
«Rusia sí es Europa»
El Foro Económico Internacional de San Petersburgo 2016 celebrado recientemente demuestra el interés común de Rusia y de la Unión Europea (UE) en superar la situación actual de mutuas sanciones económicas que tanto daño están haciendo a ambas partes.
Como todos podemos recordar las sanciones fueron impuestas por la Unión Europea para dar a Rusia una fuerte señal de desacuerdo con la política de hechos consumados llevada a cabo por el Presidente Putin, primero con la invasión e inmediata anexión de Crimea y después con la practica invasión de la franja, al parecer pro rusa, de Ucrania.
Las sanciones europeas y la bajada del precio del petróleo están produciendo un daño considerable a la economía rusa pero también a las economías occidentales que están sufriendo lo suyo por la suspensión de las importaciones rusas de productos agropecuarios europeos, suspensión de la que, a su vez, se están aprovechando productores rusos. En resumen, se ha producido un efecto acción – reacción perjudicial para todos y del que todos quieren salir como se deduce de las declaraciones de los principales participantes en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo.
En primer lugar, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, invitado especial de Putin en el mencionado Foro Económico Internacional animó al presidente ruso, a “dar pasos” para reanudar el diálogo perdido por la crisis de Ucrania. De igual modo, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, habló a favor de tender puentes entre Moscú y Bruselas en defensa de los «valores comunes» y para favorecer la economía tanto occidental como rusa.

«Rusia sí es Europa»
Esta visión de Renzi y Juncker seguramente coincide con la visión de Ángela Merkel y de otros socios de la UE en lo que parece una apreciable divergencia con la política exterior de los EEUU sobre cómo hacer frente a un serio problema político y de seguridad común. La visión norteamericana, representada por el Secretario de Estado Kerry, y al menos el 80% de la opinión pública americana, encontraría lícito armar a Ucrania para que pudiese defenderse de la invasión de las fuerzas especiales rusas. Esta posible solución del problema parece muy desacertada y difícil de entender si la comparamos con la solución que propicia Alemania y la UE en su conjunto. Estaríamos por tanto, y parece que por primera vez, ante un principio de política exterior europea propia e independiente de la norteamericana, germen de una política exterior común que tanta falta le hace a la UE para alcanzar la verdadera integración política que al menos la mayoría de sus miembros desean.
La respuesta de Putin a las invitaciones de Renzi y Juncker fue la siguiente: «La actual tensión geopolítica está vinculada en buena medida a la incertidumbre económica y al agotamiento de las antiguas fuentes de crecimiento» y, admitió, que “esta tensión puede incrementarse e incluso ser promovida de manera artificial”. Putin advirtió de que el mundo puede caer en una nueva «guerra fría» si la OTAN continúa aumentando su presencia militar junto a las fronteras de Rusia y se mostró convencido de que nadie quiere volver a los tiempo de la confrontación. Lo que significa que Putin tiene una fuerte percepción de amenaza que podría ser la causa, o estar en el origen, de sus intervenciones militares en países que antes de la caída de la unión soviética podía considerar como un cinturón de seguridad que protegía a Rusia y que ahora ha perdido en beneficio de la Alianza Atlántica. Si a ello añadimos el escudo de misiles en principio diseñado para proteger al territorio europeo de la amenaza iraní, pero que también es eficaz contra posibles misiles lanzados desde territorio ruso, podremos afirmar que la percepción de amenaza rusa tiene un fundamento cierto que debemos de reconocer.

«Russia sí es Europa»
¿Qué puede hacer la UE en relación con Rusia en un mundo cada día más interdependiente y globalizado? Parece que de un modo primordial y urgente se deben de dar a este inmenso país, tan vital para la seguridad y la economía europea, señales claras y nítidas sobre el interés de la UE y de la OTAN de eliminar cualquier forma de amenaza, confrontación o disputa territorial que pueda poner en peligro la seguridad de Rusia. Pero, ¿cómo hacerlo?
En primer lugar parece primordial reconocer la condición europea de Rusia. ¿Quién la puede negar hoy? Es verdad que hay muchas circunstancias, todas de carácter histórico, que han separado a Rusia de Europa, circunstancias que la evolución de los acontecimientos está obligando a superar. La conocida globalización está jugando a favor de un acercamiento de carácter inexorable entre Rusia y el resto de los países europeos. Este proceso de aproximación mutua es ahora mucho más fácil que en el pasado. El proceso de unión europea tampoco fue fácil especialmente para nosotros los españoles que tuvimos que pagar una importante factura, apertura de la verja de Gibraltar incluida, y que pagamos de muy buen grado, porque, en su conjunto, los españoles percibíamos que es precisamente dentro una Europa fuerte y unida donde España puede encontrar la solución a sus propias contradicciones internas, tantas veces creadas artificialmente. Y, naturalmente, Rusia tendrá que pagar también su factura y creo que lo hará de buen grado dadas las inmensas ventajas que puede lograr a cambio. El pueblo ruso, como otros pueblos, también está ansioso de vivir en plena libertad.
