EL POTENTE EJÉRCITO ESPAÑOL Y EL «NO A LA GUERRA». Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

No entiendo cómo la izquierda española, la de los eslóganes y mítines cerveceros no se echa a la calle con el viejo cartel del «No a la guerra» ya que tantas ganas de guerra tienen. La suya y con sus armas. Por ahora ganan, pero nos están dando gato por liebre.

Cuando utilizo el término guerra lo hago de acuerdo con los parámetros militares y no el de los modernos politicólogos subvencionados.

España, de acuerdo con el algoritmo manejado por los intereses de la industria de las armas, se sitúa entre las veinte principales potencias militares del mundo. Parece ser que hace la número veinte. Además de eso nos estamos convirtiendo en una de las principales potencias exportadoras de armas al mundo entero, incluidos los países árabes, Europa, del norte y del sur, las Américas y más allá, creo que incluso más acá. Sin la menor duda. Que se maten entre ellos.

No a la guerra. Sí a las armas. Si la hacen con nuestras armas, con las que fabrican nuestros amigos del cole y de partido y sin nosotros. Rentabilidad. Hasta ahí de acuerdo.

Las armas son una fórmula de disuasión, dicen los expertos en armas que los hay en todos los negocios. La figura de Aquiles se queda encogida ante tanto luchador musculado en gimnasios y estrictas dietas que impone el partido.

Lo que no saben estos modernos guerreros es que su capacidad armamentística y sus científicos y técnicos conocimientos de nada valen en la guerra. La única y auténtica fórmula válida y disuasoria es la vieja y conocida voluntad de vencer. Ahí está el truco de nuestra subida del presupuesto de Defensa y el impulso a la industria del armamento: fabricar armas y desmontar la voluntad de vencer de la nación. Esa voluntad es un factor integrador de la conciencia de nación, de la unidad e integridad territorial y quizá el único obstáculo (más fuerte que la Ley) que puede evitar el desmembramiento de España. Para manejar sus apoyos y así seguir en el Gobierno necesitan anular el sentimiento de España como nación y ese espíritu que encabezan los ejércitos transmitido generación a generación y sellado con la sangre de millones de españoles. Roto ese eslabón de la cadena que nos une con el pasado y nos hace fuertes para el futuro por muchas armas que tengamos y mucha escalada en la clasificación de «ejércitos más potentes» no somos nadie ni nada. Nuestros cañones disparan ideología (por un tubo).

Todo esto ha tenido un recorrido que no ha sido fácil, aunque otros partidos con su culpable inocencia o visceral postura (sin inteligencia) les han alfombrado el camino y siguen haciéndolo.

En el proceso han sabido disponer de tres bazas fundamentales:

-Dominar una gran empresa -la mejor-de tecnología

-Dominar una gran empresa de armamento

-Dominar una gran empresa mediática

Conocidas por todos no es necesario ponerle nombre ni apellido. Forman parte del partido.

La cabeza de nuestros generales y almirantes desborda de alegría. ¡Armas!, que es la voz ejecutiva del ¡Firmes!

Ahora solo les hace falta definir de manera clara quién es nuestro enemigo y llevar a cabo el planeamiento adecuado para nuestra Defensa. Defensa ya que el ataque es un término que ha desaparecido de nuestra Doctrina militar. «No tenemos enemigos» es la orden.

Armas para no usar, letras para no entenderlas, gobiernos para incumplir la Ley y aliados para abandonarlos en cuanto suena el primer disparo.

¿Podría ser esto el inicio de una catarsis en la que alguno (s) tengan (n) tarde o temprano que dar cuenta de sus acciones ante la ley moral (y la legal) de todo un pueblo traicionado? Dios quiera que no sea tarde.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

17 enero 2024

ESPAÑA ANTE LA GUERRA. NADIE SE FÍA DE NOSOTROS Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El EMAD. Imagen obtenida de su página web.

