LA LEGIÓN CAMINO DEL CENTENARIO (II) 1920-2020 General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez «EL CAMINO DE LOS CABALLEROS»

EL CAMINO DE LOS CABALLEROS

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Valor, Honor… La Legión

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Cien años de Valor

Siguiendo con los artículos destinados a acompañar a la Legión en el Camino del Centenario hoy dedicamos un destacado espacio al Camino de los Caballeros, redactado por nuestro fundador en carta dirigida al caballero alumno del Arma de Infantería, Marcial Sánchez- Barcaiztegui Gil de Sola y recogida en el libro del general Carlos de Silva. Fue con motivo de que este alumno solicitara su ingreso en la Legión, cuando el coronel fundador le respondió con una carta que se convirtió en jalón y jornada del Camino de los Caballeros. Al dedicar este artículo al ‹‹Camino Legionario››, no descubro nada ni esa es mi intención. Solo pretendo divulgar lo más sagrado de la Legión. En cabeza están sus muertos, sus desaparecidos y heridos, héroes, reconocidos o no, incógnitos todos en un solo nombre: La Legión. Le sigue el Credo, base espiritual de la Legión, médula y nervio, alma y rito de ella. Y el Camino de los Caballeros, por donde todo legionario ha andado en su vida de sacrificio rendida al honor y al heroísmo. En esa labor de divulgación hoy quiero recordar las palabras del teniente coronel Millán-Astray a los cadetes de la Infantería española el 13 de diciembre de 1937 exponiéndoles la trayectoria a seguir por los que quieren abrazar ‹‹El Camino de los Caballeros››, el de los legionarios.

‹‹El Honor es: El cumplimiento del deber, es la honra, el mantener la palabra dada, la lealtad al jefe y al amigo, es el espíritu de sacrificio o renunciamiento del propio bien a favor ajeno, es generosidad. El honor es el aroma más puro y más fragante de la vida. ¡Infeliz de aquel que perdió su honor!

El Valor es: La condición esencial del soldado. Todos sentís lo que es el valor, todos lo tenéis en alto grado, la prueba: Que estáis aquí, de donde venís y a donde vais. Valor es cumplir, cueste lo que cueste, con el deber que nos impone la conciencia, la obediencia.

Las manifestaciones del valor son: la ecuanimidad, la bravura y el heroísmo.

La Ecuanimidad es: la serenidad ante el trastorno o el peligro, no exaltarse demasiado con la suerte, ni deprimirse con la desgracia: no temer al  enemigo  porque sea mucho, ni despreciarlo porque sea poco. El valor no ha de ejercerse más que para nobles actos; nada hay más ridículo que el valiente de oficio, el jactancioso de su valor o el que lo saca a relucir apresuradamente, con sus compañeros o con las otras personas, en los naturales razonamientos de la vida social. Ecuanimidad es aguantar, y aguantar es: Aguantar lo inaguantable, lo demás no es aguantar -dice el Samuray japonés-. Tenedlo esto muy presente, no lo olvidéis nunca: Aguantar lo inaguantable.

La Bravura: Que es el valor, ha de ser consciente. El que es bravo, al darse cuenta del peligro reflexiona brevemente y toma la decisión de arrostrarlo y de vencerlo, y la lleva a cabo a pesar de todos los riesgos y si es preciso, llegando hasta a sacrificar la vida. Bravura impetuosa para atacar, bravura tenaz para resistir.

El Heroísmo: Es el valor sublime, hombres valerosos hay muchos. Todos vosotros lo sois, y lo sabéis, pero el héroe no lo es a sabiendas, son los demás los que se lo reconocen, porque el héroe cree que no hizo más que cumplir su deber con honor y con valor, sin pensar que había llegado a las alturas, casi inaccesibles, del heroísmo. La virtud inseparable del héroe es: la modestia.

Las acciones valerosas  se han de llevar a cabo con firmeza de voluntad para mantenerse sin decaer ante la dificultad, con energía que es la fuerza para dominar y vencer la resistencia y llegado el momento decisivo y si es preciso, con ímpetu que es la violencia: Firmeza de voluntad, energía e ímpetu, son condiciones necesarias al valor.

