¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡FRANCO! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

1 desfile Victoria

Desfile de la Victoria

La guerra civil española sigue buscando una interpretación equilibrada por todos los grupos y simpatías políticas. Los llamados especialistas, después de tantos años, siguen manteniendo los bandos y una flagrante división. Escriben con una idea preconcebida en la que persisten antes y después del estudio de tan dispersa documentación. Muchos han obtenido fama y viven, muy bien por cierto, gracias a la Guerra Civil, gracias a Franco.

Esta historia empezó con un fracaso, el de la II República proclamada de forma totalmente arbitraria el 14 de abril de 1931. Era el fruto de unas elecciones municipales que no decidían un cambio de Régimen sino la elección de 8000 concejales. Nunca se convocaron para sustituir la Monarquía por la República. Por otro lado el resultado numérico dio el triunfo a los concejales monárquicos. La indiferencia de unos, el desánimo o la cobardía de otros, dio paso a la República que convocó las primeras elecciones sin garantía alguna de autenticidad y desarrolló una Constitución alejada de la realidad política y social de España.

 Quedan interrogantes. ¿Estaba ya pactada la caída de la monarquía? ¿Estaba el Rey ya predispuesto, incluso antes de las elecciones,  a abandonar España y dar paso a la República? ¿La actitud de apoyo a la República del general Sanjurjo, Director de la Guardia Civil, fue exclusivamente por despecho al Rey? Es todo muy extraño y hay actitudes que no se entienden. A pesar de todo si la República hubiese sido bien interpretada, sin injerencias totalitaristas del Frente Popular y de la Unión Soviética, si se hubiesen respetado creencias e ideas, si hubiese sido mínimamente democrática, creo que habríamos tenido República para rato y la Guerra Civil nunca se hubiese producido.

Es un error a mi juicio interpretar la Guerra Civil española como un prólogo de la Segunda Guerra Mundial. La única semejanza es la división fuertemente establecida  en Europa entre temblorosas democracias, fascismo y comunismo. La Guerra Civil fue algo interno alimentado por años de enormes errores políticos y recomendaciones a la violencia y al odio fomentados desde el radicalismo.

Del cuartel de Pontejos, a las dos de la madrugada del día 13 de julio de 1936 salieron autocares de guardias y cada jefe de vehículo recibió orden escrita de la misión a cumplir: una camioneta fue al edificio donde vivía el señor Gil Robles, que se había ausentado, otra, la número 17, paró en el domicilio de don José Calvo Sotelo, a quien el capitán Victorino Cuenca, José del Rey y dos o tres más detuvieron , en forma de secuestro, y asesinaron dentro de la camioneta, por la espalda, abandonando su cadáver en el cementerio del Este.

El alzamiento contra el Frente Popular se inició en la tarde del 17 de julio de 1936 en Melilla y con extraordinaria rapidez se sumaron las guarniciones y población civil de las plazas de soberanía y territorios del Protectorado de Marruecos. Es curioso recordar que el Jalifa Muley el Mehdi Ben Ismail primer jalifa del Protectorado y hermano del sultán de Marruecos se unió al alzamiento declarando que lo hacía por tratarse de una sublevación contra un gobierno perseguidor de la religión.

Un ejército de veinte mil hombres quedaba en la madrugada del 19 de julio bajo el mando del general Franco, comandante general de Canarias.

Franco estuvo desde el principio en contacto con Mola. Incluso tenían, desde que Franco fue Jefe del EMC y Mola estaba en África, una clave para entenderse. La prudencia de uno y otro y el oscurantismo con el que se quiere relatar la biografía de Franco, han nublado la verdad y la historia. Franco siempre estuvo del lado del alzamiento y siempre tuvo claro que su responsabilidad sería conducir las tropas de África. A pesar de que en los planes iniciales nunca se pensó en tener que recurrir a las tropas africanas ya que la idea, equivocada como pronto se vio, era que se produjese una rendición rápida del gobierno republicano gracias a la presión ejercida sobre Madrid por las columnas procedentes de Valladolid y  Pamplona junto a la de Valencia. El fracaso del levantamiento en Valencia supuso un cambio transcendental. Seguramente una de las razones más poderosas que condujeron a una prolongada guerra.

La única duda que surgió en el interior de Franco y que a muy pocos transmitió, fue la ligera esperanza de ser llamado desde el gobierno de Madrid para llegar a un acuerdo y establecer el orden y la legalidad sin necesidad de un enfrentamiento. La carta de Franco a Casares Quiroga fechada el 23 de junio de 1936 es toda una declaración de intenciones. Su esperanza duró más de lo que lo que se ha pensado. Liberado el Alcázar de Toledo y la llegada de las Brigadas Internacionales deshizo cualquier mínima esperanza. La guerra iba ser tan larga como terrible.

Franco y Mola en los preparativos del Movimiento (Reunión en Madrid en casa del agente de Bolsa José Delgado en marzo del 36) habían acordado que el teniente general Sanjurjo sería el encargado de dirigir los ejércitos evitando de esa manera los recelos que otro nombramiento produciría en Goded y en Queipo de Llano.

Dos hechos van a cambiar el rumbo de los acontecimientos. La muerte de Sanjurjo el día 20 de julio al capotar en el despegue la avioneta que le iba a trasladar desde Estoril a Burgos para tomar el mando y el fracaso de la sublevación en Valencia quizá provocado por la ausencia del general Goded que se trasladó de Mallorca a Barcelona, donde fue detenido, en lugar de dirigirse a Valencia como estaba previsto en los planes iniciales.

La situación creada daba a entender que Franco o Mola se harían cargo del mando de la zona nacional. Pocos han estudiado esta situación porque casi nadie se ha fijado en lo que en Burgos se planteaba, la importancia de las decisiones que allí se tomaban y la transcendental actuación de la Junta de Defensa Nacional.

El día 23 de julio se reúnen en Burgos los generales de División don Miguel Cabanellas y don Andrés Saliquet, con los de Brigada don Miguel Ponte y Manso de Zúñiga, don Emilio Mola Vidal y Fidel Dávila Arrondo. En el Palacio de Capitanía General se celebra una amplia deliberación acerca de la situación del momento y las determinaciones procedentes. Como consecuencia de aquella reunión quedó decidida la creación de la Junta de Defensa Nacional, así como la publicación del “Boletín oficial de la Junta de Defensa Nacional”  que posteriormente se convertiría en el Boletín Oficial del Estado.

Al día siguiente, 24, sábado, quedaba constituida la Junta de Defensa cuya presidencia asumió el general Cabanellas, siendo vocales los generales Saliquet, Ponte, Mola y Dávila, los coroneles de Estado Mayor, don Federico Montaner Canet y don Fernando Moreno Calderón.

Posteriormente fueron incorporándose a la Junta previo nombramiento en el BOE: el 30 de julio el capitán de navío don Francisco Moreno; el 3 de agosto el general don Francisco Franco Bahamonde; el 18 el general don Germán Gil Yuste y el 17 de septiembre los generales don Gonzalo Queipo de Llano y don Luis Orgaz Yoldi.

La Junta de Defensa Nacional de España asumía la representación  legítima de la nación ante las potencias extranjeras, como verdadero Gobierno. Dado que los mandos de la Junta precisaban estar fuera de Burgos, lugar en cuya Capitanía General se instaló, el pleno de la Junta designó una Junta Permanente depositando los vocales de la misma sus votos en el general Dávila. La Junta Permanente quedó así formada por el presidente, general Cabanellas y los vocales, general Dávila y el coronel Federico Montaner que ejercía de secretario de la Junta.

A partir de aquel día el Gobierno de Burgos se definía telegráficamente ante los Gobiernos extranjeros:

‹‹no se trata de una sublevación partidista y desordenada contra el régimen de Gobierno que mantenga una  autoridad organizada y solvente. Ni se trata tampoco de una guerra civil. Tratase de un movimiento nacional encabezado por el Ejército y secundado ardorosamente por elementos  sanos todo país, para rescatar a España y librarla de los horrores del Soviet››.

Desde los primeros momentos se creyó que para el día de Santiago Apóstol, 25 de julio, las fuerzas entrarían en Madrid y la guerra quedaría acabada.

Pero…

El día 1 de octubre de 1936 en Burgos la Junta de Defensa Nacional proclamaba al general de División Francisco Franco Bahamonde como Jefe del Gobierno del Estado español.

Durante casi cuarenta años desde aquella fecha sonaría por toda España el grito:

¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!

Todavía es actualidad, en la mayoría de las ocasiones retorcida; y no historia. Si quieren saber más (Historia):

LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE

LA II GUERRA CIVIL DE FRANCO

Editados por La Esfera de los libros

Los tienen en cualquier librería o en grandes plataformas de distribución como Amazon 

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

ASESINATO DE DON JOSÉ CALVO SOTELO. 13 DE JULIO DE 1936 Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El 13 de julio de 1936 asesinaban a D. José Calvo Sotelo. Ocho días antes le decía a un diputado en los pasillos del Congreso: <<Me han variado la escolta y en ella han metido elementos que no merecen mi confianza, y he tenido, además, la confidencia y la noticia de que esos elementos habían recibido la consigna de que si se realizaba algún atentado contra mí, ellos se abstuvieran de intervenir. Que se hicieran los sordos y los ciegos>>.

La II República, en escasos cinco años, tuvo dos Presidentes, doce Gobiernos, una Constitución constantemente suspendida, persecución religiosa diaria con quema de conventos, violencia y desorden como norma en las calles, ajustes de cuentas, separatismo, inquietud y pobreza. El balance era trágico y culminó con el asesinato del líder de la oposición, D. José Calvo Sotelo, a manos de las fuerzas de orden público.

