El 16 de septiembre de 1974 estaba destinado, como teniente, en la 2ª Compañía de la VII Bandera en Smara (Sahara español).
Compartía habitación con el teniente Durán Molano de mi promoción, cuando en la madrugada de ese día un enlace golpeó la puerta llamándole, para que se presentara en el puesto de mando de la Bandera, porque estaban llamando a lo señaladores de objetivos aéreos. Lío va haber, pensé, y traté de dormir un poco más por lo que pudiera venir. Fue inútil.
La campana de bronce, que estaba en el cuerpo de guardia, empezó a repicar con energía. Salté de la cama, cogí la pistola y la mochila de combate y salí corriendo. El que tocaba la campana era mi capitán, Dieste Longas, que me urgió a salir con mi sección del acuartelamiento, con la indicación apresurada que un radar de Canarias había detectado una formación de aviones de transporte rumbo a Smara, desde el norte, temiéndose que fueran paracaidistas marroquíes.
Los vehículos de las secciones de fusiles siempre estaban preparados para salir. Mi sección fue la primera en estar lista y me dirigí a la puerta del cuartel, y le pregunté a mi capitán ¿Dónde voy?, y me contestó escuetamente ¡A los Civiles!
Los Civiles eran unas garitas de mampostería sobre la carretera de llegada a Smara, utilizados esporádicamente por la policía territorial, para controlar el acceso.
Llegué a los Civiles y desplegué a la sección a caballo de la carretera, que venía del norte. La posición era muy buena, dominaba la Saguia al-Hamra y sus accesos, sobre todo su cruce con la carretera, y con muy buenos campos de tiro despejados. Además una ondulación del terreno, paralela a la Saguia, nos proporcionaba cierta protección, aunque el color verde de nuestros uniformes no era muy adecuado para pasar desapercibidos.
Entonces me doy cuenta que la orden es insuficiente por escueta, y no consigo enlazar con radio con nadie, ni establecer contacto físico o visual con unidades propias. Cosa bastante normal en aquella época. Doy la orden a mis pelotones de defensa a toda costa.
Cuerpo a tierra, pasaba el tiempo lentamente, el sol iba levantándose y a vanguardia no se observaba nada anormal. Dos aviones Saetas nos sobrevolaron, siguiendo la carretera hacia el norte y muy pegados al suelo. Esto siempre levanta la moral y pensé que iban de reconocimiento para establecer contacto con el presunto enemigo.
Mi capitán viene a verme por la tarde, y me dijo que desplegara más atrás, junto al resto de la Bandera. Le hice ver que íbamos a perder una magnífica posición, porque perdíamos el dominio por la vista y por el fuego del cruce de la Saguia. Sí, me contestó, pero la orden es la orden.
Le pregunté las órdenes que había en caso de ataque, y me comentó que era de repliegue sobre la población. Le contesté cual había sido la mía, al no tener ninguna, y que me parecía inviable ese repliegue bajo presión enemiga, porque nunca nos habíamos instruido, ni ensayado nada parecido
Al día siguiente, por la mañana, aviones de transporte empezaron a aterrizar en el aeródromo de Smara, con un batallón del Regimiento Canarias 50, que ocupó las posiciones defensivas ya preparadas para la defensa de Smara. La Bandera se replegó, a las 14 horas, a su acuartelamiento, para constituirse en reserva del subsector. Pero eso ya es otra historia.
Parece ser que los supuestos aviones enemigos de transporte fue una falsa alarma, provocada por alguna distorsión de las señales recepcionadas por el radar.
Salvador Fontenla Ballesta, General de Brigada (R.)
29 mayo 2019
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