Filipo II. Rey de Macedonia. Alejandro, su hijo, Filipo III, el Grande, el rey más grande de la historia.
Convulsas relaciones. Tiempos difíciles para padre e hijo, para los reyes y sus pueblos. Para Olimpia, madre de Alejandro, para Aristóteles, maestro de Alejandro, para Ptolomeo, sucesor de Alejandro y también discípulo de Aristóteles. Todo y todos en la complejidad de un mundo que empezaba a ser el mundo. Con ello las convulsiones, Ilíada y Odisea en prosa.
A Filipo le clavó una daga en el corazón Pausanias, el capitán de su guardia.
Alejandro heredó a los veinte años de edad el reino, expuesto por todos los lados a grandes envidias, odios terribles y graves peligros. La pasión del amor.
Darío había prometido pagar a quien asesinase a Alejandro. Con una daga, como a su padre, o con una poción envenenada.
Alejandro cae enfermo cuando el persa avanza con sus tropas al enfrentamiento: <<Me parece oír el fragor de las armas enemigas y yo, que en esta guerra he llevado siempre la ofensiva, me veo forzado a defenderme>>. Filipo, su médico y amigo desde la niñez, le atiende en su enfermedad.
Alejandro recibe una carta del leal Parmenión, su general jefe de las tropas expedicionarias, en la que le alerta contra Filipo pues dice haberse enterado de que Darío había logrado atraerlo con mil talentos y la promesa de desposarlo con su hermana. Alejandro confía. Filipo sabe el riesgo que corre, pero su lealtad está por encima de su propia vida. Se enfrenta a curar a Alejandro. Prepara un brebaje medicinal y se lo ofrece al Rey que yace con alta fiebre en su lecho. Alejandro sujeta con la mano izquierda la carta de Parmenión y con la derecha toma la copa que le ofrece Filipo con la pócima. Le ordena que lea el pliego mientras le mira fijamente esperando ver su reacción. Alejandro bebe; Filipo lee la carta
-Tu curación disolverá el crimen que se me imputa. Al salvarte la vida, tú salvarás la mía.
-Filipo, si los dioses te hubieran dado a elegir el mejor medio de conocer mis sentimientos, sin duda habría escogido otro, pero jamás podrías haber dado con otro más seguro que este. Aunque recibí esta carta, he bebido la pócima que me has preparado y te aseguro que, si ahora abrigo algún temor, no lo es por tu buen nombre que por mi propia vida.
La fidelidad y la confianza no se prodigan junto a los reyes. Conocido es que <<La familiaridad engendra desprecio>>, pero la desconfianza aún más; es el mayor de los desprecios.
<<Dura función la de los reyes, la más áspera y difícil del mundo>>, dice Montaigne. Añadiría yo que no menos áspera y difícil es la de los gobernados que están cerca y le asesoran.
Puede ser que la desconfianza sea prudencia, pero la desconfianza paraliza, enfría la mente y en ocasiones, las más, es ingratitud.
¿Quién tendrá hoy a Filipo a su lado? ¿En quién confiar? ¿En Filipo o en Parmenio?
Conté en alguna ocasión como Don Juan en sus difíciles relaciones con Franco le pidió que cada uno de ellos nombrase a dos personas de confianza en las que depositar sus confidencias y acuerdos. Franco le preguntó a Don Juan:
¿Tiene Vuestra Alteza dos personas de toda confianza?
-Podría ofrecerle, mi general, cien nombres para que usted escogiera dos. Contestó Don Juan.
-Pues yo no podría. Terminó diciendo Franco.
Debe ser terrible vivir en la desconfianza. Porque equivocarse es admisible, pero el desconfiado vive en el terror permanente del que se deriva el error.
Alejandro Magno salvó su vida gracias a la confianza en Filipo. Otra actitud hubiese sido fatal.
<<Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida>> (Borges).
Es la vida de los reyes.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Blog: generaldavila.com
12 junio 2019