Un dato: entre el 15 de febrero y el 1 de abril de 1936, 74 personas habían sido asesinadas por motivos políticos y 345 habían sido heridas. Incendiado 106 iglesias arrasando más de la mitad de ellas (Datos precisos en Historia de la Iglesia en la España contemporánea siglos XIX y XX. Planeta, Madrid, 2002). Entre el 1 de abril y el 5 de mayo, 47 personas habían muerto en refriegas políticas. La frase del cristiano demócrata Ángel Osorio y Gallardo da idea de la situación: <<El Frente Popular fue creado para combatir el fascismo, pero por el camino que llevan las cosas en España, el único fascismo va a ser el Frente Popular. (Recogido por Stanley G. Payne en El Camino al 18 de Julio)>>.

El 1 de julio de 1936 hubo sesión plenaria de la Cortes, conflictiva y hasta violenta. <<El socialista Ángel Galarza contestó a Calvo Sotelo con un comentario ad hominem: “Pensando en su señoría, encuentro justificado, incluso, el atentado personal >> (Stanley G. Payne. El Camino al 18 de Julio). Por segunda vez era amenazado de muerte en las Cortes.

A las tres de la madrugada del 13 de julio de 1936, se presentó a la puerta de la casa que habitaba D. José Calvo Sotelo, una camioneta de la Dirección de Seguridad en la que iban más de veinte individuos mandados por el Capitán de la Guardia Civil Fernando Condés.

Mientras algunos de estos subían al piso segundo, casa del señor Calvo Sotelo, los otros rodearon el edificio y tomaban las bocacalles inmediatas.

El señor Calvo Sotelo al recibir orden de entregarse intentó llamar por teléfono, sin duda  a la Dirección de Seguridad, pero el aparato había sido cortado.

Como los asesinos se impacientaban obligaron a Calvo Sotelo a vestirse rápidamente en su presencia.

Se despidió de su esposa y descendió entre los individuos, ocupando un puesto en la camioneta, que partió a gran velocidad.

A poca distancia de su domicilio un socialista, Luis Cuenca, guardaespaldas de Indalecio Prieto, le disparó dos tiros a bocajarro en la nuca. El cadáver fue llevado a las cuatro de la mañana al cementerio del Este, en la misma camioneta.

Apenas se confirmó la noticia del hallazgo, comenzaron a llegar al cementerio numerosos amigos, intentando sacar el cadáver del cementerio, pero el coche-ambulancia que se envió con ese objeto, tuvo que volverse ante la prohibición del juez.

Presentaba una herida de arma de fuego con salida bajo el ojo izquierdo y entrada por la nuca. Tenía el rostro muy desfigurado y con numerosas contusiones de arma blanca.

Brazos y piernas, especialmente la izquierda, que tenía el pantalón desgarrado, presentaba heridas que demostraban que la víctima forcejeó incesantemente con los asesinos antes de la muerte.

Tenía también la americana manchada de barro y muy echada para atrás, como si en el forcejeo se la hubieran echado sobre la cabeza para cegarle.

Nadie quiso saber nada y la prometida investigación se sustituyó por una mayor violencia hacia falangistas y derechistas. El capitán Condés fue protegido y refugiado en casa de Margarita Nelken y más tarde, junto a Luis Cuenca, quedó en libertad.

El asesinato de Calvo Sotelo precipitó todo. En todos los sentidos. El Gobierno republicano en lugar de investigar los hechos -cesó al juez Ursicino Gómez Carbajo por su rigurosidad y firmeza en la investigación e interrogatorios- y poner fin a la violencia, se sirvió de aquel asesinato como estímulo. Fue un aviso dirigido a las derechas. Los asesinos fueron ascendidos a puestos superiores y los archivos que guardaban la verdad destruidos.

Francisco Vázquez Vázquez, que fue Alcalde de La Coruña y embajador de España ante la Santa Sede, publicó el día nueve de abril de 2018, un artículo en el ABC Memoria Histórica de Calvo Sotelo en el que aportando un documento relevante, sostiene que el asesinato de Calvo Sotelo no fue como represalia al del teniente Castillo, como siempre se ha argumentado, sino una acción premeditada contra Antonio Goicoechea, Gil Robles y Calvo Sotelo, preparada desde al menos tres meses antes. Las declaraciones del conductor de la furgoneta atestiguan que el que disparó a la nuca de Calvo Sotelo no fue Luis Cuenca sino el teniente de los Guardias de Asalto Máximo Moreno.

Desde aquel día del asesinato del líder de las derechas la frase más repetida en Pamplona era: <<Esto se acabó>>. Mola reunió con urgencia a los jefes de Cuerpo:

-Después de lo ocurrido, no hay nada que esperar. Esto es cuestión de días o de horas. Estén ustedes preparados.

La guerra civil en el Norte por general Rafael Dávila (La Esfera de los libros)

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

EL DEBATE. FRANCO JEFE DEL ESTADO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Leo en el periódico digital El Debate un denominado «Documental de Historia» cuyo título y contenido «Cómo Franco llegó a convertirse Jefe del Estado» me obliga a escribir algo sobre el tema no para corregir al periódico, algo que no es de mi incumbencia, sino para dar luz sobre este decisivo acontecimiento de la historia de España de acuerdo con los documentos que en los archivos de uno de sus auténticos protagonistas he podido consultar.
En mi libro La guerra civil en el norte editado por La Esfera de los libros abordo esta decisiva cuestión de la Jefatura del Estado de Franco y lo documento, pero hay cierto sector, académico o cercano a ello, que no admite nada sobre la reciente historia de España que no sea de acuerdo con lo que ellos dicen y dirigen, y esto ocurre entre los que se muestran partidarios de un bando y los del otro, creándose un clima en el que la densa niebla que cubre todo lo que se refiere a la Guerra Civil española y sus consecuencias, siga convirtiendo la historia en enfrentamiento ideológico alejado del exigible rigor. Unos y otros han construido un relato sustentado sobre pilares propios que consideran inamovibles y si alguien intenta sustituirlos por otros renovados y más firmes el intruso es señalado como un advenedizo en lugares privados.
El rigor histórico exige que lo que algunos creen irreversible pueda ser revisable y convertible después de nuevas investigaciones que traen la aparición de documentos y que muchos aún permanecen ocultos por temor a aquellos que han convertido la historia en ley y en delito la opinión contraria. También por las limitaciones impuestas por los que pretenden ser juez y parte en sus interpretaciones.
Todo sea por dar una opinión más con todo respeto a los autores de la publicación de El Debate, pero a la vez expresando la confusión que me produce el documental que de entrada se anuncia con una frase exenta de todo rigor por decirlo de una manera suave: «Las palabras del General Yagüe que convencieron a Franco para aceptar el mando único en la guerra». Solo esa frase debería ser suficiente para no ir más allá en los comentarios. Una película mal montada, poco creíble y sin documentar.
El entonces teniente coronel Yagüe ni estaba ni se le esperaba entre aquellos firmes generales que formaban la Junta de Defensa Nacional, con ideas muy claras y que no eran fáciles de doblegar en su criterio de cómo conducir las operaciones militares y la administración de la España nacional.
La Junta de Defensa Nacional (no Junta Nacional de Defensa como con grave error dice el documental) se formó a la muerte del general Sanjurjo y en ningún momento se pensó en Franco como sucesor y cabeza del alzamiento, sino que los nombres que se barajaron fueron los del Infante D. Carlos de Borbón y el del general Severiano Martínez Anido. Nadie habló en aquellos momentos de Franco ni de Cabanellas ni Mola quiso, que bien pudo hacerlo, alzarse con el mando único. La Junta era firme y muy conocedora de la situación tanto dentro como fuera de España y con ella colaboraron un insigne grupo de diplomáticos y personal de la Administración civil excelentes y experimentados en la política interna y exterior de España.
Una vez que se precipitaron los acontecimientos y hubo unión material entre los ejércitos del Norte (Mola) y el Expedicionario (Franco) fue cuando se vio la necesidad del mando único. Hubo efectivamente dos reuniones en Salamanca de los miembros de la Junta de Defensa de la que no formaban parte ni el general Kindelán ni el teniente coronel Yagüe.
Las dos se realizaron en el aeródromo de San Fernando, situado en la finca del ganadero Pérez Tabernero, a 32 kilómetros de Salamanca en el término municipal de Matilla de los Campos. En ella se autorizó la presencia del general Kindelán a pesar de no ser miembro de la Junta. Se trataron los siguientes temas como se demuestra en la correspondencia posterior a la reunión entre los generales Dávila y Orgaz (Documentado en La guerra civil en el Norte):
-El Movimiento y su porvenir.
-La unión de los ejércitos del Norte y Sur.
-La necesidad de establecer un Mando único.
-El problema de la toma de Madrid y desviarse o no a liberar Toledo y su Alcázar.
-Los servicios de retaguardia.
Desde luego allí no se tomó ninguna decisión firme sobre el mando único que quedó en simples palabras y propuestas. Insisto en que Yagüe ni estaba ni se le esperaba.
El día 28 de septiembre se celebró el segundo Pleno de la Junta en el mismo lugar y con los mismos protagonistas. Se volvieron a tocar los temas del futuro de la guerra, de la unión de los ejércitos y la necesidad del Mando único. Hubo discusiones y no un único criterio sobre ello por lo que se pasó a realizar una votación en la que empezó a votar Kindelán, por ser el general más moderno y no participar en ella los coroneles. Aprobada la moción relativa a nombrar Generalísimo de los ejércitos se pasó a decidir la persona que ostentase tal cargo, que recayó en el general don Francisco Franco Bahamonde, que lo aceptó, decretándose por tanto el mando único para las operaciones militares, que se ejercitaría por el general Franco, sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa Nacional. Allí no se le dio el poder, todo el poder a Franco. La historia es increíblemente distinta a la que se cuenta y se da por cierta.
La decisión del mando único a Franco fue decidida por la Junta pero exclusivamente como mando único militar, como jefe de los ejércitos en operaciones, pero concederle el mando civil, la Jefatura del Estado, fue producto de una serie de circunstancias que se originaron fuera de la reunión en asamblea de la Junta como relato de acuerdo con los documentos del protagonista de este asunto y de otros claves en el desarrollo de la Guerra Civil: el general Fidel Dávila Arrondo.
Lo que pasó ya finalizada la reunión de la Junta dista mucho de lo que repiten tantos y tantos que lo descubren una y otra vez incluso diciendo que es una novedad histórica.
Los generales salieron de la Junta sin darle a Franco el verdadero poder ya que estaba limitado por la Junta de Defensa por lo que el Mando militar de Franco no tenía libertad de actuación siempre mediatizado por ella.
Además se creaba un grave problema ya que la Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas se sabía que algunos gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Esta situación fue captada por el general Dávila que se la expuso a Mola y estos a Franco que aceptó que la Junta declinase sus poderes en él nombrándole Jefe del Gobierno.
«Lo que decidáis los miembros de la Junta yo lo acato» dijo Franco.
Todo ocurrió cuando ya los miembros de la Junta se habían ido a sus destinos o estaban a punto de hacerlo por lo que se emprendió una difícil y ardua tarea para volver a reunir a sus miembros o tener su voto positivo.
La historia final y como se nombró a Franco Jefe del Estado sustituyéndolo por el nombramiento inicial de Jefe del Gobierno del Estado español es tan increíble como cierta. Lo narré en La guerra civil en el norte, pero ¿para qué? Ya no hay marcha atrás y mejor que se cuente en tecnicolor.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

