No entiendo cómo la izquierda española, la de los eslóganes y mítines cerveceros no se echa a la calle con el viejo cartel del «No a la guerra» ya que tantas ganas de guerra tienen. La suya y con sus armas. Por ahora ganan, pero nos están dando gato por liebre.
Cuando utilizo el término guerra lo hago de acuerdo con los parámetros militares y no el de los modernos politicólogos subvencionados.
España, de acuerdo con el algoritmo manejado por los intereses de la industria de las armas, se sitúa entre las veinte principales potencias militares del mundo. Parece ser que hace la número veinte. Además de eso nos estamos convirtiendo en una de las principales potencias exportadoras de armas al mundo entero, incluidos los países árabes, Europa, del norte y del sur, las Américas y más allá, creo que incluso más acá. Sin la menor duda. Que se maten entre ellos.
No a la guerra. Sí a las armas. Si la hacen con nuestras armas, con las que fabrican nuestros amigos del cole y de partido y sin nosotros. Rentabilidad. Hasta ahí de acuerdo.
Las armas son una fórmula de disuasión, dicen los expertos en armas que los hay en todos los negocios. La figura de Aquiles se queda encogida ante tanto luchador musculado en gimnasios y estrictas dietas que impone el partido.
Lo que no saben estos modernos guerreros es que su capacidad armamentística y sus científicos y técnicos conocimientos de nada valen en la guerra. La única y auténtica fórmula válida y disuasoria es la vieja y conocida voluntad de vencer. Ahí está el truco de nuestra subida del presupuesto de Defensa y el impulso a la industria del armamento: fabricar armas y desmontar la voluntad de vencer de la nación. Esa voluntad es un factor integrador de la conciencia de nación, de la unidad e integridad territorial y quizá el único obstáculo (más fuerte que la Ley) que puede evitar el desmembramiento de España. Para manejar sus apoyos y así seguir en el Gobierno necesitan anular el sentimiento de España como nación y ese espíritu que encabezan los ejércitos transmitido generación a generación y sellado con la sangre de millones de españoles. Roto ese eslabón de la cadena que nos une con el pasado y nos hace fuertes para el futuro por muchas armas que tengamos y mucha escalada en la clasificación de «ejércitos más potentes» no somos nadie ni nada. Nuestros cañones disparan ideología (por un tubo).
Todo esto ha tenido un recorrido que no ha sido fácil, aunque otros partidos con su culpable inocencia o visceral postura (sin inteligencia) les han alfombrado el camino y siguen haciéndolo.
En el proceso han sabido disponer de tres bazas fundamentales:
-Dominar una gran empresa -la mejor-de tecnología
-Dominar una gran empresa de armamento
-Dominar una gran empresa mediática
Conocidas por todos no es necesario ponerle nombre ni apellido. Forman parte del partido.
La cabeza de nuestros generales y almirantes desborda de alegría. ¡Armas!, que es la voz ejecutiva del ¡Firmes!
Ahora solo les hace falta definir de manera clara quién es nuestro enemigo y llevar a cabo el planeamiento adecuado para nuestra Defensa. Defensa ya que el ataque es un término que ha desaparecido de nuestra Doctrina militar. «No tenemos enemigos» es la orden.
Armas para no usar, letras para no entenderlas, gobiernos para incumplir la Ley y aliados para abandonarlos en cuanto suena el primer disparo.
¿Podría ser esto el inicio de una catarsis en la que alguno (s) tengan (n) tarde o temprano que dar cuenta de sus acciones ante la ley moral (y la legal) de todo un pueblo traicionado? Dios quiera que no sea tarde.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
Blog: generaldavila.com
17 enero 2024