EL DEBATE. FRANCO JEFE DEL ESTADO. Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Leo en el periódico digital El Debate un denominado «Documental de Historia» cuyo título y contenido «Cómo Franco llegó a convertirse Jefe del Estado» me obliga a escribir algo sobre el tema no para corregir al periódico, algo que no es de mi incumbencia, sino para dar luz sobre este decisivo acontecimiento de la historia de España de acuerdo con los documentos que en los archivos de uno de sus auténticos protagonistas he podido consultar.
En mi libro La guerra civil en el norte editado por La Esfera de los libros abordo esta decisiva cuestión de la Jefatura del Estado de Franco y lo documento, pero hay cierto sector, académico o cercano a ello, que no admite nada sobre la reciente historia de España que no sea de acuerdo con lo que ellos dicen y dirigen, y esto ocurre entre los que se muestran partidarios de un bando y los del otro, creándose un clima en el que la densa niebla que cubre todo lo que se refiere a la Guerra Civil española y sus consecuencias, siga convirtiendo la historia en enfrentamiento ideológico alejado del exigible rigor. Unos y otros han construido un relato sustentado sobre pilares propios que consideran inamovibles y si alguien intenta sustituirlos por otros renovados y más firmes el intruso es señalado como un advenedizo en lugares privados.
El rigor histórico exige que lo que algunos creen irreversible pueda ser revisable y convertible después de nuevas investigaciones que traen la aparición de documentos y que muchos aún permanecen ocultos por temor a aquellos que han convertido la historia en ley y en delito la opinión contraria. También por las limitaciones impuestas por los que pretenden ser juez y parte en sus interpretaciones.
Todo sea por dar una opinión más con todo respeto a los autores de la publicación de El Debate, pero a la vez expresando la confusión que me produce el documental que de entrada se anuncia con una frase exenta de todo rigor por decirlo de una manera suave: «Las palabras del General Yagüe que convencieron a Franco para aceptar el mando único en la guerra». Solo esa frase debería ser suficiente para no ir más allá en los comentarios. Una película mal montada, poco creíble y sin documentar.
El entonces teniente coronel Yagüe ni estaba ni se le esperaba entre aquellos firmes generales que formaban la Junta de Defensa Nacional, con ideas muy claras y que no eran fáciles de doblegar en su criterio de cómo conducir las operaciones militares y la administración de la España nacional.
La Junta de Defensa Nacional (no Junta Nacional de Defensa como con grave error dice el documental) se formó a la muerte del general Sanjurjo y en ningún momento se pensó en Franco como sucesor y cabeza del alzamiento, sino que los nombres que se barajaron fueron los del Infante D. Carlos de Borbón y el del general Severiano Martínez Anido. Nadie habló en aquellos momentos de Franco ni de Cabanellas ni Mola quiso, que bien pudo hacerlo, alzarse con el mando único. La Junta era firme y muy conocedora de la situación tanto dentro como fuera de España y con ella colaboraron un insigne grupo de diplomáticos y personal de la Administración civil excelentes y experimentados en la política interna y exterior de España.
Una vez que se precipitaron los acontecimientos y hubo unión material entre los ejércitos del Norte (Mola) y el Expedicionario (Franco) fue cuando se vio la necesidad del mando único. Hubo efectivamente dos reuniones en Salamanca de los miembros de la Junta de Defensa de la que no formaban parte ni el general Kindelán ni el teniente coronel Yagüe.
Las dos se realizaron en el aeródromo de San Fernando, situado en la finca del ganadero Pérez Tabernero, a 32 kilómetros de Salamanca en el término municipal de Matilla de los Campos. En ella se autorizó la presencia del general Kindelán a pesar de no ser miembro de la Junta. Se trataron los siguientes temas como se demuestra en la correspondencia posterior a la reunión entre los generales Dávila y Orgaz (Documentado en La guerra civil en el Norte):
-El Movimiento y su porvenir.
-La unión de los ejércitos del Norte y Sur.
-La necesidad de establecer un Mando único.
-El problema de la toma de Madrid y desviarse o no a liberar Toledo y su Alcázar.
-Los servicios de retaguardia.
Desde luego allí no se tomó ninguna decisión firme sobre el mando único que quedó en simples palabras y propuestas. Insisto en que Yagüe ni estaba ni se le esperaba.