4 febrero 2024

REUNIÓN DE SALAMANCA: FRANCO NO FUE ELEGIDO JEFE DEL ESTADO NI NOMBRADO GENERALÍSIMO
«A renglón seguido hizo el general Franco manifestaciones propias del caso y designó personal para cargas que implicaba la nueva modalidad castrense terminando con ello la reunión y trasladándose el personal al comedor de la casa donde estaba preparado el almuerzo.
Terminado este un tanto avanzada la tarde comenzó el desfile de los vocales hacia sus respectivas residencias produciéndome ello extrañeza y contrariedad pues apreciaba no se había desarrollado en la reunión de la mañana la trascendente misión que la Junta debía afrontar en relación con la representación y facultades que el gobierno de la Nación imponía y muy singularmente cual consecuencia de la decisión recaída en la reunión de este día; pretendí por ello retrasar a los compañeros y continuar la sesión para zanjar el asunto, pero el ambiente y marcha iniciada no se prestaba a ello por lo que expuse a Mola cuan preciso e inaplazable era tratar con toda urgencia el tema ya que, aparte la imperiosa necesidad de que el Mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin riesgo de las trabas, impedimento o rémoras inherentes a actuación de la Junta de Defensa, era muy de tener en cuenta que nuestra Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas que hasta nosotros habíanse deslizado, algunos de tales gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Mostrose Mola conforme asintiendo a la consecuencia de que debiera la Junta declinar sus poderes en el general Franco nombrándole Jefe del Gobierno que él constituiría con elementos y organización no afectados por la tara que al Estado del momento se achacaba y, por ende, que convenía someterlo a la consideración de Franco cual hicimos inmediatamente reuniéndonos los tres en el patinillo de la finca donde aislados se trató el asunto concretamente y con pocas palabras contestando él sin dilación alguna se hallaba dispuesto a asumir el cargo y pechar con la papeleta si se tomase tal decisión. Obtenida pues su conformidad asumí la tarea de llevar a vías de hecho lo expuesto emprendiendo inmediatamente el regreso a Burgos acompañado del coronel Montaner a quien expuse detalladamente, durante el viaje, toda la gestión anterior y tarea que me incumbía para ponerlo sin dilación en conocimiento de los demás vocales de la Junta demandándole sobre la marcha su voto. Montaner dio en el acto su plena conformidad y voto afirmativo. Llegados a Burgos, pasadas las 22 horas, encontré en nuestra Sala-Despacho de la Junta a Cabanellas y Gil Yuste por lo que pude exponerles sin pérdida de tiempo y detalladamente las consideraciones expuestas al general Franco y réplica obtenida, y terminé recabando de ambos su aquiescencia para llevar a vía de hecho la solución que se consideraba forzosa e inaplazable. Cabanellas dio rotunda negativa y Gil Yuste hizo presente no haberse considerado por la Junta el aspecto que traía a colación cosa que de haberlo estimado conveniente no hubiera dejado de tener en cuenta al deliberar aquella mañana y acordar el nombramiento de Franco cual Jefe Supremo del Mando Militar, así pues le parecía un tanto anormal el planteamiento sin que de momento formulase juicio en firme acerca del particular. Lo avanzado de la hora y vicisitudes del día no eran propicios para proseguir gestiones que dejé para el día siguiente en cuya mañana llamé por teléfono al coronel Moreno Calderón quien apenas esbozado motivo de la conferencia dijo, cual si tuviera conocimiento del hecho, que habíamos de atenernos a lo concreto y específicamente deliberado en la Junta, le repliqué en el acto haber muy contundentes razones y motivos para lo que habíale insinuado cual le expondría dentro de breves horas pues me trasladaba seguidamente a Valladolid cual hice poniéndole de relieve con todo detalle cuan ineludible era adoptar la resolución que se trataba, previamente me hizo saber Moreno Calderón le había enterado telefónicamente Queipo de Llano de que estaba tramándose la decisión de que se trata lo cual él se oponía terminantemente considerando nulo lo que se hiciere al margen de lo acordado en la reunión de la Junta de Defensa. Explicado cual antes se expresa los fundamentos originarios de la propuesta mostrose Moreno Calderón de acuerdo con la realidad de lo mismos y sus consiguientes derivaciones así pues otorgaba su voto afirmativo para la solución de nombrar a Franco Jefe del Gobierno. Contando pues con tal voto así como conocer el pensamiento de Orgaz, tiempo atrás héchome presente por él mismo, más el voto de Mola al que había de considerar unidos los de Saliquet y Ponte (que era Mola encargado de recabar y de ser disconformes me lo hubiera dado a conocer
inmediatamente) se reunía ya la mayoría absoluta de la Junta, sin embargo era de desear y más aún consideraba lo obligado de reforzar el acuerdo uniendo a tales votos los de Gil Yuste y Cabanellas, así pues regresado a Burgos acto seguido de la entrevista con Moreno Calderón, celebro una reunión con ambos insistiendo en el tema con los puntos de vista que lo imponían sin género de duda alguna mostrando Gil Yuste conforme en que se plasmase tal acuerdo de la Junta nombrar a Franco (independientemente de su cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas) Jefe del Gobierno del Estado Español, y persistiendo Cabanellas en su manifestación de lo improcedente del acto que se propugnaba dejando él al margen los argumentos que se aducían y cuya valoración no negaba; hube de hacerle presente cuan terminante era la mayoría absoluta de votos afirmativos patentizados y cuán capital transcendencia y significación tenía el que no hubiera de llegarse a la decisión con la constancia del voto en contra de la Presidencia accediendo últimamente a que el acuerdo fuera el de nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado Español. Tan luego dio Cabanellas su conformidad avisose al Sr. Yangüas Messía (que colaboraba cual Asesor en la Junta de Defensa) pasase al Salón donde teníamos el Despacho los Vocales de la Junta y en la cual se acababa de celebrar la entrevista y dándole conocimiento del acuerdo y decisión a que había llegado la Junta se le encomendó redactase la disposición legislativa procedente encareciéndole la conveniencia de hacerlo sobre la marcha por lo que permanecimos los cuatro en el despacho hasta quedar plasmada la disposición que aquella misma noche queríamos dar a conocer al País en la sesión oficial de la Radio Nacional a la que se avisó quedaba diferida la hora de tal emisión.
Redactada aprobada y difundida por Radio la disposición aludida enviose al Boletín la diligenciada copia correspondiente para su publicación en el ejemplar a publicarse en la mañana inmediata considerando por tanto finiquitado el asunto, pero en la madrugada de este día despertome llamada telefónica producida por Nicolás Franco quien desde Salamanca me hace saber no se encontraba acertada la disposición, precisábase mayor libertad de acción y por tanto de atribuciones que las compartidas a la concreción de Jefe de Gobierno replicándole yo que quedaría resuelto el punto pues se suprimirían del texto del articulado las palabras “del Gobierno” y quedaría cual nombramiento el de “Jefe del Estado Español”. Quise ponerlo en conocimiento de los compañeros de la Junta radicantes en Burgos pero el tiempo apremiaba la imprenta llevaba tirados ya unos cuantos bastantes ejemplares y habían sido remesados ya paquetes a las localidades fuera de Burgos de dificultosa interceptación así que decido motu propio ordenar la rectificación cual se llevó a efecto. Esta es la causa por la que aparte lo que la transcripción de la emisión radiada pueda exhibirse algún que otro ejemplar en el que aparezca el nombramiento de Jefe del Gobierno del Estado Español».
Los vocales de la Junta de Defensa Nacional a los que directamente el general Dávila pudo consultar la designación de Franco como presidente del Gobierno de España le mostraron su parecer de que él mismo asumiese ese cargo «porque él era el único aceptado por todos los generales y jefes del Ejército». Dávila se negó argumentando su edad de 58 años y el ser desconocido por la mayoría del pueblo, con la ineludible precisión de necesitarse una persona joven para regir los destinos de España y, al propio tiempo, de prestigio, por lo que abocó en todo momento por el general Franco a quien en definitiva en su consulta había obtenido la mayoría de votos, incluido el suyo propio. Hubo en ese nombramiento del general Franco reticencias del presidente, general Cabanellas, de algún otro vocal y rechazo absoluto del general Queipo de Llano.
La iniciativa del general Dávila constituyó realmente un cambio de escenario porque en la reunión de Salamanca, como hemos visto, la votación se limitó a decretar el Mando Único para las operaciones militares por el general Franco sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa. Posteriormente Dávila propone el hecho de la jefatura del Gobierno de la Nación obteniendo, fuera ya de la reunión en pleno de la Junta, el consenso de los vocales, pero nunca se había hablado de la Jefatura del Estado sino del Gobierno, matiz de enorme trascendencia ya que era elevar a Franco al máximo cargo de la nación. ¿Cómo es posible que se modificase el texto legal acordado sin que nadie alegase nada? Nadie replicó a la modificación del texto; ningún miembro de la Junta puso el menor reparo cuando la modificación ya estaba hecha. Solo se explica por elevado prestigio del que gozaba el general Dávila entre sus compañeros de la Junta que callaron sus posibles reticencias y acataron tan inopinada decisión. Tampoco conviene olvidar el párrafo del decreto que dice textualmente: «…se nombra Jefe del Gobierno del Estado español al Excmo. Sr. General de División D. Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado». ¿Hay alguna diferencia entre decir «asumirá todos los poderes del Estado», o «se nombra Jefe del Estado»?
¿Qué movió al general Dávila a atender la indicación de Nicolás Franco? Conozco la respuesta que dará el general Dávila: «Con Franco nos salvamos; sin Franco nos hundimos»; lo esencial era la unidad en el mando político y militar y en aquellos momentos las circunstancias lo imponían.
(Del libro La guerra civil en el norte, editado por la Esfera de los libros).

EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

El próximo Jueves día 25 de mayo a las 1900 horas presentaré mi libro EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA. Teorías, orígenes y futuro de los conflictos bélicos en el CLUB ARGO en la Plaza de Santa Ana 7 (Madrid). Será una oportunidad para el que lo desee adquirir y que aprovecharé para dedicarlo con sumo gusto.

La presentación, además de hablar del libro, será sobre el presente y el futuro de la guerra que nos asola y dejaré el tiempo suficiente para contestar a vuestras preguntas por muy complejas o delicadas que parezcan. Todo tiene respuesta ya que la guerra con tristeza para todos está en pleno auge.

Como el precioso lugar dela presentación tiene sus limitaciones de aforo os pediría que el que vaya a asistir me envíe un correo al que ya conocéis: generaldavila1@gmail.com

Os agradeceré mucho vuestra presencia ya que esa proximidad es lo que activa los deseos de escribir y mantener la llama encendida.

Con todo agradecimiento y afecto

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Autor de los libros con La Esfera de los libros:

La Guerra Civil en el Norte

El nuevo arte de la guerra

19 mayo 2023

 

EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA: RETROCESO EN EL CAMPO DE BATALLA. General Dávila

Cuando finalicé mi libro El nuevo arte de la guerra aún no se había producido la invasión de Ucrania. De lo cual ahora me alegro porque veo que lo expuesto aumenta su valor y no me he desviado de los aconteceres de esta guerra que todos creíamos iba a ser una guerra moderna, desconocida, que nos iba a ofrecer todo tipo de espectaculares novedades en el campo de la información, de lo cognitivo y de lo cibernético. Nada de nada.

Muchos cambios, no tan novedosos, en el armamento y poco más.

Cuando apareció la pólvora en el campo de batalla se pensó en el renacimiento del arte militar. Alguno puede que ahora esperase ese renacer de nuevo. Nada.

Tras la Ilíada que empieza con la cólera, aunque prefiero la traducción del resentimiento, todo queda  en repetitivas acciones humanas que solo buscan ser como el dios que hiere de lejos.

Cólera, resentimiento. «¡Que mal haya! ¡Que infligió a los aqueos mil dolores, y muchas almas de héroes esforzados precipitó al Hades!».

«Redújose el arte militar a reforzar a los caballeros su armadura y cubrir de hierro a sus corceles para aventajar en violencia de impulso a los adversarios».

«…pues sabido es que los hombres sólo agreden o por miedo o por odio» (Maquiavelo, El Príncipe).

Ptolomeo I, general de Alejandro, uno de los diácodos, que dio origen a la dinastía ptolomeica en Egipto, era cercano y conocedor profundo del significado de dormir con la Ilíada y la espada bajo la almohada, como hacía su amigo y general Alejandro. Todo sigue igual en bibliotecas enredadas. Tratados políticos que dicen lo mismo sin más diferencias que los precios que le han puesto a todo. Con tener es suficiente; murió la necesidad de leer: libro y espada matan igual. Los hombres de armas junto a los de letras han recibido el golpe de gracia. La ciencia destruyó el arte. También el de la guerra. Las actuales máquinas producen efectos devastadores anulando el libre albedrío hasta penetrar en las conciencias sin apenas oposición. Los guerreros son el pensamiento de otro, capaz de transmitir su voluntad sin apenas esfuerzo alguno, ordenar como si de un dios se tratase cuya voluntad es agradable de cumplir porque su presencia la notamos en todas partes. Día y noche, a todas horas su pantalla está encendida para ti. Es el nuevo cielo de la comprensión o el hades de la soledad encerrada en la oscuridad. Tu oscuridad. Es exactamente la guerra, la que desde lo más antiguo se sabía que ganarla era no hacer uso de las armas.

Esta guerra es muy antigua. Pero hay alguien que la provoca para entretener el discurrir hasta que esté en condiciones de haber ganado las voluntades. Será el momento de arrastrar a todos tras la paz meliflua del color y la luz. Entonces habrá paz, pero no habrá voluntades. Un olimpo sustituirá a todo: surgirá una nueva mitología que, a punto de nacer, esperamos.

El arte de la guerra ha muerto y hemos entrado en el periodo de la destrucción que dará pie a lo dicho por el filósofo que prologa mi libro: «La guerra es el arte del no yo».

Desearás la guerra. La de la clásica biblioteca ahora ya destruida. Homero pondrá el final.

Rafael Dávila Álvarez. El nuevo arte de la guerra. La esfera de los libros.

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2 marzo 2023

 

EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

No les quede la menor duda. La estadística no suele fallar cuando se trata con datos contrastados empíricamente y se elabora con rigurosa ciencia.

En mi libro El Nuevo arte de la guerra ofrezco el sobrecogedor registro que podemos leer en la introducción de Jacobo Muñoz a su edición de Hacia la paz perpetua de Kant.

«Desde 3.600 a. C. hasta mediados de nuestro siglo el número de guerras documentadas asciende a 14.351, no habiendo disfrutado la humanidad durante este vasto periodo de más allá de 292 años de paz. En el transcurso de 3.357 años se firmaron unos 800 tratados de paz, sin que ninguno de ellos durara, contra lo estipulado, más de 10 años. Se diría que desde la última Gran Guerra, que costó 17 millones de vidas militares y 34 millones de vidas civiles, las cosas han cambiado y que la única guerra digna de ese nombre ha sido “fría”. Nada más lejos, sin embargo, de la realidad. Solo en 1989, por ejemplo, tuvieron lugar 92 conflictos bélicos, unos interestatales, otros debidos al desgajamiento de nuevos estados a partir de estados preexistentes de envergadura mayor y no pocos causados por tensiones motivadas por diferencias de religión y etnia».

Reflexionar sobre el hecho de la guerra es una asignatura pendiente que nunca tiene fin porque es la propia guerra la que sin fin ¿finalidad? va construyendo día a día la historia de la humanidad. No nos gusta, pero así es. Suele ocurrir que lo que con más ahínco construimos es nuestra propia destrucción, que no es destruir la comodidad ni siquiera el progreso, sino la destrucción del propio ser humano, su libre albedrío.

Un repaso por los acontecimientos de mayor relieve de nuestra historia, aquellos que han dejado huella eterna, nos lleva a presentar al actor omnipresente, protagonista de honor: la guerra.

Claro que las guerras nunca parecen tener responsables.

Final conocido

Después de haber comido entrambos doce nécoras,
alguien dijo a Pilatos

-¿Y qué hacemos ahora?
Él vaciló un instante y respondía
(educado, distante, indiferente):
-Chico, tú haz lo que quieras.

Yo me lavo las manos.

Claro y contundente Ángel González; porque solo el poeta está capacitado, junto al filósofo, para dar cuenta de lo que hay en las entrañas del hombre; que probablemente sea la guerra. Al final los responsables tienen las manos limpias y yacen bajo tierra el resto.

Fruto bélico bajo los escombros. Misterio, misterios, este ser humano que nace y hace entre cenizas y ruinas. Se repite sin solución de continuidad.

Mañana estará en las librerías mi libro El Nuevo arte de la guerra editado por La esfera de los libros y con prólogo de Gabriel Albiac.