El puesto de mayor nivel de nuestros Ejércitos y Armada, Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), lo ocupaba un pajarito que cantaba en primavera «No a la guerra», un individuo que bajo un uniforme alado ocultaba su forma íntima y peculiar manera de pensar, algo muy válido, pero que en este caso hubiese sido más honrado haberse declarado objetor de conciencia antes de aceptar el puesto que le hacía responsable de mantener no solo materialmente a punto a las Fuerzas Armadas, que es muy importante, pero en ocasiones no decisivo, sino tenerlas armadas moralmente. Ar-ma-das. Doy fe de que no fue así por mucho que intentase disimularlo. Era como tener un Papa que no creía en Dios. Lo malo es que no era el único, estaba acompañado de todo un equipo de cantores a la primavera, era algo organizado desde dentro, nata y fresa, pero aquellos otros han corrido mejor suerte en lo mediático y económico para después de ocupar puestos (a un lado y otro del espectro político) desde donde han aprendido interioridades y secretos de muchos (y muchas) han salido bien protegidos y premiados. Quiero decir que ha aumentado su nómina, han pasado como si aquí nada hubiese sucedido en aquellos años tan definitivos y definitorios para España y sus Fuerzas Armadas, de los que ni se han recuperado ni están en vías de hacerlo.

Todo esto, que a algunos les parecerá muy bien, no es solo un problema de falta de fiabilidad en materia de Defensa. Lo más grave es que en lo económico nos pasa algo parecido. Pregunten al presidente del Gobierno por qué piensa una cosa y hace la otra. Por qué la hipocresía domina su vida política. En el viaje de Sánchez a Abu Dabi, dicen sus íntimos, que se le ha atragantado el sapo, pero no ha habido más remedio. Allí han tomado nota y ha quedado comprobada su importancia moral y material. Lo malo es que esa visión que existe de nuestra mediocre política se generaliza en el mundo.

España camina a su insignificancia militar, política, económica, y todo ellos tiene dos nombres: Zapatero-Sánchez, aunque por mucho que se escondan otros políticos del socialismo, ellos también deben asumir su culpa, y muy grande, por no plantar cara decididamente. Pasa con la derecha que con tal de ser, y querer ser, no son ni unos ni otros.

Se nos olvidan las cosas, pero no a los responsables cuando tienen al enemigo en términos militares enfrente, y anotado en su Diario de Operaciones que las Fuerzas Armadas españolas estuvieron en manos de un elemento que cambió el uniforme militar por uno partidista y comunista que preconiza el «no a la guerra», y, lo que es infinitamente peor, forma parte del Gobierno de España.

Sepamos dónde estamos y que baza jugamos antes de echarnos las manos a la cabeza y hablar de estrategia en boca de tanto estratego que todavía no se ha enterado de donde está y quienes somos.

El problema de España a nivel internacional, político y militar, no es otro que tener un Gobierno donde manda el «no a la guerra», el comunismo y los herederos del terrorismo.

Todo esto nos ha llevado de manera persistente a que ninguno de nuestros generales o almirantes hayan presidido el Comité Militar de la OTAN, algo muy sospechoso.

Esto que les cuento, ¿es importante? Tanto que es extensible a la empresa, a los puestos de trabajo, a la reforma laboral… Sí: al futuro de España y a su economía.

Pongan flores en los cañones y encima no las rieguen. El que les dio la flor se encargará de que se seque y pondrá una fábrica de misiles en la nube: de nuestros sueños. No es que Europa sea un ejemplo a seguir y los Estados Unidos el primo de Zumosol, pero lo nuestro es peor por falta de fiabilidad, que es la cualidad de fiable. No lo somos.

Ya saben cual es el problema de la guerra: Ninguna nación occidental se fía de nosotros. De nuestros políticos. Ni siquiera  Putin.

Yo tampoco.

¡Y saber que tenemos a los mejores soldados del mundo!

