Llamemos a las cosas por su nombre.
He repasado los muchos artículos que he escrito sobre la guerra en Ucrania desde su inicio. En todos, a pesar de convivir con la incertidumbre, he intentado entender lo inentendible y hacerlo manejable para mostrárselo a ustedes de manera asequible. Vemos que las predicciones se han ido cumpliendo y no había que ser muy listo ya que era notorio que esto iba para largo. Porque más allá de lo que hablamos, nadie tiene prisa por acabar esta guerra. Quizá esta terrible frase no se entienda. Requiere un cierto análisis y mirar más lejos de lo habitual y más atrás de lo que acostumbramos. Nos toca vivir una situación que requiere tiempo para asimilarla y ese tiempo ya no es nuestro, estamos sumergidos en su acontecer y no podemos contarlo.
Es tiempo de guerra. Asúmanlo o sigan viviendo. La solución no está en sus manos.
La guerra de Ucrania es solo una grieta en la gran muralla que divide en dos partes al mundo. Nada nuevo, por cierto. Siempre la hubo, incluso hubo épocas en las que se derrumbó, pero pronto volvió a construirse. Rusia no quiere acabar la guerra, por ahora. Ucrania hace lo que le diga Estados Unidos y a día de hoy la situación permanece en stand-by.
Rusia no ganará la guerra, Ucrania tampoco, ninguno perderá, ¿entonces?: no es una guerra de ganadores y perdedores, sino de cambio de rumbo, una guerra mundial, un cambio estructural que llevará tiempo y ni siquiera sabemos si tendrá un final que puedan generaciones futuras narrar o entraremos en una nueva era oscura. Todo está bajo la tutela de la ciencia. Hasta la inteligencia a eso ha sido reducida. Hemos pasado de Platón a la máquina de pensar y la hemos dado vida con los datos incorrectos. Se asemeja más al arquero que dispara y se esconde que al guerrero que muestra las armas en sus toscas manos.
Sustituir al hombre por un muñeco es fácil. Lo difícil es igualar su maldad. No hay máquina que lo haga. Eso lo maneja otra inteligencia irreproducible, inimitable, que siempre llevó cuernos y rabo. La guerra será protagonizada por la inteligencia artificial, pero los que mueran será hombres (con inteligencias robadas) sin cuernos ni rabos. Y se matan unos a otros con o sin máquinas.
«Si la guerra fuese exclusivamente una ciencia el hombre dejaría de hacerla. Ni siquiera merecería la pena escribir sobre ella. Es más que ciencia, algo íntimo, intrínseco a su naturaleza: un arte. Por ello la narra en hexámetros un supuesto poeta: Homero. Desde entonces, a pesar de que la voluntad de destrucción del ser humano no tiene límite, sigue siendo el arte la única capacidad o habilidad de la que dispone para acabar con ella con una cierta dignidad» (Jenofonte V).
Solo nos salvará el hecho de que haya algo más que Ciencia. Si no es así estamos perdidos.
La invasión de Ucrania no fue una sorpresa. Los Servicios de Inteligencia de los Estados Unidos de América conocían los planes rusos y gracias a ello Rusia no ocupó Kiev ni alcanzó el Dniéper para dominar definitivamente el Donbás y los mares Azov y Negro que era su verdadero objetivo estratégico. La invasión generó en guerra. Rusia lo había preparado, lo estaba, pero mal y equivocada por culpa de hacer la guerra solo con visión política. Su objetivo estratégico era y sigue siendo incierto y, para combatir, la táctica no la tenían depurada. El que mucho abarca poco aprieta. Su Estado Mayor y sus generales han hecho durante dos años una guerra lamentable en lo táctico, basada únicamente en la destrucción de sus hombres, en las masas, en el fuego y el obstáculo renunciando a la maniobra hábil y a la sorpresa táctica para evitar arrojar hombres al frente como si fuesen bots.
Su gran fallo no superaría un examen de ingreso en ninguna escuela de Estado Mayor.
A día de hoy las cosas han cambiado.
Rusia ha aprendido de sus errores. Ha reestructurado sus grandes unidades. Ha movilizado a un gran ejército. La industria militar de guerra es nueva y eficaz. Ha superado el aislamiento económico y dispone de nuevos y poderosos aliados. Solo una, no probable, desestabilización interna puede acabar con la guerra de la que está saliendo fortalecida.
Ucrania depende cada día más de occidente. Sus unidades con gran experiencia de combate se ven mermadas de personal y para la movilización cada vez dispone de menos gente joven en edad de combatir. Sus campos de cereal son chatarra bélica. Su industria de armamento no existe al verse en constante amenaza. Cada vez es más difícil mantener sus posiciones. Solo una mayor implicación material y moral de occidente puede hacer cambiar las cosas.
La guerra está en un punto que podríamos definir como equilibrio inestable.
Todo depende de las elecciones en los Estados Unidos de América.
Es tal el temor que Europa rompe su Alianza Atlántica, a todas luces insuficiente, titubeante ante el fenómeno Trump, así que comienza cada nación a pactar alianzas por su cuenta y en Europa entra la fiebre guerrera.
«El presidente de uno de los países grandes tomó la palabra y me preguntó: ‘Si no pagamos y somos atacados por Rusia, ¿nos defenderíais?’. Le dije: ‘¿No has pagado? ¿Estás en deuda? Entonces no, no te protegería. De hecho, los animaría (a los rusos) a hacer lo que quisiesen. Tienes que pagar. Tienes que pagar tus cuentas». Es palabra de Trump y es que esto es la guerra. Una guerra mundial en la que estamos todos, queramos o no.
Es la guerra. ¿O qué te habías creído?
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
21 febrero 2024




