Interjección onomatopéyica utilizada para imitar el ruido de un golpe o de una explosión.
¡Bum! Golpe y explosión en el Congreso de los Diputados. Tocaba el Brexit y lo de la venta de armas a Arabia Saudí. Los británicos están tranquilos porque ven como el doctor Sánchez pasa de Gibraltar.
Lo de las bombas… Esas bombas que ahora sí se venden, ahora no, que si los derechos humanos, que si los puestos de trabajo, que si esto es un lío, que si sí, que si no; que esto es el gobierno y no la oposición, que aquí las cosas no son tan fáciles, que tengo que dar la cara y me la van a partir, que las elecciones en Andalucía, los presupuestos, que no me compliquéis más la vida.
Bombas que no eran tan precisas como decían y con las que la ministra de Defensa ha metido en la boca del lobo a todo el Gobierno, con el presidente a la cabeza y que ahora echa más leña al fuego mientras hace pimpampum, buscando su momento de gloria.
El presidente nunca supo lo que decía, nunca lo que hace. Bombas precisas (?) e imprecisión intelectual entre los que dicen una cosa y hacen la contraria. ¡Esa es mi izquierda!, la incongruente, la ya conocida por desconocerse ella misma. Ahora, en una crisis terminal, se agarran a lo que sea, incluso a los pactos más siniestros. Como bien estamos viendo.
Ante eso no quedaba otra alternativa. Y hubo explosión: ¡Bum!
Porque el tema no son las bombas sino el golpe, el de Estado. Ese sí que ha hecho ruido y daño. Sigue haciéndolo.
El ruido de un golpe: ¡Bum!
Ese era el debate. Ese es el problema de España. Ese es el ¡bum!: el golpe de Estado.
Al fin, un líder brillante, el recién estrenado presidente del Partido Popular, Pablo Casado, le ha dicho al presidente del Gobierno del reino de España cuatro cosas bien dichas. Preciso, claro y rotundo, sin papeles aprendidos, a cara descubierta y sin tapujos: << ¿No se da cuenta de que es partícipe y responsable de un golpe de Estado?>>
Las verdades duelen y se ha notado.
Tocado. Uno de cuatro: <<… usted y yo no tenemos nada más que hablar>>. Por supuesto. Nada de qué hablar con los golpistas o con los que les apoyan, o en ellos se apoyan, para gobernar. ¿Se lo repito? Nada. Ese es el camino. Quien está contra España está contra mí y los que me votan. Hablemos claro de una vez y que todos nos entiendan, sepan quién está con España y quién contra ella. Así de sencillo.
Y se ha hablado de lo que hay que hablar: del golpe de Estado. Los golpistas y sus apoyos se han puesto nerviosos. Los argumentos que usa el golpismo se repiten: sacan a relucir a la ultraderecha y los fusilamientos.
El problema de España, ahora, hoy, no son las bombas de precisión vendidas a Arabia Saudí; no es el Brexit. El problema de España, ahora, hoy, es la misma España.
Hay que quitarse la careta de una vez por todas. O conmigo o contra mí.
Y dejar de leer el manuscrito de siempre, el que se pasan unos a otros en cuanto les llevas la contraria. No nos engañen más. Hablen a cara descubierta, sin acuerdos ocultos, sin papeles escritos por otros; sobre todo hablen con vergüenza esa que alguno suele dejarse en el recuerdo si es que alguna vez la tuvo.
<< ¿No se da cuenta de que es partícipe y responsable de un golpe de Estado?>>.
Y si no quiere usted oír la cruda verdad, doctor Sánchez, señor presidente, rompa con los independentistas y comunistas. Convoque elecciones.
No se esconda. Dé la cara. Empecemos por ahí.
Con España o contra España.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
25 octubre 2018
Blog: generaldavila.com