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

17 febrero 2022

LA GUERRA Y LAS RESOLUCIONES DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

«Por regla general, hacer la guerra no es lo mejor. Solo la necesidad debe obligar a emprenderla. Independientemente de su resultado y su naturaleza, los combates resultan funestos incluso para los propios vencedores. Únicamente hay que librarlos si la guerra no se puede conducir de otra forma. Si al soberano le mueven la cólera o la venganza, no debe declarar la guerra ni movilizar tropas».

Estas sabias palabras de Sun Tsé están separadas de nuestros tiempos por una evolución en el pensamiento que trajo terribles combates —dialécticos y explosivos— en los que el número de muertos era una estadística, funesta, pero estadística (para Stalin) que se repetía hasta llegar a cifras desoladoras como las de la la I y II guerras mundiales.

Clausewitz dejó escrito que «jamás puede introducirse en la filosofía de la guerra un principio de moderación sin cometer un absurdo». Escalofriante verdad de la guerra.

Real y cercano es el pensamiento de Arthur Wellesley, duque de Wellington, al que todos felicitaban después de Waterloo por lo que tuvo que contestar: «Salvo una batalla perdida, no hay nada tan triste como una ganada».

En lo que coinciden los tiempos es que la guerra es un fenómeno inevitable y no sabemos el tiempo que tenemos para retrasarla y al menos poder reducir al mínimo sus efectos.

El terrible ejemplo de acabar una guerra con una explosión mayor que todas las habidas hasta el momento debería hacernos pensar más allá de los despliegues de tropas intimidatorios  «Ya no había nada más que temer». Era la peste atómica.

Inevitable parece perder la memoria y que se borren los mayores horrores vividos por la humanidad de consecuencias todavía sin análisis suficiente. Era una guerra, pero el final fue peor: una sola bomba que ni siquiera hizo ruido: luz y silencio. Se terminó todo.

Hasta hoy.

La estrategia analiza, la táctica mueve peones y la política desencadena lo peor cuando los intereses particulares y el afán de protagonizar la historia están por encima del corazón humano.

Un día, ante tanto horror, el hombre invento una mesa redonda donde reunirse antes de provocar un enfrentamiento. Le pusieron el nombre de Organización de Naciones Unidas. «Las Naciones Unidas nacieron oficialmente el 24 de octubre de 1945, después de que la mayoría de los 51 Estados Miembros signatarios del documento fundacional de la Organización, la Carta de la ONU, la ratificaran. En la actualidad, 193 Estados son miembros de las Naciones Unidas, que están representados en el órgano deliberante, la Asamblea General».

Unas veces aparece y otras no. Es y no es. Al final los mismos que se enfrentan son los que toman decisiones o se limitan a hablar en tono conciliador y falso. El problema es que solo son cinco. A saber: Estados Unidos de América, Rusia, Francia, Reino Unido y China. Poder de veto. Consejo de Seguridad. Los demás son sonorosa comparsa. Nada más.

En el conflicto actual de Ucrania la primera reunión del Consejo de Seguridad (pedida por los Estados Unidos de América), ha sido este pasado lunes día 31. Ninguna Resolución ni solución. Tiempo perdido. Han salido peor que en el momento de entrar y todo se ha desarrollado entre graves acusaciones. ¿Ha servido para algo? ¿Para agravar el conflicto?

Mientras el mundo de la calle parece mirar en otra dirección y esto (creen) ni les va ni le viene.

En España la intervención en Irak echó a la gente a la calle con el famoso «No a la guerra» y la discusión estuvo manipulada con la falacia de si había o no resolución de ONU. Le costó las elecciones a un partido político a la vez que volaban un tren en Madrid con cerca de 200 muertos sin que aún sepamos quién y por qué se cometió aquel crimen.

Fue otra guerra. No igual, aunque los procedimientos, el algoritmo era el mismo. Grandes intereses energéticos. Económicos.

Hoy nadie menciona a Naciones Unidas.

¿Por qué será? Nadie responde.

En el Poder que otorga la Tierra el necio solo conoce el mal cuando ya está hecho. Y en sus manos está la decisión, no en la nuestra.