La generosidad del filósofo se muestra en su introducción que condensa en primorosa síntesis lo que se esconde tras la máscara que incluso al mismo libro podría ocultar: la guerra.

«Romper la perspectiva engañosa, desvelar sus distorsiones ilusorias, salir del laberinto de apariencias contradictorias al cual nos han condenado los lugares comunes del lenguaje: los que nos impiden aún sospechar el envite conceptual que en el discurso de la guerra se juega. Y poner luz a una verdad sin la cual toda tarea del hombre es vana: que entre paz y guerra solo median convenciones arbitrarias de la lengua. Y que las reconfortantes barreras protectoras que esas convenciones alzan nos hacen siervos y, en el fondo, se empeñan en tratarnos como a niños. Y de asentarnos proclamas de buena voluntad, allá donde solo la matemática más acerada debería servirnos, porque lo que está en juego es lo más grave que pueda caber en la vida —en la muerte—de un hombre».

Suena tambores apocalípticos. Los siete sellos. Debemos conocer y para ello volver la mirada serena hacia nuestro interior e iluminar el entorno, descubrir lo que por tantas veces inquieta y sobrecoge con escalofríos de muerte. El nuevo arte de la guerra. Ante lo que dudo. Después de 12 capítulos he pretendido llegar a unas conclusiones. No las hay.

He tratado el conjunto de disciplinas que engloba el actual fenómeno de la guerra: lo militar, junto a lo artístico que fue, cuando la guerra era un arte. Lo académico junto al valor que recobra el armamento, para con ello concluir que la guerra táctica, pasó a ser estratégica para llegar hoy a su más intensa pronoética, guerra de intendencia; pura economía. Ese matiz de Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, bien podría anotarse al margen: …continuación de la economía por otros medios. Soberano señor es don dinero.

Los aspectos sociales, alianzas, lo informativo, junto a lo desinformativo, lo cibernético y las extrañas modalidades de las actuales guerras me han hecho meditar durante algún tiempo para ofrecerles un aspecto más de esta compañera de viaje tan molesta pero tan insistente en meterse en la maleta.

Después de recorrer el espacio y el tiempo, asistir con los grandes maestros del arte de la guerra a sus campañas y sobre todo intentar adentrarme en su pensamiento he llegado a la peor de las conclusiones: saber que no las hay. Siguen anotándose muertos en la terrible estadística.

Es necesario conocer: ¿Por qué la guerra? No se responde de manera sencilla, no con la mirada puesta en lo militar, sino en el corazón del hombre. Freud y Einstein mantienen el diálogo: ¿Por qué la guerra?

«Por consiguiente, parece que el intento de sustituir el poder real por el poder de las ideas está condenado por el momento al fracaso» y sentencian: «El ser viviente protege en cierta manera su propia vida destruyendo la vida ajena».

Freud deja a Einstein en silencio. No volverán a hablar del tema. Queda abierta una esperanza que se frustra cada día: «La esperanza de que estos dos factores —la actitud cultural y el fundado temor a las consecuencias de la guerra futura— pongan fin a los conflictos bélicos en un plazo limitado no sea utópica».

Einstein y Freud no llegan a soluciones. Se les había adelantado Pascal:

«Guerra intestina del hombre entre la razón y las pasiones.

Si no hubiera más que la razón sin pasiones.

Si no hubiera más que las pasiones sin razón.

Pero, al haber lo uno y lo otro, no puede estar sin guerra,

no pudiendo tener paz con lo uno más que teniendo guerra con lo otro.

Así, está siempre dividido y en contradicción consigo mismo».

Intentaré en sucesivos días seguir con este relato que les ofrezco en El nuevo arte de la guerra, un intento vano de llevarles a mejor comprender lo que es la guerra, su teoría, orígenes y futuro de los conflictos bélicos.

Esa era mi intención.

Ahora y a partir de este momento serán ustedes los que escriban los siguientes capítulos. Les agradecería me ayudasen en la labor de comprender este implacable fenómeno.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Blog: generaldavila.com

7 noviembre 2022

 

 

 

 

 

 

 

 

EL NUEVO ARTE DE LA GUERRA (La Esfera de los libros) por General Rafael Dávila Álvarez

En breve les presentaré mi próximo libro El Nuevo arte de la guerra, que, con prólogo del amigo, Gabriel Albiac y editado por La Esfera de los libros,  entra ya en la fase de la esperanza y alegría al verlo preparado para su bautizo. Un trabajo duro y meditado, bello por otro lado, por y para ustedes. Entender es el primer paso para enfrentarse al fenómeno que nos domina: la guerra.

Ya en preventa en Amazon y todas las plataformas de venta online. El próximo día 8 de noviembre día de su nacimiento.

«La paz no es la ausencia de la guerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia» (Baruch Spinoza).

Blog: generaldavila.com

12 octubre 2022

DÍA DE LA HISPANIDAD. FIESTA NACIONAL DE ESPAÑA

LOS PROCESOS ANTIDEMOCRÁTICOS DE LA II REPÚBLICA Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Parece ser que el Ministerio de Educación (el del Pensamiento) no quiere que en el Bachillerato se estudien «los procesos antidemocráticos» que experimentó la II República según se mira a la espalda y a la izquierda.

Sigo los deseos de tal ministerio y voy a explicar lo que de democrático tuvo la II República que fue casi nada. Quizá lo más antidemocrático fue su proclamación.

No está de más estudiar la Historia a fondo y no a modo de un Gobierno que impone su pensamiento, por cierto, pagado, el de unos historiadores a sueldo, incluso alguno con el marchamo de intelectual.

Lo publiqué en mi libro La guerra civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las batallas que decidieron el conflicto. Creo que a más de uno le vendrá bien refrescar la memoria, aunque sea calificada de antidemocrática lo que da valor al testimonio.

Esto fue lo que ocurrió a no ser que estemos hablando de otra cosa, otra nación y otra memoria. O podría ser que ahora se imponga mentir a la hora de hablar de Historia, que sería otra historia muy actual.

El 14 de abril de 1931 el Rey se marcha, abandona el ejercicio de sus funciones para evitar un supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre. No había razón alguna; nadie había depositado en las urnas la forma política del Estado. Solo eran unas elecciones municipales que el Rey ni perdía ni ganaba; él no entraba en juego. Nunca se sometió a referéndum la forma política del Estado. De unas elecciones municipales surgió la República. Alfonso XIII se quedó solo. ¿Dónde están mis leales? No están aquellos cadetes de infantería a los que con tanta frecuencia visitaba en Toledo, en el campamento de la Academia Militar, Los Alijares. Fresco el recuerdo de aquella tienda de campaña en la que durmió el Rey un día ya lejano mientras resonaban en sus oídos las palabras que su director dirigía a los caballeros cadetes: «Conservad en vuestros corazones estos sentimientos de admiración, cariño y adhesión a nuestro Rey, que ellos serán la guía de nuestro proceder en todos momentos [sic], hasta en los más peligrosos de nuestra gloriosa carrera. Dedicad todas vuestras energías, vuestra vida entera, a su gloria, que es la de la Patria […]. Recordad en todo momento que las páginas más gloriosas de nuestra historia las ha escrito la infantería con la punta de sus bayonetas». Otros cadetes, los de la Academia General Militar estaban más lejos: en la Academia General Militar de Zaragoza. Su director, el general de brigada Francisco Franco Bahamonde, había propuesto que la General, como se la conocía, se ubicase en El Escorial. Entonces las cosas podían haber sido distintas: «Si hubiésemos estado en El Escorial acaso habrían podido cambiar algunas cosas. A mí me hubiese sido fácil presentarme el 12 o el 14 de abril de 1931 en Madrid, al frente de los cadetes, e influir, quizá, sobre las circunstancias que determinaron la expatriación de Alfonso XIII». (Franco, Manuel Aznar). Ya antes, muy pocos meses antes, el 12 de diciembre de 1930, el general Franco había plantado cara al golpe de Estado republicano. Un servicio de guerra, al tomar posiciones con sus cadetes en Zaragoza sobre la carretera de Francia para detener a la columna del capitán Fermín Galán, laureado de la Legión, sublevado en Jaca por la República. El desorden e improvisación de la columna de Galán hizo que no pasase de Huesca. Detenida y anulada. Los capitanes Galán y García Hernández fusilados. Era el pronunciamiento militar vanguardia del Comité Revolucionario, que pretendía que los militares fuesen por delante, asegurarse la fuerza. Casares Quiroga, que iba camino de la revolución del capitán —dicen que a detenerla—, se quedó dormido en el hotel de Jaca. Al despertarse ya se había sublevado Galán, que avanzaba hacia Huesca. ¡En nombre del Gobierno Provisional Revolucionario! A partir de ese momento nadie estaba tranquilo. Se había inaugurado una etapa de permanente violencia y desconfianza política y social. Después del fracaso militar y revolucionario, inventaron la excusa de las urnas. Unas elecciones de falsa interpretación y amañados resultados. Al fin, como consecuencia de sucios pactos y manejos, sin razones legales en que sustentarse, llega a España la República, porque el Rey se va. Dicen que para evitar un derramamiento de sangre; nadie dijo lo de supuesto y posiblemente no seguro derramamiento de sangre, que al final, ya sin rey, se produjo. No era el Rey el problema. El 14 de abril Alfonso XIII tiene que abandonar España. Son las hijas de un general y marqués, Gonzalo Queipo de Llano, las primeras en subirse a una camioneta y recorrer las calles de Madrid al grito de viva la República: «En alguno de esos camiones, roncas de gritar y sinceramente convencidas de la gloria de la jornada, iban mis hijas» (Queipo de Llano, en Mis almuerzos con gente importante, José María Pemán, Dopesa, Barcelona, 1970). Mientras se le acaba el tiempo, el Rey tiene aún lucidez para una breve meditación. Aquella dictadura, ¿para qué? No era eso, no era eso. Esto no acabará aquí. Si se queda: ¿habrá guerra? ¿Y si se va? ¿Dónde vas, Alfonso XIII? Ya no hay vuelta atrás. Que se las arreglen ellos. La Guardia Civil se inhibe por orden del general Sanjurjo, José Sanjurjo Sacanell, dos veces laureado, su director. El repentino republicano, marqués del Rif, recuerda sus cuentas pendientes con el que ya es solo don Alfonso: el Toisón de Oro que no le han dado, que si su mujer no es del gusto real. ¿Por qué no le ha nombrado gentilhombre, con acceso directo al despacho real? Esos días abrileños de repúblicas, el general Sanjurjo se convierte en protagonista. Le gusta ser importante. Lo es. África y alguna cosa más le han dado fama y honores que a veces no se corresponden con su inteligencia. El ministro de Estado Alejandro Lerroux le pide que asegure el orden. El general exige para él plenos poderes sobre el Ejército, las Fuerzas de Seguridad y la policía. Lo quiere todo y lo obtiene. (Maximiano García Venero, Madrid Julio 1936, p. 191, en cita del libro de Emilio Esteban-Infantes General Sanjurjo. Un laureado en el penal del Dueso, AHR, Barcelona, 1957). Sobre el marqués del Rif va a recaer el peso de la bienvenida a la República, que necesitaba para colarse en España el aval de un general, a pesar de Azaña, muy a su pesar: «Accedió sin resistencia a prestar a la República, que reconoció, el primero e inestimable concurso de la Guardia Civil de la que era director general. Siguió al frente de ese Instituto, pero muy pronto iniciose una antipatía que le hizo incompatible con Azaña, el cual no se cansaba de manifestar la molestia sentida ante la pretensión de que la República tuviese un patrono o protector y con entorchados» (Niceto Alcalá-Zamora, Mis Memorias, Colección «Espejo de España», Planeta, Barcelona, 1998). Antes de que el Rey se vaya definitivamente, un último intento lleva a Romanones a proponer su abdicación y establecer una regencia de la que fuese titular el infante don Carlos de Borbón Dos-Sicilias, que había sido Capitán General de Sevilla, y en esos momentos Inspector del Ejército. Persona muy considerada, de enorme prestigio entre civiles y militares. Una quimera. Ya era tarde para el apellido Borbón en España. No había vuelta atrás. Desde el 12 de abril de 1931 la calle no deja de gritar. Por ahora solo eso: gritos. Berenguer, ministro de la Guerra, rubrica el final de la escena. Escribe a los capitanes generales la noche del mismo día 12 y les da la orden definitiva: «Que los destinos de la patria siguieran el curso que les impone la voluntad nacional». Está claro: no hay que contar con el Ejército, que nadie mueva un pelotón. Lo que diga Sanjurjo. Nada que hacer. Dejar correr la calle. El Rey no tiene donde apoyarse. Dice que no quiere derramamiento de sangre. ¿Y si resiste? «Dios sabe lo que hubiese ocurrido si Su Majestad resiste; tal vez se hubiese salvado el trono» (Mis Conversaciones con Franco. Francisco Franco Salgado Araujo).

