40 aniversario de la Constitución española. Durante este tiempo dos amenazas han ensombrecido nuestra convivencia: el terrorismo y el independentismo.
La ETA, que sigue, después de asesinar durante años recoge sus frutos. Dicen que hemos acabado con el terrorismo. Un expresidente del Gobierno se jacta del triunfo. Los terroristas no han desaparecido y mandan. El resto traga sapos y culebras. ¡Desde aquel día que el Tribunal Constitucional…!
La semilla de la secesión sembrada en Cataluña y en el País Vasco da sus frutos. El independentismo ya no es una amenaza sino un hecho contrastado al que solo le falta el último empujoncito; en eso están unos y otros. Los independentistas mandan. El resto obedece y empuja.
Les voy a contar lo que nadie cuenta, pero todos saben, el nombre de la trampa en la que hemos caído: El Pacto de Waterloo.
Todo empezó con la aplicación del 155. Podría ser que incluso los primeros pasos se diesen con el caso Pujol, ¿recuerdan?: ¿Qué coño es esto de la UDEF? (octubre 2015).
Rajoy aplicó un 155 de mínimos, solo en apariencia (octubre 2017). Quería evitarlo, pero no pudo: la cárcel para Junqueras y compañía (noviembre 2017). Era la señal de salida.
El independentismo catalán, burgués y tradicional, el de los ricachones, dijo: ¡Basta, hasta aquí hemos llegado!
Interior estaba a otra cosa y el CNI, pues no sabemos muy bien. El caso es que la maquinaria se puso en marcha, la orden se cursó con rapidez y diligencia. Estaba firmada. Waterloo (febrero 2018).
Junio 2018. A todos nos extrañó aquella moción de censura inesperada, fulminante como el rayo. En escasas dos semanas habíamos cambiado de Gobierno.
¡Menudo cambio!: sin apenas oposición parlamentaria, con el presidente del Gobierno buscando las tablas en un restaurante, huyendo del reto parlamentario, sin oposición, y con un pueblo atónito y sorprendido. Ganaron independentistas, comunistas… ¿Qué sabía Rajoy?
El independentismo, los sucedáneos del terrorismo, y demás <<gente de bien>> habían ganado por la mano. Era el Pacto Belga, el Pacto de Waterloo. Un muñeco a la presidencia y a continuar el camino: las elecciones cuando nosotros digamos. Mandones nosotros: ¡poned a un mandarín!
Era aquel artículo de Unamuno; el último: Mandarines y no Mandones. Encaja.
<<Al español lo que no le gusta es mandar […]. Le gusta ocupar el puesto de mando, pero no mandar, sentarse en la presidencia, pero no presidir […] Ocupar el puesto de mando y vivir en él>>.
Pedro Sánchez era el muñeco perfecto. Pero su limitada capacidad ha puesto en riesgo el Pacto de Waterloo. Había que ponerse en marcha. Urgente.
<<Hay que cuidar la mayoría de la moción de censura. Nosotros lo estamos haciendo>>, dice sin pudor Pablo Iglesias después de reunirse con Urkullu, miembro del Pacto.
Antes ha hecho la ronda de la vergüenza en la cárcel: dialoga y pacta. ¿En nombre de quién?
Zapatero se acaba de reunir en un caserío de Elgoibar con un terrorista, Arnaldo Otegui: ¿En nombre de quién?
Eso es todo. Cuarenta años que nos deberían haber llevado a ser una gran nación. Hemos caído en el cepo.
No ha sido hoy. Se ha ido elaborando cada hora, cada día, cada año: durante 40 años.
Aniversario de la Constitución española: 40 años. Queda comunismo, terrorismo e independentismo. ¿Algo que celebrar?
Puede que nos lo merezcamos. Unas sabias palabras del profesor Gabriel Albiac en La sinagoga vacía me sirven de explicación:
<<La multitud, que nada desea más que servidumbre, acaba necesariamente por odiar a quien gobierna sin ajustarse a la convenida balanza de corrupción y despotismo: a la sabia dosificación de ambos llama la multitud política>>.
<<¿Qué desean las masas? Ser siervas: porque ninguna interrogación, ninguna duda ni angustia hay en la servidumbre; todo en ella es compacto, idéntico, todo es seguro; no existe certidumbre mayor que la del siervo; no existirá; el siervo lo sabe. Por eso, a nadie ama con mayor sinceridad la muchedumbre que a su amo; mejor, si tirano; óptimo si verdugo>>.
Ellos mandan nosotros somos siervos. Mandarines en manos de los mandones. Y a vivir que son dos días. Eso sí: todos nos quejamos.
Vuelvo, para cerrar, con Unamuno: <<El pueblo necesita un mesías -digamos un cacique- y lo busca, y si no lo halla, lo inventa>>.
Tenemos mandón, cacique y mesías, todo en uno. Y mandarín. Pongan ustedes los nombres. Y una Constitución que no se cumple ni se obliga a cumplir.
¿Aquí quién manda?
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
23 octubre 2018