, sino que se ha acostumbrado. Es un matiz digno a tener en cuenta. España acostumbra.

Hay que acostumbrarse a las cuestas que en España son abundantes. Solo es necesario aceptar el reto que plantea el esfuerzo.

Nos dice Heródoto que  Píndaro enseñaba que la costumbre es la reina del mundo.

La última columna de César González-Ruano la tituló La Costumbre y en ella decía: «Voy creyendo que todo reside en la costumbre. Y que, muchas veces, la muerte puede consistir en ir perdiendo la costumbre de vivir». Ese día murió con su columna cerrada.

No sé por qué he empezado el año con el pensamiento puesto en la pérdida de las costumbres, la más importante: nuestra forma de ser español. He mirado atrás,  — ¿quién no lo hace al empezar un año nuevo?— y me ha entrado cierto temblor al volver a leer aquella columna.

La costumbre de ser español va arrinconándose y da paso a ciertas novedades que no son tales, sino oposición a lo que a base de tiempo y generaciones ha creado nuestra cultura: la española.

Figura en los tratados de maldad que desarrollan repeinados inútiles y vanidosos gobernantes que maneja el ventrílocuo.

Ahora el camino en cuesta pretende nuestro cansancio de ser español; buscan que perdamos  la costumbre hasta darle muerte a lo español.

Y se hará costumbre…, pero yo jamás podré dejar de serlo. Con todo lo que conlleva, que puede que sea hasta el renuncio a serlo. Ellos lo llevan en su desgracia. Para otros, entre los que me incluyo, sería como ir perdiendo la costumbre de vivir.

Modernidad. «¿Cómo decir a este mundo que es un viejo? / No recuerda haber vivido nunca».

Preparémonos para el camino, la cuesta arriba, entre jaramagos y amapolas a pesar de los campos yermos… «Y, a veces, reluce el mundo ciertamente».

Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

1 enero 2021

 

ACOSTUMBRARSE A NO SER ESPAÑOL Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El escritor César González-Ruano

César González-Ruano daba nombre a uno de los más prestigiosos premios para columnistas de periódicos y revistas. El último se entregó en 2013 y desde entonces la Fundación Mapfre, fundadora del premio, lo suprimió o lo cambió por otra cosa; vaya usted a saber. Las razones mejor las dejamos a un lado porque ninguna se sostiene en pié. Pierde la Fundación y perdemos el recuerdo de uno de nuestros mejores hombres, entretenido, vividor de todo lo bueno y lo malo, que si no, pasas por la vida sin haberte enterado.

El escritor sobrepasa al premio que lleva su nombre. Lo olvidamos, seguimos ignorando lo bueno que tuvimos. Es preferible permanecer en la noria con los ojos vendados. Siempre, por los siglos. Dicen que Ruano no era fiable. Lo son todos los que escriben. No fiables son los que no leen y, aún así, se atreven a interpretar. El mundo se deshace por las interpretaciones de los que no saben lo que leen.

César González-Ruano publica su última tercera de ABC el día 12 de diciembre del año 1965. El día de su muerte. Recordarlo me lleva muy atrás. Leía en ABC a González-Ruano antes de ingresar en la Academia Militar. No sé que tenían sus palabras. Solo casi recuerdo su nombre. Quedó en las mezclas de lecturas de aquella época. Alguna salta de repente y, entonces, de nuevo busco su compañía.

Hoy entre las hojas de Las batallas decisivas del mundo occidental del general J.F.C.Fuller, encuentro un recorte con aquél su último artículo. En amarillento papel la firma: César GONZÁLEZ-RUANO. Escondido entre las hojas del libro.

La Costumbre es el título de su última columna. Su despedida. Tengo la impresión que nunca le importó la muerte. En esta despedida se vislumbra que lo que le apena es que muera su escritura, que no vuelva la columna con la firma César González-Ruano. Todo, viene a decir, es costumbre… pero no lo dice de la escritura. Es eterno escribir, está siempre en la mente. Se vive y se duerme con lo escrito y con lo que por escribir queda: todo. Hasta el final. A lo eterno no se pudo acostumbrar el escritor porque lo desconoce, aún intuyéndolo.

Termina la columna. Y termina su vida: <<Voy creyendo que todo reside en la costumbre. Y que, muchas veces, la muerte puede consistir en ir perdiendo la costumbre de vivir>>.

Me temo que algo parecido nos ocurre. Estamos dejando la costumbre de ser españoles y dando paso a ciertas novedades que no son tales, sino oposición a lo que a base de costumbres y otras cosas ha creado nuestra cultura: la española.

Se trata precisamente de eso: …ir perdiendo la costumbre a lo español, a minimizarlo hasta que lleguemos a la muerte de lo español.

Entre las páginas 216-217 del libro Batallas decisivas del mundo occidental, capítulo dedicado al <<Sitio de Dyrraquium y la batalla de Farsalia>> (48 a. de J.), he encontrado el recorte de aquella tercera de ABC donde César González-Ruano decía adiós.

En esas páginas del libro puedo leer: <<En el fondo de todo aquel sistema, la usura actuaba como un cáncer para la república, y aunque la degeneración resultante fuera producto de la hartura más que de la carencia -o dicho de otro modo: de una violenta indigestión más que de una enfermedad mortal-, raras veces un pueblo ha caído tan bajo como el romano. Desprovisto de ideas religiosas, de moral, de virtudes sociales, aquella masa alimentada gracias a los donativos del Estado, se revolcaba en terribles vicios. El exceso de lujo produjo brutalidad, y esta dio paso a las costumbres licenciosas; como consecuencia, los matrimonios eran escasos y la falta de hijos se convirtió en mal endémico. Para aquellos degenerados, la libertad era libertinaje; en cambio para los plutocrátas significaba poder, beneficios sin cuento y un ilimitado afán de riqueza. Como consecuencia, el dinero llegó a convertirse en el único vínculo entre los hombres>>.

¿Por qué allí el recorte de aquella tercera de ABC? ¿En que estaría yo pensando cuando lo dejé olvidado? ¿Por qué surge ahora de nuevo?

Y todo esto, las costumbres licenciosas que nos traen a no ser españoles ni a amar a España, acabará imponiéndose hasta que desaparezcamos como Roma. La plutocracia se impone.

Una pira enorme se alzará junto a la puerta de las grandes bibliotecas. Se quemarán, uno a uno, todos los libros que pronuncien el nombre de España. Luego se prenderá fuego a las bibliotecas y a todo lo que dentro haya, o haya osado permanecer en su interior y pronunciar el nombre de España; un día.

Y se hará costumbre…, pero yo jamás podré acostumbrarme a dejar de ser español. Sería como ir perdiendo la costumbre de vivir.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

21 octubre 2018