Es el final de la Monarquía: «Quiero apartarme de cuanto sea lanzar unos compatriotas contra otros en fratricida guerra civil… Suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España». Se acabó el Reino de España, que ahora es la República española. Rumbo a Cartagena. La guerra que vino no fue como consecuencia de la marcha del Rey sino por los que en un ruin pacto (Pacto de San Sebastián) traicionaron el curso de la historia y amañaron a su gusto unas elecciones para montar su República, que no supieron encauzar ni dirigir. Ni la Monarquía ni la República eran culpables. Solo la incompetencia de unos dirigentes demasiado complacientes; con su escasa sabiduría gobernante se llevaron por delante la Monarquía y detrás de ella la República. Habrá que admitir la consabida frase: «La República la trajeron los monárquicos y, después, la perdieron los republicanos».

¿Podría repetirse la historia? Todo indica en esa dirección.

Dávila Álvarez, Rafael. La Guerra Civil en el norte (Spanish Edition). LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L.

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27 enero 2021

 

 

 

PRESENTACIÓN LIBRO EN LA CORUÑA. Rafael Dávila Álvarez

El 23 de agosto, en La Coruña, será la presentación de mi libro La Guerra Civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. En el Sporting Club Casino y correrá a cargo del Excmo. Sr. D. Francisco Vázquez que fue Alcalde de La Coruña  y Embajador de España ante la Santa Sede a quien muestro desde aquí mi profundo agradecimiento por su gentileza.

Para este libro y su autor es un honor que quedará enmarcado entre sus páginas como un sello que marca el fin para lo que fue escrito: mirar nuestra historia con humildad y entendimiento; aprender, perdonar y comprender.

Contamos con la ayuda de La Esfera de los libros, de la Librería Arenas de la Coruña y del Sporting Club Casino y su presidente a quienes agradecemos su apoyo.

Les espero con muchas ganas de volver a esa bendita tierra que me deparó una vida en feliz compañía.

¡Gracias!

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17 agosto 2021

PRESENTACIÓN LIBRO DEL GENERAL DÁVILA DESDE FUNDACIÓN VILLACISNEROS.

Desde la Fundación Villacisneros y con la presencia del Presidente de la Asociación Esteban de Garibay, Carlos Urquijo Valdivieso,  y el editor de La Esfera de los Libros, Félix Gil Feito, el autor del libro, general de División Rafael Dávila Álvarez, ayer se llevó a cabo la presentación por el canal de youtube del libro: La Guerra Civil en el Norte, El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. Disculpen los fallos que puntualmente se observan en el sonido y les agradecemos el enorme interés que despertó esta presentación. Creo que es una oportunidad para conocer más a fondo el libro y sus intenciones. Gracias por su audiencia y sus numerosos comentarios. General Dávila (R.)

23 junio 2021

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PRESENTACIÓN: LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto.

El próximo lunes día 21 de junio a las 1930 horas (por el canal de youtube: https://youtu.be/nuc-s9sf0eQ) desde la sede de la Fundación Villacisneros y con la Asociación Esteban de Garibay en ella integrada, presentaremos el libro La Guerra civil en el Norte del que por primera vez hablaré en directo a través de la televisión.

Me acompañarán en la tarea Carlos Urquijo Valdivielso, presidente de la Asociación y Félix Gil Feito, editor de la Esfera de los Libros.

Pretendo despertar su interés y ¡cómo no! darles las gracias por el apoyo que han prestado a la obra que apenas al mes de su publicación ya va por la segunda edición.

Con la finalidad de no convertirla en un monólogo y hacer aburrida la presentación utilizaremos el sistema del diálogo entre nosotros y dado que las circunstancias impiden la participación de todos ustedes, sus preguntas, pensando en ustedes, las harán mis interlocutores dando voz a sus interrogantes.

Un libro tiene muchas horas detrás y de todas y cada una de ellas solo quedan escritas algunos segundos. El resto son interrogantes.

De ahí que sea tan importante como el mismo libro la conversación. Dice el Marqués de Santa Cruz de Marcenado: «el estudio aumenta los talentos de la naturaleza; pero la conversación los pule y pone en obra».

Eso es lo que iniciamos este próximo día 21 y que servirá de punto de partida para otras muchas conversaciones. Iremos allí donde nos llamen, a contarles los entresijos de un libro que los tiene y que solo espera la adecuada pregunta para completarlo.

Así empezamos y así se lo queremos contar.

El lunes día 21 de junio a las 1930 horas con la Asociación Esteban de Garibay y desde la sede de la Fundación Villacisneros haremos nuestra primera presentación. Les esperamos. No falten a la cita. Para mi es importante sentirles al otro lado.

Gracias a la Fundación Villacisneros y a su presidente, mi admirado amigo Íñigo Gómez-Pineda, a la Asociación Esteban de Garibay y a su presidente Carlos Urquijo; y gracias a la Esfera de los Libros y a su editor Félix Gil.

Sobre todo gracias a ustedes.

Canal de youtube: https://youtu.be/nuc-s9sf0eQ

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LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. Rafael Dávila Álvarez

Vídeo publicado por La Esfera de los libros.

La idea convertida en realidad. Mapas y documentos no son suficientes. Hay que estudiar, analizar y exponer con verdad no exenta de pasión por el arte de contar.

Eso es: La Guerra Civil en el norte. El general Dávila, Franco ya las campañas que decidieron el conflicto. 

Un proyecto que desde un primer momento La Esfera de los Libros encontró acertado y de quien recibí el impulso e ilusión.

Solo faltaban ustedes a la cita y esta ha sido inesperada por masiva, querida y agradecida.

Siempre por ustedes.

Rafael Dávila Álvarez

7 junio 2021

 

Publicado en ABC (César Cervera) Desde el norte de la Guerra Civil con tensión: un relato inédito del bando Nacional que desmonta mitos

Rafael Dávila Álvarez desmonta en el libro ‘La Guerra Civil en el Norte‘ (La Esfera de los Libros) gran parte de lo de que tradicionalmente se ha dado por sentado sobre el proceso que llevó a Franco a hacerse con el mando único

El juego de tronos por hacerse con la jefatura del bando nacional a finales del verano de 1936 alumbró tensiones, empujones, malentendidos, patadas por debajo de la mesa y un sinfín de intereses cruzados que incluyeron el de naciones extranjeras. Por el testimonio de algunos de los presentes se ha podido reconstruir lo que sucedió aquellos días en los que Francisco Franco, un general africanista que se había suscrito al golpe a última hora, se hizo con el mando único en Salamanca, pero nunca con la nitidez con la que hoy lo hace el nieto de un testigo y protagonista directo de estos acontecimientos que cambiaron el rumbo de España.