El momento se agrava y se solidifica por momentos. Como vemos tras la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. No hay Resolución.

Parece que el «No a la guerra» guarda silencio ante lo inevitable.

La presión aumenta hasta hacerse insoportable. El mundo es una olla de presión y la temperatura aumenta bajo ella.

No miren a los soldados. Pregúntense: ¿En manos de quienes estamos?

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

7 febrero 2022

 

LA GUERRA: LA PECULIAR NATURALEZA DE SUS MEDIOS General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

«La guerra es un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad».

Podría haber dicho Clausewitz: La política es un acto de fuerza para obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad. De ahí la sutileza de su definición: «La guerra es la simple continuación de la política con otros medios. Queda sólo como exclusivo de la guerra la peculiar naturaleza de sus medios».

Las cosas han cambiado de manera que ya los tratadistas militares se quedan a mitad de camino; solo aciertan y son válidos los que emplean la filosofía en sus análisis porque la guerra ya no tiene definición, ni frentes, no hay límites geográficos ni se distinguen las vanguardias de las retaguardias. Es total y sin periodos de descanso; vive con nosotros.

Entendemos a Freud. Dice que la superioridad intelectual comienza ya a desplazar a la fuerza muscular bruta, pero el objetivo final de la lucha sigue siendo el mismo: eliminar al enemigo, matarle. Ya no es exclusiva característica de la guerra la naturaleza de sus medios. Se mata sin recurrir a la fuerza bruta; y eso es la guerra, ahora más sibilina y dulce.

La guerra actual no marca líneas que diferencien la política de la guerra y se usan los mismos medios de destrucción en uno y otro caso, porque no es el medio, sino el fin lo que a la política le interesa. Toda la palabrería de guerra es un vano recuerdo ni servible ni comparable a aquellos conflictos. No cambia desde Gilgamesh o, más conocido, desde la Ilíada, el concepto de guerra: matar al contrario. No le queda más remedio a Freud que sacar a relucir la teoría de las pulsiones: «conservar y unir (eróticas) — destruir y matar (de destrucción)». Es como fue y es como es y será.

El cambio en nuestros días es tan sutil como profundo: ya no hay enemigos, ni declaraciones de guerra, todos son adversarios y mediáticos ataques contra el honor y la razón como sustitutos de la más agresiva artillería. Las doctrinas militares no hablan de enemigo, hablan de adversarios, crisis o conflictos armados; con cinismo apartan de sus vocabularios la palabra guerra, indefinible, inasumible en su ortodoxia. Moderna.

Las concesiones políticas, el no a la guerra de Irak o la retirada de Afganistán, como válidos ejemplos, ha causado más muertos y tragedias humanas que la misma guerra, que el peor de los misiles. El mundo avanza hacia el desequilibrio total, desconocido, que hace que todas las teorías de la guerra, los estudios ancestrales y los análisis más consecuentes se queden como simples panfletos; ante lo que se avecina.

Es la dominación pacífica, dominación a la postre que, en cualquier momento y por cualquier nimiedad, puedes estallar en una explosión tan inimaginable como Hiroshima, no distinta del objetivo de la guerra: «obligar al contrario al cumplimiento de nuestra voluntad». Matar.

No hay más. En este juego de la guerra, tan íntimo y humano, ya no hay vencedores o vencidos, hay muertos y vivos y la muerte no es exclusivamente la pérdida de la vida, sino andar sin rumbo ni horizonte con el que soñar.

Es decir: lo que ahora tantos y tantos viven como consecuencia de esta guerra que padecemos.

Son las nuevas víctimas de esta guerra a la que solo se le ha cambiado el nombre y la naturaleza de sus medios. Ya no son tan peculiares. Ni los soldados llevan uniforme.