El día 28 de septiembre se celebró el segundo Pleno de la Junta en el mismo lugar y con los mismos protagonistas. Se volvieron a tocar los temas del futuro de la guerra, de la unión de los ejércitos y la necesidad del Mando único. Hubo discusiones y no un único criterio sobre ello por lo que se pasó a realizar una votación en la que empezó a votar Kindelán, por ser el general más moderno y no participar en ella los coroneles. Aprobada la moción relativa a nombrar Generalísimo de los ejércitos se pasó a decidir la persona que ostentase tal cargo, que recayó en el general don Francisco Franco Bahamonde, que lo aceptó, decretándose por tanto el mando único para las operaciones militares, que se ejercitaría por el general Franco, sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa Nacional. Allí no se le dio el poder, todo el poder a Franco. La historia es increíblemente distinta a la que se cuenta y se da por cierta.
La decisión del mando único a Franco fue decidida por la Junta pero exclusivamente como mando único militar, como jefe de los ejércitos en operaciones, pero concederle el mando civil, la Jefatura del Estado, fue producto de una serie de circunstancias que se originaron fuera de la reunión en asamblea de la Junta como relato de acuerdo con los documentos del protagonista de este asunto y de otros claves en el desarrollo de la Guerra Civil: el general Fidel Dávila Arrondo.
Lo que pasó ya finalizada la reunión de la Junta dista mucho de lo que repiten tantos y tantos que lo descubren una y otra vez incluso diciendo que es una novedad histórica.
Los generales salieron de la Junta sin darle a Franco el verdadero poder ya que estaba limitado por la Junta de Defensa por lo que el Mando militar de Franco no tenía libertad de actuación siempre mediatizado por ella.
Además se creaba un grave problema ya que la Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas se sabía que algunos gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Esta situación fue captada por el general Dávila que se la expuso a Mola y estos a Franco que aceptó que la Junta declinase sus poderes en él nombrándole Jefe del Gobierno.
«Lo que decidáis los miembros de la Junta yo lo acato» dijo Franco.
Todo ocurrió cuando ya los miembros de la Junta se habían ido a sus destinos o estaban a punto de hacerlo por lo que se emprendió una difícil y ardua tarea para volver a reunir a sus miembros o tener su voto positivo.
La historia final y como se nombró a Franco Jefe del Estado sustituyéndolo por el nombramiento inicial de Jefe del Gobierno del Estado español es tan increíble como cierta. Lo narré en La guerra civil en el norte, pero ¿para qué? Ya no hay marcha atrás y mejor que se cuente en tecnicolor.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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4 febrero 2024

REUNIÓN DE SALAMANCA: FRANCO NO FUE ELEGIDO JEFE DEL ESTADO NI NOMBRADO GENERALÍSIMO
«A renglón seguido hizo el general Franco manifestaciones propias del caso y designó personal para cargas que implicaba la nueva modalidad castrense terminando con ello la reunión y trasladándose el personal al comedor de la casa donde estaba preparado el almuerzo.