Mientras dure la guerra y más allá

En la guarda del libro

 

El diario del general Fidel Dávila Arrondo, plasmado en el libro de su nieto Rafael Dávila Álvarez ‘La Guerra Civil en el Norte’ (La Esfera de los Libros), desmonta gran parte de lo que tradicionalmente se ha dado por sentado: si Franco salió de la ciudad como jefe de Estado no fue porque así se votara en una junta (está claro, que lo suyo no era votar), sino por lo que ocurrió luego.

«Se habló del tema en la Junta de Defensa Nacional del día 28 de septiembre y entregaron su confianza a Franco, pero realmente no le dieron el mando a nadie y no fueron capaces de ponerse de acuerdo todos esos caracteres tan fuertes y diferentes, muchos de los cuales no se llevaban muy bien. El mando lo seguía teniendo la junta de generales, lo cual es algo que no gustaba en el extranjero», aclara su descendiente, que incluye en su nueva obra estos testimonios inéditos y muchas novedades historiográficas sobre la financiación del ejército sublevado, los intereses internacionales en torno al suministro de combustible y todo lo que ocurrió entre bambalinas. «Mi abuelo tenía la costumbre de ir apuntando día a día lo que le pasaba en la vida», añade el autor de ‘La Guerra Civil en el Norte’ (La Esfera de los Libros).

Cuando Fidel Dávila y Emilio Mola repararon al día siguiente en que, a pesar de todas las conversaciones, la junta no había renunciado a sus atribuciones, empezaron a recopilar uno a uno los votos de los generales, que para ese momento «habían salido con prisas» en direcciones distintas. «Mi abuelo, que tenían un enorme prestigio en el Ejército y fama de sensato tras su paso por África, fue llamándolos, visitándolos individualmente y pudo así lograr que se redactara un decreto para nombrar a Franco jefe del Gobierno y generalísimo», señala Dávila Álvarez, hoy general de división retirado.

La 46 División de El Campesino en la ofensiva del Ebro. Quedó diezmada en Gandesa.

Pero aquello no era suficiente, no para el equipo personal de Franco. Esa misma noche, Nicolás Franco, conocido por sus horarios de búho, llamó a Dávila para expresarle que ser jefe de Gobierno limitaba mucho las posibilidades de su hermano. El africanista ofreció, como opción más avanzada, cambiar lo de jefe de Gobierno por jefe del Estado, un paso trascendental que sorprendió a muchos miembros de la junta a pie cambiada y sin comprender lo que había pasado. « Miguel Cabanellas habló todavía al día siguiente de Franco como jefe del Gobierno, no del Estado», apunta el descendiente de Dávila. El Boletín Oficial del Estado del día 2 de octubre se encargó de aclarar la confusión.

El pánico en el norte

El libro repasa la trayectoria de España y de sus militares desde la salida de Alfonso XIII del país hasta las últimas operaciones de la Guerra Civil en Barcelona, con el foco principal puesto en el frente norte donde Dávila tomó el mando tras la muerte del general Mola en un accidente aéreo. Cuando pasa casi un siglo del estallido de la guerra y muchos mitos se han venido abajo, la pregunta ya no es cómo el bando republicano pudo aguantar tanto tiempo en pie, en una suerte de David contra Goliat, sino cómo la República, con más medios financieros, la industria y las grandes ciudades en su lado de España y una parte importante de las Fuerzas Armadas leales a su causa, pudo dilapidar tan pronto sus ventajas frente a unos militares sublevados que tuvieron que improvisar a la carrera un Estado.

«El bando nacional tenía una cosa fundamental: orden, mando y disciplina. Un sistema de organización que funcionaba tanto en lo administrativo como en los campos de batalla para exprimir lo máximo los recursos tanto materiales como humanos. La diferencia entre los mandos de uno y otro bando es abismal», considera Rafael Dávila Álvarez.

‘La Guerra Civil en el Norte’ recupera un informe del general Vicente Rojo, jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de la República, hablando en términos catastróficos de las unidades y del pánico que se respiraba en sus filas. El republicano no veía posible el repliegue estratégico y solo contemplaba aferrarse al terreno y defenderlo palmo a palmo, cosa que sabía no iba a suceder. «La opinión generalizada de que el general Rojo era un magnífico general no está justificada. Era un buen oficial del estado mayor, pero a lo largo de toda la guerra solo perdió batallas y hasta la contienda. Lo que sí se aprecia es su lucidez en los informes», argumenta Dávila Álvarez, quien recuerda que, a pesar de la rivalidad con su abuelo, la familia del republicano envió una carta de afecto y admiración con motivo del fallecimiento del general.

Otra de las novedades documentales de esta obra de la Guerra Civil, pensada para entretener, divulgar y ofrecer material nuevo a los historiadores, está en las tensiones que vivió Franco, fuera de foco, con sus colaboradores más estrechos. «En un momento dado, Franco se quejó de que sus generales llegaban tarde al frente. Un documento sugería que los oficiales debía ir más acelerados y más tempranos a sus puestos de mando», expone el autor en una anécdota, al gusto de Gila, que reviste importancia para romper con el mito del ejército completamente cohesionado y sin margen para debatir las opiniones distintas. El propio Dávila discrepó abiertamente de la orden de Franco de conquistar Valencia en vez de ir directamente a Cataluña, desde donde no paraba de entrar armamento y efectivos republicanos. «¡Pero mi general es que me vas a mandar a comer naranjas!», se quejó Dávila, medio en broma, medio en serio, a Franco.

Se calcula que hay más de 35.000 libros que tratan o mencionan algún aspecto de la Guerra Civil, uno de los episodios históricos que más interés sigue despertando hoy dentro y fuera del país. ¿Es necesario otro libro más, en este caso sobre el frente norte? Sí para Dávila Álvarez, que defiende que «hay que olvidar la guerra desde el punto de vista del enfrentamiento, pero tenemos la obligación de conocer la verdad, porque olvidar no puede significar no conocer». Profundizar, argumentar y ofrecer documentos son las señas de identidad de su libro.

ABC 3 de junio 2021 por César Cervera

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4 junio 2021

INTRODUCCIÓN DEL LIBRO: LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Aprovechen el fin de semana para leer el libro y estoy seguro que no saldrán defraudados, aunque desde su publicación ya he podido detectar que hay verdadero interés por el contenido. Doy las gracias a todos y periódicamente les iré desvelando algunas cosas sobre lo que en él cuento y también lo que solo se vislumbra.

La maniobra que pudo poner fin a la guerra y que no fue aprobada por Franco

Hoy como aperitivo les dejo la introducción al libro.

‹‹Disculparás los defectos de mi estilo, si consideras a mi pluma no afilada por sutil cuchillo de tranquilo estudio, sino rasgada por el desaseado corte de militar espada›› (Marqués de Santa Cruz).

INTRODUCCIÓN

Podríamos empezar en Cuba, en Filipinas, o en Annual, quizá en los Tercios de Flandes, la historia no puede escribirse a trozos, sin encajes, porque nada hay aislado ni se encuentra tan lejano que no nos afecte, acontecimientos todos enlazados y dispuestos en un orden del que conocemos, apenas, las sombras. Los españoles han estado en los confines del mundo, con su palabra o con su espada, la historia habla español; ciertos son los versos de Bernardo López García en su oda al 2 de mayo: « ¡Doquiera la mente mía / sus alas rápidas lleva, / allí un sepulcro se eleva / contando tu valentía. Desde la cumbre bravía / que el sol indio tornasola, / hasta el África, que inmola / sus hijos en torpe guerra, / ¡no hay un puñado de tierra / sin una tumba española!».

Pero nuestra historia, que es mundial porque al mundo ha afectado, de repente, no en pocas ocasiones, se fractura por dentro en cuanto regresamos a casa, incapaces de ordenarnos y constituirnos en una nación orgullosa de su pasado y animosa para enfrentarse a su futuro. Alejandro Magno dormía junto a la Ilíada y su espada. Nosotros parace que lo hacemos con el Quijote y la lanza.

Es una larga historia. Inabarcable. No podemos pretender, como aquel niño con el que se cruzó San Agustín, vaciar con un cubito toda el agua del mar en un pozo hecho en la arena. No lo pretendo. Tampoco es bueno quedarnos de brazos cruzados, incapaces, porque con rigor, humildad y trabajo se le puede ganar terreno al mar y descubrir algo de lo que esconde que nos ayude a entender mejor lo que, ahora, pasa.

Uno de estos días llegaron a mí poder las herramientas necesarias para construir un dique y pensé que sería bueno adentrarme en el mar de la Historia con el adecuado material, sólido y diseñado expresamente para la obra. Reconocí enseguida la tarea que me esperaba. Supe para lo que servían aquellos inesperados materiales que por alguna razón alguien había puesto en mis manos. Después de meditar responsabilidades, me hice cargo de los hechos y decidí ponerme a trabajar. No soy historiador, tengo los apuntes, pero no el título de ingeniero y, como el momento de la Historia es convulso, me dije: esto hay que darlo a conocer y que cada cual saque sus conclusiones y construya su obra.