En segundo lugar tendremos que aceptar que un factor determinante para el ingreso de Rusia en Europa es su condición cristiana por lo menos desde hace más de mil años. Hasta el presidente Putin reclamó la condición ortodoxa de su país ante la presión islamista que invade todo el continente europeo. Rusia es mucho más Europa que lo puede ser una Turquía al borde del islamismo gracias a un político de personalidad incierta como es Erdogán. La Turquía de Ataturk, en su concepto organizada como un estado laico, parece que podría haber sido una candidata de integración más fácil en la UE porque la actual islamizada Estambul se aleja cada vez mas de su personalidad cristiana que tuvo cuando se la conocía como Bizancio o Constantinopla.
La noticia que se acaba de publicar sobre la prolongación por parte de la UE de las sanciones económicas a Rusia por un periodo de seis meses demuestra que aún hay mucho camino que recorrer para alcanzar la meta que se propone en este escrito y que se apoya en hechos incuestionables:
– Los grandes representantes de la cultura rusa también son considerados representantes de nuestra propia cultura. ¿Quién no admira como propios en la UE a maestros de la música o de la literatura como Tolstoy, Chekhov, Tchaikovsky, Dostoevsky, Stravinsky, Rimsky-Korsakov, Prokofiev, Pasternak, o Sajarov, por poner solo un ejemplo? A pesar de ello, el caso es que, quizá por el cierto aislamiento en el que vivió el pueblo ruso en épocas pasadas, en la Rusia de hoy aún hay sectores sociales que dudan de su identidad europea. Pero ese es un sentimiento normal después de siglos de recelos y desconfianzas. Hasta en la propia UE, como todos bien sabemos, también hay detractores del proyecto europeo. Pero todo parece indicar que nuestro proceso de integración europeo no tiene marcha atrás por obligadas razones de economía y de seguridad.
-Desde la ampliación de la UE a 27 miembros, Rusia es su mayor vecino con 2.200 kilómetros de frontera. Rusia conserva uno de los mayores arsenales de armas nucleares cuyo control es clave para la seguridad de Europa.
– Debemos de tener en cuenta que, aprovechando los recursos provenientes de la exportación de petróleo, el Presidente Putin ha podido caer en la tentación de reconstituir el poder militar de Rusia y promover así la consolidación de las industrias relacionadas con la defensa y aumentar nuestra percepción de amenaza. La caída de los precios del petróleo y las sanciones europeas han puesto al Presidente ruso en una situación muy difícil que le obliga al dialogo y a la negociación con sus imprescindibles interlocutores europeos.
– Rusia es el primer suministrador de la UE. Cerca del 70% de las exportaciones rusas de productos derivados de combustibles fósiles van dirigidas a Europa y constituyen su principal fuente de ingresos. Esto hace que para Rusia la UE sea el principal mercado para sus exportaciones y, a su vez, para la UE Rusia es el tercer socio comercial después de los EEUU y China. Rusia es además un destino de creciente importancia para la inversión europea (el 70% de la inversión extranjera en Rusia en los últimos años procede de la UE). Así pues, los intereses de ambos bloques son coincidentes y propician una unión cada vez mayor.
Con Rusia dentro de la UE esta podría convertirse en una potencia mundial. Desaparecerían multitud de conflictos como los de Siria, Irak y muy probablemente Afganistán. China, que tiene su propio concepto de la Historia, se vería más obligada que nunca a conceder a su pueblo libertades que hoy le niega. Los EEUU tendrían las espaldas cubiertas por el Este. Y el océano Atlántico sería un nuevo Mare Nostrum.
En un ambiente de generalizada estabilidad y seguridad el problema de los refugiados, y hasta de la inmigración legal, se iría resolviendo de una manera progresiva, en beneficio de todos, porque una Europa de tal naturaleza sería vista no solo como un oasis de paz y libertad, referencia para el mundo entero, sino también como una fortaleza difícil de amenazar.
Todo parece indicar que en nuestra flamante Estrategia de Seguridad Nacional debería de incluirse una línea de acción estratégica a cumplir por nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación: propiciar que Rusia y la UE inicien un proceso de negociación que pueda finalizar en la integración de Rusia, como miembro de pleno derecho, dentro de la UE.
Aurelio Fernández Diz
CN (R)
Foro de Pensamiento Naval.
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