El final me lleva a pensar que la guerra, como locura que era, se ha hecho; y es: racional, moderna y homologada. De ahí su verdadero peligro.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

3 noviembre 2021

 

ESPAÑA UNIDA JAMÁS SERÁ INVADIDA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

No sé muy bien el color. Marcha era. La que todos hemos podido ver y acompañar en defensa de nuestra soberanía e intereses nacionales después de la llamada invasión marroquí. La de ayer mañana ha sido una marcha-manifestación espontánea del pueblo español en defensa de España y en concreto de Ceuta y Melilla. Multitudinaria; como no se conocía otra desde la invasión napoleónica, si es que la hubo o fue un asunto menor.

Ayer era motivo de orgullo patrio ver como en todos los rincones de España el pueblo único, unido, clamaba por su soberanía y por los derechos humanos a la vez: ¡Ceuta y Melilla españoles! ¡Abre la muralla!

¡Qué bonito ver como se pedía paz y guerra!

De fronteras nadie hablaba, incluso nadie mencionaba al Frente Polisario y algunos decían no se qué del Sahara, algo así como el Sahara español. El caso es que era una alegría ver mezclados a los del ¡No a la guerra!, los de Irak, y los de ¡A la guerra!, ahora muy numerosos, todos a una Fuenteovejuna, como si fuese de nuevo Napoleón, pero por el sur. Hasta se veía alguna pancarta que decía: ¡Nunca máis!, que no se entendía muy bien, pero parece que venía del norte al centro.

La gran pancarta que abría cada una de las diecisiete marchas, todas una, diecisiete en una, decían: ¡España unida jamás será invadida!

Sánchez estaba en Ceuta vestido con el uniforme árido y desde el S-80 (submarino) animaba al personal, incluso se lanzó al agua a salvar a alguien, y luego quería ir de compras a Xauen.

El caso es que ayer España era una marcha, verde, roja, y de colores, unida contra el invasor y muy unida a quien la provocó, esa que habita en el palacio de Santa Cruz y visita con asiduidad al de la Moncloa sede del designio de España.

Junto a la marcha espontánea, las cancillerías de España en el mundo se reunían con sus homólogos agradeciendo el apoyo prestado en esta crisis con Marruecos y sus firmes comunicados. Sobre todo y el más agradecido ha sido para la OTAN por mostrar su firmeza en la defensa de la frontera sur de Europa y la inviolabilidad del territorio de uno de sus miembros. El despliegue de Letonia, incluso el de los misiles de Turquía, podría ser trasladado al sur.

Muy de agradecer es la postura de los Estados Unidos de América que para entretener a las fuerzas armadas, hasta los dientes, marroquíes, va a hacer unas maniobras con ellas, y que tendrán como base la de Rota como símbolo de su apoyo y amistad con nosotros. No pueden olvidar el nuestro en Irak con Zapatero, muy recordado ahora por Biden, que no tanto por Trump.

Marruecos debe avergonzarse del ataque enmascarado que ha hecho contra España en un intento de invasión que es prolongación del que como gota de agua hace cada día y nosotros obviamos. Ahora España y el mundo se ha dado cuenta, han descubierto la traición.

Y clama ese mundo, solidario con España, contra Marruecos; el Consejo de Seguridad de la ONU ya se encuentra reunido para imponer sanciones a la nación del norte de África.

OTAN, ONU, UE, AED, PCSD, PESC… ¡UF!, no falta nadie. Hasta las bolsas y los mercados internacionales han lanzado su preaviso.

La situación se ha vuelto contra Marruecos y el futuro es de España. Un futuro en el que está garantizada «la soberanía e independencia de España, su integridad territorial y el ordenamiento constitucional».

El mundo con nosotros. Sánchez en la Moncloa. Laya en Exteriores. Grande-Marlaska en Interior. Los españoles manifestándose en defensa de su integridad y en contra de ser invadidos.

La tranquilidad es plena.

España unida jamás será invadida.

Solo falta gritar los «vivas» reglamentarios.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

En el barranco del lobo Artículo publicado en el mes de junio de 2017 

Blog: generaldavila.com

21 mayo 2021