La Cortesía: Es dominar nuestros instintos, nuestras pasiones o nuestros caprichos, en aras de la comodidad y del bienestar ajenos. La cortesía va siempre acompañada de la afabilidad y la sonrisa. Una franca y sencilla sonrisa, en todos los casos y principalmente ante las contrariedades, es la más elegante manifestación  de la cortesía que huye del empaque y del amaneramiento empalagoso. Cortesía es no darse importancia, ni hablar, aún cuando sea con inferiores, en tono campanudo y sentencioso, es una palabra: sencillez; lo contrario es fatuidad.

La cortesía la ofrecemos hasta a nuestros enemigos, ya que: lo cortés no quita lo valiente, según nos dicta nuestro castizo aforismo.

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Empieza la historia de la Legión… Jamás termina

La Patria: ¡Cadetes! La Patria es: ¡El amor que lleváis inundando vuestras almas! ¡A qué voy a pretender daros una definición! Es imposible definir por completo como se ama a la mujer amada. ¿Quién abarca a decir todo lo que se siente por su madre, por su mujer, o por la prometida, virginal y también enamorada? Eso y aún más es la Patria, en su amor se mezclan y confunden en un solo amor: el amor a Dios, el amor a la madre, el amor a la esposa y a los hijos. ¿Sabéis, Cadetes, por qué salisteis a luchar, por qué  habéis sufrido, por qué estáis dispuestos a sufrir, a padecer, a morir gozosos si es preciso? Por ella, por la Patria: por España; por la que querían que negase a Dios, por la que querían vender al extranjero ateo y sin honor, por la que es la dama de vuestros pensamientos, tan bella, tan pura y virginal, tan grande, que después de ella, no hay más que: el Cielo. ¡Vivir para la Patria, morir por la Patria!›› (General Millán-Astray. Fundador de la Legión).

Poco queda por decir. Una lección de vida y amor a España y a la Legión. No existiría la Legión sin un amor tan grande, sin una sensibilidad tan inteligente, sin que un hombre tan clarividente y noble la hubiese creado.

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Cristo de la Buena Muerte. El Cristo Legionario

No existiría España sin hombres decididos y amantes de su idea de grandeza hasta el final, hasta dar la vida por ello. Creadores y seguidores de la obra colosal de la historia desde la sencillez y el amor. Voluntades firmes dispuestas al sacrificio con Honor, Valor, Caballerosidad y Amor. Eso es todo. Es el Camino de los Caballeros, cien años de historia legionaria. Los que todavía caminamos y somos aprendices, junto a los que están a punto de llegar, tenemos una tarea pendiente. Solo acabamos de empezar. Si no estás atento el camino no te lleva a ninguna parte. Cumple con tu deber. Ama a España hasta sus últimas consecuencias. Repasa la historia legionaria, la de sus humildes legionarios, reza y cumple su Credo. Te llevará al cielo donde te espera el Cristo Legionario, el de la Buena Muerte. Es el verdadero sentido de El Camino de los Caballeros.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

(Jefe de la Legión entre 2001-2004)

Blog: generaldavila.com

1 marzo 2017

 

¡AL CIELO CON ÉL! ¡LEGIONARIOS! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

¡AL CIELO CON ÉL! ¡LEGIONARIOS! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

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Fue en Sevilla pero pudo ser en cualquier otro lugar de España. Ocurre al menos una vez al año que se desgarra el alma y convertimos una semana en santa, en la Santa Semana.  Aparece la muerte alzada entre Hermandades y Cofradías, pasión que se siente, una semana al menos en nuestra constante vida penitente.