Terminado este un tanto avanzada la tarde comenzó el desfile de los vocales hacia sus respectivas residencias produciéndome ello extrañeza y contrariedad pues apreciaba no se había desarrollado en la reunión de la mañana la trascendente misión que la Junta debía afrontar en relación con la representación y facultades que el gobierno de la Nación imponía y muy singularmente cual consecuencia de la decisión recaída en la reunión de este día; pretendí por ello retrasar a los compañeros y continuar la sesión para zanjar el asunto, pero el ambiente y marcha iniciada no se prestaba a ello por lo que expuse a Mola cuan preciso e inaplazable era tratar con toda urgencia el tema ya que, aparte la imperiosa necesidad de que el Mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin riesgo de las trabas, impedimento o rémoras inherentes a actuación de la Junta de Defensa, era muy de tener en cuenta que nuestra Entidad Estatal no estaba reconocida por ningún Gobierno extranjero y por informaciones oficiosas que hasta nosotros habíanse deslizado, algunos de tales gobiernos deseaban desapareciese el cariz de Pronunciamiento militar que significaba el regir al País una Junta de generales. Mostrose Mola conforme asintiendo a la consecuencia de que debiera la Junta declinar sus poderes en el general Franco nombrándole Jefe del Gobierno que él constituiría con elementos y organización no afectados por la tara que al Estado del momento se achacaba y, por ende, que convenía someterlo a la consideración de Franco cual hicimos inmediatamente reuniéndonos los tres en el patinillo de la finca donde aislados se trató el asunto concretamente y con pocas palabras contestando él sin dilación alguna se hallaba dispuesto a asumir el cargo y pechar con la papeleta si se tomase tal decisión. Obtenida pues su conformidad asumí la tarea de llevar a vías de hecho lo expuesto emprendiendo inmediatamente el regreso a Burgos acompañado del coronel Montaner a quien expuse detalladamente, durante el viaje, toda la gestión anterior y tarea que me incumbía para ponerlo sin dilación en conocimiento de los demás vocales de la Junta demandándole sobre la marcha su voto. Montaner dio en el acto su plena conformidad y voto afirmativo. Llegados a Burgos, pasadas las 22 horas, encontré en nuestra Sala-Despacho de la Junta a Cabanellas y Gil Yuste por lo que pude exponerles sin pérdida de tiempo y detalladamente las consideraciones expuestas al general Franco y réplica obtenida, y terminé recabando de ambos su aquiescencia para llevar a vía de hecho la solución que se consideraba forzosa e inaplazable. Cabanellas dio rotunda negativa y Gil Yuste hizo presente no haberse considerado por la Junta el aspecto que traía a colación cosa que de haberlo estimado conveniente no hubiera dejado de tener en cuenta al deliberar aquella mañana y acordar el nombramiento de Franco cual Jefe Supremo del Mando Militar, así pues le parecía un tanto anormal el planteamiento sin que de momento formulase juicio en firme acerca del particular. Lo avanzado de la hora y vicisitudes del día no eran propicios para proseguir gestiones que dejé para el día siguiente en cuya mañana llamé por teléfono al coronel Moreno Calderón quien apenas esbozado motivo de la conferencia dijo, cual si tuviera conocimiento del hecho, que habíamos de atenernos a lo concreto y específicamente deliberado en la Junta, le repliqué en el acto haber muy contundentes razones y motivos para lo que habíale insinuado cual le expondría dentro de breves horas pues me trasladaba seguidamente a Valladolid cual hice poniéndole de relieve con todo detalle cuan ineludible era adoptar la resolución que se trataba, previamente me hizo saber Moreno Calderón le había enterado telefónicamente Queipo de Llano de que estaba tramándose la decisión de que se trata lo cual él se oponía terminantemente considerando nulo lo que se hiciere al margen de lo acordado en la reunión de la Junta de Defensa. Explicado cual antes se expresa los fundamentos originarios de la propuesta mostrose Moreno Calderón de acuerdo con la realidad de lo mismos y sus consiguientes derivaciones así pues otorgaba su voto afirmativo para la solución de nombrar a Franco Jefe del Gobierno. Contando pues con tal voto así como conocer el pensamiento de Orgaz, tiempo atrás héchome presente por él mismo, más el voto de Mola al que había de considerar unidos los de Saliquet y Ponte (que era Mola encargado de recabar y de ser disconformes me lo hubiera dado a conocer
inmediatamente) se reunía ya la mayoría absoluta de la Junta, sin embargo era de desear y más aún consideraba lo obligado de reforzar el acuerdo uniendo a tales votos los de Gil Yuste y Cabanellas, así pues regresado a Burgos acto seguido de la entrevista con Moreno Calderón, celebro una reunión con ambos insistiendo en el tema con los puntos de vista que lo imponían sin género de duda alguna mostrando Gil Yuste conforme en que se plasmase tal acuerdo de la Junta nombrar a Franco (independientemente de su cargo de Jefe Supremo de las Fuerzas) Jefe del Gobierno del Estado Español, y persistiendo Cabanellas en su manifestación de lo improcedente del acto que se propugnaba dejando él al margen los argumentos que se aducían y cuya valoración no negaba; hube de hacerle presente cuan terminante era la mayoría absoluta de votos afirmativos patentizados y cuán capital transcendencia y significación tenía el que no hubiera de llegarse a la decisión con la constancia del voto en contra de la Presidencia accediendo últimamente a que el acuerdo fuera el de nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado Español. Tan luego dio Cabanellas su conformidad avisose al Sr. Yangüas Messía (que colaboraba cual Asesor en la Junta de Defensa) pasase al Salón donde teníamos el Despacho los Vocales de la Junta y en la cual se acababa de celebrar la entrevista y dándole conocimiento del acuerdo y decisión a que había llegado la Junta se le encomendó redactase la disposición legislativa procedente encareciéndole la conveniencia de hacerlo sobre la marcha por lo que permanecimos los cuatro en el despacho hasta quedar plasmada la disposición que aquella misma noche queríamos dar a conocer al País en la sesión oficial de la Radio Nacional a la que se avisó quedaba diferida la hora de tal emisión.