Aquí está un trozo de la historia de España, la de una de sus fracturas internas, el paréntesis que ha provocado una ruptura en el necesario, cada vez más urgente, encaje del antes y el después. Por nuestro bien debemos prestarle atención desde lo que conocemos de los hechos.

Por mis manos han pasado algunos documentos personales de mi abuelo, el general Fidel Dávila Arrondo (Barcelona, 24 de abril de 1878 – Madrid, 22 de marzo de 1962), anotaciones que minuciosamente iba apuntando, de su quehacer diario, en unas libretas negras, pequeñas, tanto como su letra, difícil de descifrar, pero con claves que abren el camino para adentrarnos en esa parte de la historia de España que tanto nos cuesta asumir como historia propia: la Guerra Civil. Sin conocer no es posible poner en orden las ideas y perdonar los graves errores cometidos en ambas orillas.

He repasado bibliotecas y archivos, no de fácil acceso, rodeados de incómodos procedimientos para llegar al objetivo. He mantenido muchas conversaciones y he recibido muchas sorpresas.

Revisar documentos ha llegado a encorvarme, algo menos que el tiempo ocupado en pensar y enlazar lo que se ha dicho, dice y puede que se diga. Muchos de los hechos que se toman como dogma de fe, pilares de tantos y tantos libros, no son exactamente como se reflejan, una y otra vez, no sé si con alguna intención. Después de 85 años quedan cosas por conocer, documentos que revelar, incluso puede que no todo fuese exactamente como hasta ahora se ha contado. Por lo menos algunas de ellas. Todavía existen intereses, desatenciones, olvidos y miedo. En algunas personas sigue el recelo, cierto a contar sus historias.

Mi intención es dar a conocer con rigor lo que mi abuelo, entre sus documentos de guerra, dejó escrito —por algo sería—; lo hago con enorme respeto a lo sucedido entre españoles, a unos y otros.

Ya he dicho que no soy historiador y es a ellos a quien quiero ayudar. Lo que expongo es una pieza más de un puzle que cada vez se enrarece más. Ayudar a recomponerlo ha sido mi intención.

Como militar, conecto con la historia de mis anteriores generaciones de soldados: mi bisabuelo, el teniente coronel Mateo Dávila; mi abuelo el general Fidel Dávila; mi padre el general Manuel Dávila; y este que les escribe, el general Rafael Dávila.

Al acercarme a tantos inéditos documentos, hubo algo que me transportó a una de mis recientes lecturas:

«Luego nos advirtió que los planos que buscábamos estaban en un cajón con un letrero: Mapas, y que no anduviéramos revolviendo en los libros de la biblioteca, ni ningún papel que no fuera necesario, porque los libros y papeles hacen mucho sentimiento de su dueño cuando está ausente, y se callan y no dicen nada como cuando él está presente».

Es un párrafo del primer capítulo de Maestro Huidobro del Premio Cervantes José Jiménez Lozano.

Son las palabras justas, las que no sabría yo encontrar para describir el estado emocional ante los cientos de documentos, libros, libretas, agendas, calendarios, manuscritos, oficios, partes de guerra —también de paz—, órdenes y sugerencias, desórdenes evidentes, mapas, croquis, esbozos, apuntes, borradores, cartas, mensajes, telegramas azules, urgencias, acusaciones, papeles, que fueron blancos y son sepia, color antiguo que ya huele a tiempo, ante el tiempo que fue; y empiezo a abrir y sacar de unas cajas que aparecen en el ático de mi casa. No por casualidad. Esta historia encerrada en cartones, que ahora abro, es centenaria y milenaria, es un árbol viejo, muy viejo, que de nuevo brota de la tierra y da forma a un tronco nuevo. Ocurre cuando unas manos de primavera airean tanto papel y hacen volar las hojas como convertidas en pajaritas recién llegadas de su viaje lejano, con nuevas noticias del pasado; pero que no siempre es así.

No pretendo escribir un libro de historia desde la metodología del profesional, sino con la de soldado, una historia que aparece entre documentos y conversaciones familiares. Esto es lo que les quiero contar, y lo que con su permiso paso a contarles.

No sin antes volver al Maestro Huidobro.

«Y, luego, junto a la ventana, había una jaula con un loro que se llamaba

Napoleón y repetía:

— ¡Napoleón vigila! ¡Napoleón vigila!

Y, cuando nos arrimábamos a la librería, decía también:

— ¡Cuidado con ésos! ¡Cuidado con ésos!

Pero luego ya no dijo nada cuando abrimos los cajones de los atlas y los planos y las escrituras. Vio que éramos amigos. Así que Bea, Cosme y yo, nos dispusimos a investigar muy deprisa».

Olvidemos las precauciones, los prejuicios, las maldades, y abramos los cajones de la historia. Investiguemos y ¡que se calle el loro! Somos amigos.

Ya no deberíamos tener cuidado con esos ni con aquellos.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

Del Libro LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto.

Publicado en: La Esfera de los libros

Blog: generaldavila.com

10 mayo 2021

ARTÍCULO PUBLICADO EN VOZPÓPULI EL DÍA 13 MAYO 2021 POR Miquel Giménez

 

De general a general (PUBLICADO VOZPÓPULI 13/05/2021)

Quisiera hablarles del libro que acaba de publicar con La Esfera de los libros don Rafael Dávila, mi general, titulado ‘La guerra civil en el norte‘. Memoria histórica, pero de la de verdad

Mi general, al que llamaré así para no confundir al lector con el protagonista del libro, su abuelo el también general Fidel Dávila, ha cometido con esta obra que recomiendo sinceramente a tirios y a troyanos un pecado de lesa progresía: describe minuciosa y limpiamente un tiempo fundamental en la historia de España y lo hace suministrando una cantidad abundantísima de datos, de nombres propios, de lugares, de fechas, de eso que los anglosajones denominan  facts y que conforma la mejor y más limpia manera de abordar el pasado.

Ahora que vivimos instalados en la mirada partidista, cuando no abiertamente odiadora, leer a mi general es una pura delicia. Yo les recomiendo que se den un paseíto por su blog y verán cómo este militar retirado no del todo ni de todo, como él mismo dice, sabe aquilatar pasión y servicio a España desde una humildad absoluta. La modestia de un hombre que ha servido en los destinos más honrosos, tales como ayudante de campo de SM Don Juan Carlos I o, ya me perdonarán que barra para casa, como general jefe de la Brigada de La Legión Alfonso XII entre otros, es meritoria en una sociedad en la que jactancia y prepotencia van de la mano de quienes ostentan los más altos peldaños del Estado.

«Mi general arroja un potente foco de luz hacia una parte de nuestro pasado que muchos quisieran oscurecer para siempre bajo la capa de la demagogia o, simplemente, de la burda mentira»

Fíjense si será recto el proceder de mi general que ni siquiera ha escrito una hagiografía de su abuelo. Nadie hubiera esperado eso de él. Memoria, sí, respeto, también, vindicación, por supuesto. Pero ni un adjetivo de más ni de menos. En las páginas del libro desfila ante nuestros ojos la ejecutoria de un general español, hijo de su tiempo y de las circunstancias que le tocaron vivir, apoyada en la documentación que por vínculo de parentesco mi general ha conseguido, además de una inmersión investigadora en libros y hemerotecas formidable. Todo lo que en él se dice está confirmado por unos y otros e igual leemos los partes de un bando que del otro que conocemos los efectivos de los que disponían estos o aquellos y quiénes se los suministraban. Mi general arroja un potente foco de luz hacia una parte de nuestro pasado que muchos quisieran oscurecer para siempre bajo la capa de la demagogia o, simplemente, de la burda mentira.

Quisiera insistir en que es un libro de historia militar igual que muchos de los que encontramos en otros países, escritos por militares con vocación literaria y científica, por un hombre que sabe discernir el grano de la paja y que acostumbrado a dar órdenes se ha ordenado a sí mismo no rebasar el límite de la prudencia. Ustedes lo notarán cuando habla de su visita a la reproducción de aquel barracón en el que se nombró a Franco Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Estado, aunque esto último no fuese exactamente así. Me arriesgo a pecar de osado si digo que aquí mi general vale más por lo que no dice que por lo que narra. ¿Saben por qué? Porque acostumbrados a que los libros pseudo históricos que se escriben acerca de nuestra guerra civil se parezcan más a cotilleos de prensa rosa que a otra cosa, encontrar uno que nos informa, nos da una idea clara de un frente tan decisivo como fue el del Norte y nada menos que del general Fidel Dávila, que fue su responsable, es reencontrarse con la sensatez, con el buen juicio, con eso que llamamos espíritu de servicio a la nación.

Mi general se ha visto en condiciones de darnos una historia ajustada a la verdad y no lo ha dudado. Eso, incluso los acérrimos adversarios, tendrán que reconocérselo aunque ya les adelanto que no es hombre al que el halago o la palmadita en la espalda le acomoden.

Yo simplemente he querido darles noticia de este libro, que modestamente juzgo de lo mejorcito que he leído en materia de la guerra civil, y recomendar su lectura. En especial a los más jóvenes. Verán que ni los unos iban tan descalzos como se nos pretende hacer creer ni los otros tenían de todo a espuertas. Que ni Alemania e Italia ayudaron a la España nacional, ni Rusia ni Francia se quedaron cortas. A las cifras de La guerra civil en el norte me remito.

Ténganme ustedes, queridos lectores, como me tiene mi general. Siempre a sus órdenes.

Miquel Giménez

@MiquelGimenezG1