Se llamaba Ricardo Gordillo Díaz pero era el Balilla. Nombre de guerra de aquellos soldados bajitos y fieros. ‹‹ ¡Díselo al Balilla! ¿Dónde está el Balilla? Pregúntale al Balilla…  lo ha dicho el Balilla››. Heredan el apodo, el estilo, de generación en generación; para eso hay que tener condiciones. Sin ser cabo son más cabo que el cabo de varas. Con veinte años era ya el Balilla. Tenía que haber sido legionario. Ahí es nada. Pero era muy joven y le tiraba mucho Sevilla. ¡Quién sabe! De la misma raza que el legionario de la melódica que nos contaba hace unos días en El Recuadro del ABC sevillano el cabo Burgos. Hacen historia y son historia. La del ingenio y el valor ante la vida. Que es el honor del pueblo. Da lo mismo un roto que un descosido. Resignación siempre, su vida en manos de los demás. Surgen y se elevan en los momentos en los que el alma está al filo de lo imposible. No están hechos para la vulgaridad aunque su vida se vea como algo muy vulgar. ¡Al cielo con Ella! No pudo salir de otro lugar que no fuese el corazón de aquel hombre apodado el Balilla: ¡Al cielo con Ella! Solo cuando algo es verdad trasciende. Aquello ocurrió la madrugada del Viernes Santo de 1952 siendo Ricardo Gordillo Díaz costalero de la Hermandad del Cristo de los Gitanos.100_0377 200

Mandaba yo la Legión cuando un día lo oí: ¡Al cielo con Él! Preparaban mis legionarios la Semana Santa y en sus ensayos fue cuando observé como el cabo de la escuadra de gastadores repetía cada vez que quería motivar a sus legionarios: ¡Al cielo con Él!

Subía el Cristo al cielo como solo puede subir de brazos legionarios. Por un momento quedaba suspendido en el aire. Temblaba aquel madero, del golpe de las manos, temblaba hasta el suelo, de los golpes de las botas legionarias, y temblaba el mismo cielo de ver aquel espectáculo. No temblaban los legionarios.

¡Al cielo con Él! Decir legionario, por aquello de la Buena Muerte, del compañero jamás abandonado, de los cincuenta mil muertos y laureados.jpeg-2

Temblaba el general de tener aquel mando y aquellos hombres tan bravos que convierten hasta la rutina en valor, cualquier cosa que hacen es en ellos lo más apreciado, su deber más sagrado.

¡Al cielo con Él! ordenaba el cabo legionario

Tiene que haber un cielo legionario, pensé. No es fácil alcanzarlo, ser legionario, de verdad, y Él tiene que ser allí capitán, un capitán legionario, el capitán de los legionarios. Un cielo para los valientes por sencillos y humildes legionarios. Para los que nada han sido sino legionarios, para los que eso que han vivido, pobres y olvidados, ha sido ya desde la tierra un cielo, aunque sea legionario, el mejor cielo encontrado. Porque allí juraron su amistad que nunca en otro lugar encontraron. Porque allí nunca se vieron abandonados hasta perecer todos, juntos y hermanados. Un cielo para los hombres bravos, donde no se oye la queja sino el grito de socorro del legionario hermano, donde se obedece hasta morir y morir es el mayor honor cuando te espera la Buena Muerte de ese tu capitán, el Cristo legionario y hermano. ¡Dios mío! Tiene que haber un cielo legionario cuando se muere por tu jpeg-29Bandera y por tu hermano.

¡Al cielo con Él! ordenaba aquel cabo legionario y su voz de mando resonaba como el mandato de la historia de los cincuenta mil muertos legionarios.jpeg-17

El Cristo legionario

Me quedó esta historia que hasta hoy guardo, la del Cristo legionario, ensayando en un patio de armas, velando, orando y llevando la historia de una leyenda de vida y muerte, la leyenda inmortal, la historia, va para cien años, legionaria. Hubo momentos que confundí el Cristo con aquellos legionarios y aunque el cabo ordenaba con potente voz de mando, como general me di cuenta enseguida que el capitán era aquel legionario al que herido sobre el tronco llevaban, al cielo legionario, y que como solo ellos saben gritar, como si de una orden se tratara, orden legionaria, solo se oía un grito: ¡Al cielo con Él! Cristo, capitán legionario.

//Andalucia// 21-4-2011 Malaga Traslado del cristo de Mena Fotografo ANTONIO PASTOR

//Andalucia// 21-4-2011 Malaga
Traslado del cristo de Mena
Fotografo ANTONIO PASTOR

No podía la voz del Balilla estar sola: ¡Al cielo con Ella! Era necesaria la voz legionaria que como una orden, mandara: ¡Al cielo con Él!jpeg-42

¡Dios mío! Tiene que haber un cielo legionario.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com