Día de la Constitución. Cercana ya a su 40 cumpleaños y según dicen los políticos ya vieja, muy vieja. ¡Vamos que hay que cambiarla!
Es evidente que tiene algunas cosas que no nos gustan. Por acción y omisión. Entre las primeras destacaría sin duda el artículo 2 en el que expresa con rotundidad la indisoluble unidad de la Nación española para luego meterse de lleno en un grave problema que ellos mismos, los redactores, preveían. Perdónenme la expresión, pero nos la metieron doblada. Lo sabían que iba a suceder. La prueba palpable son las palabras finales del artículo.
Empiezan rotundos: “Indisoluble unidad de la Nación…”
Siguen contemporizando: “Derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones…”
Para terminar, sabiendo que aquí cada una va a ir a lo suyo, predicando: “La solidaridad entre ellas”.
Pues bien, cuando estamos llegando a los cuarenta años de su aprobación vemos que lo de indisoluble está en tela de juicio, las nacionalidades se rebelan y quieren ser naciones y la solidaridad se convierte en una lucha despiadada por el dinero sin importar lo más mínimo el reparto equitativo y solidario. Pero sin duda lo peor de todo es marcar de entrada las diferencias: nacionalidades y regiones. Ahora que nos expliquen lo de nacionalidad sin nación, pero regionalidad con región. Hasta el Diccionario de la lengua española tuvo que modificar la definición y surgieron polémicas que intencionadamente buscaban dejar claro que lo de nacionalidades era porque ellos (catalanes, vascos…, por ahora) eran nación. Y todo el mundo en primer tiempo del saludo.
Lo de solidaridad no hace falta comentarlo. Todos ustedes sufren las injustas diferencias que existen entre comunidades; hasta para curarse o morirse.
Hace unos días el Embajador Melitón Cardona escribía en este blog un artículo espléndido que tuvo muchos lectores y comentarios: ¿Reforma de la Constitución? Con acierto e ironía repasaba los necesarios cambios que creo están en la mente de una gran mayoría. Pero como el mundo de los políticos es distinto al del conjunto de los mortales nadie le hará -ni nos hará- caso, por lo que es mejor volver al dicho virgencita, virgencita, que me quede como estaba. Que no la toquen. Que la cumplan. Que la hagan cumplir. Y mientras todo eso llega: ¡Que no la cambien! Solo pedimos eso que, visto lo visto, no es poco.
Termino con un ruego que llevo tiempo haciendo. Todavía alguien puede hacerme caso y conseguirlo para el próximo año. La Medalla de Oro del Senado y la del Congreso español debería ser entregada por méritos propios a las Fuerzas Armadas. Creo que la petición no requiere ninguna explicación ya que en estos casi 40 años de Constitución nadie ha defendido con tanta fuerza y respeto las libertades, incluso a costa de la vida, que las Fuerzas Armadas españolas.
Tienen un año para pensárselo señores senadores y diputados del Reino de España.
Feliz Día de la Constitución a todos y que dure muchos años.
La Constitución se fundamente en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles.
¿O vamos camino de cambiarlo por la puerta trasera?
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com6 diciembre 2017