Vivimos momentos convulsos en los que hasta las estructuras del Estado y los cimientos de la historia de la Nación española no parecen lo suficientemente sólidos para soportar los vaivenes del movimiento sísmico que padecemos. La milicia no es algo ajena a lo que la sociedad vive.
‹‹Cuanto es más eficaz mandar con el ejemplo que con mandato,
Más quiere llevar el soldado, los ojos en las espaldas de su capitán
que tener los ojos de su capitán a sus espaldas.
Lo que se manda, se oye.
Lo que se ve, se imita.
Quien ordena lo que no hace,
deshace lo que ordena››.
Rotundas son las palabras del juramento o promesa a la Bandera:
«¡Soldados! ¿Juráis o prometéis por vuestra conciencia y honor cumplir fielmente vuestras obligaciones militares, guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, obedecer y respetar al Rey y a vuestros jefes, no abandonarlos nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa de España?».
Conciencia y honor, la Constitución, el Rey, ¡España!… y entregar la vida.
Dice la Ley de Carrera Militar: ‹‹La disposición permanente para defender a España, incluso con la entrega de la vida cuando fuera necesario, constituye su primer y más fundamental deber, que ha de tener su diaria expresión en el más exacto cumplimiento de los preceptos contenidos en la Constitución, en la Ley Orgánica de la Defensa Nacional y en esta ley››.
Y así una ley y otra. Podríamos seguir, ley tras ley, reglamento tras reglamento, espíritu tras espíritu. Entregar la vida. Esto no es un juego que permita veleidades.
En lo colectivo, las Fuerzas Armadas deben ser imparciales y profesionales en el cumplimiento de sus funciones. La imparcialidad se consigue por la vía del apartidismo, y la profesionalidad mediante la jerarquía y la disciplina. El deber es el deber y además es ley. Lo dice también el espíritu del soldado.
Uno de los Siete Sabios de Grecia, Solón de Atenas, dejó escrita una máxima: ‹‹Que los ciudadanos obedezcan a sus superiores y éstos a las Leyes». Está claro que la ley debe primar sobre la autoridad ya que esta precisamente se fundamente en el propio ordenamiento jurídico.
Independencia, Constitución, soberanía, monarquía, obedecer y respetar al Rey… Entregar la vida por ello.
Preguntas de soldado que mira atónito su misión y la legislación. “Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría; el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son, caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados”.
‹‹Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir››, dice el Credo de la Legión.
Y se cierra nuestro juramento a la Bandera con la rotundidad de estas palabras:
«Si cumplís vuestro juramento o promesa, España os lo agradecerá y premiará y si no, os lo demandará».
Muchos interrogantes.
Claro que podría ser que yo ya sea un soldado anclado en viejas añoranzas y debiera quedarme en la cuneta dando paso a otro estilo, otra forma de ser y vivir la milicia.
El caso es que conozco y me escriben muchos jóvenes soldados que a pesar de sus dudas siguen con ese espíritu que aquí hemos explicado en más de una ocasión y que expusimos en un vibrante artículo de uno de nuestros colaboradores:
“Mi teniente con usted hasta la muerte”
Eso es para mí ser soldado, ayer hoy y siempre.
Aquí la más principal hazaña es obedecer, dice Calderón.
Remata Quevedo, quien ordena lo que no hace…
El espíritu de los soldados de Flandes y de los soldados de España. Ayer y hoy. Esperemos que también mañana.
Son “Nuestro Soldado”, la unidad de España:
Roto, descalzo, dócil a la suerte,
cuerpo cenceño y ágil, tez morena,
a la espalda el morral, camina y llena
el certero fusil su mano fuerte.
Sin pan, sin techo, en su mirar se advierte
vívida luz que el ánimo serena,
la limpia claridad de un alma buena
y el augusto reflejo de la muerte.
No hay a su duro pie risco vedado;
sueño no ha menester; treguas no quiere;
donde le llevan va; jamás cansado
ni el bien le asombra ni el desdén le hiere:
sumiso, valeroso, resignado
obedece, pelea, triunfa y muere. (Amós de Escalante)
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
5 agosto 2024