Redactada aprobada y difundida por Radio la disposición aludida enviose al Boletín la diligenciada copia correspondiente para su publicación en el ejemplar a publicarse en la mañana inmediata considerando por tanto finiquitado el asunto, pero en la madrugada de este día despertome llamada telefónica producida por Nicolás Franco quien desde Salamanca me hace saber no se encontraba acertada la disposición, precisábase mayor libertad de acción y por tanto de atribuciones que las compartidas a la concreción de Jefe de Gobierno replicándole yo que quedaría resuelto el punto pues se suprimirían del texto del articulado las palabras “del Gobierno” y quedaría cual nombramiento el de “Jefe del Estado Español”. Quise ponerlo en conocimiento de los compañeros de la Junta radicantes en Burgos pero el tiempo apremiaba la imprenta llevaba tirados ya unos cuantos bastantes ejemplares y habían sido remesados ya paquetes a las localidades fuera de Burgos de dificultosa interceptación así que decido motu propio ordenar la rectificación cual se llevó a efecto. Esta es la causa por la que aparte lo que la transcripción de la emisión radiada pueda exhibirse algún que otro ejemplar en el que aparezca el nombramiento de Jefe del Gobierno del Estado Español».
Los vocales de la Junta de Defensa Nacional a los que directamente el general Dávila pudo consultar la designación de Franco como presidente del Gobierno de España le mostraron su parecer de que él mismo asumiese ese cargo «porque él era el único aceptado por todos los generales y jefes del Ejército». Dávila se negó argumentando su edad de 58 años y el ser desconocido por la mayoría del pueblo, con la ineludible precisión de necesitarse una persona joven para regir los destinos de España y, al propio tiempo, de prestigio, por lo que abocó en todo momento por el general Franco a quien en definitiva en su consulta había obtenido la mayoría de votos, incluido el suyo propio. Hubo en ese nombramiento del general Franco reticencias del presidente, general Cabanellas, de algún otro vocal y rechazo absoluto del general Queipo de Llano.
La iniciativa del general Dávila constituyó realmente un cambio de escenario porque en la reunión de Salamanca, como hemos visto, la votación se limitó a decretar el Mando Único para las operaciones militares por el general Franco sin que ello afectase a las atribuciones y función de la Junta de Defensa. Posteriormente Dávila propone el hecho de la jefatura del Gobierno de la Nación obteniendo, fuera ya de la reunión en pleno de la Junta, el consenso de los vocales, pero nunca se había hablado de la Jefatura del Estado sino del Gobierno, matiz de enorme trascendencia ya que era elevar a Franco al máximo cargo de la nación. ¿Cómo es posible que se modificase el texto legal acordado sin que nadie alegase nada? Nadie replicó a la modificación del texto; ningún miembro de la Junta puso el menor reparo cuando la modificación ya estaba hecha. Solo se explica por elevado prestigio del que gozaba el general Dávila entre sus compañeros de la Junta que callaron sus posibles reticencias y acataron tan inopinada decisión. Tampoco conviene olvidar el párrafo del decreto que dice textualmente: «…se nombra Jefe del Gobierno del Estado español al Excmo. Sr. General de División D. Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado». ¿Hay alguna diferencia entre decir «asumirá todos los poderes del Estado», o «se nombra Jefe del Estado»?
¿Qué movió al general Dávila a atender la indicación de Nicolás Franco? Conozco la respuesta que dará el general Dávila: «Con Franco nos salvamos; sin Franco nos hundimos»; lo esencial era la unidad en el mando político y militar y en aquellos momentos las circunstancias lo imponían.
(Del libro La guerra civil en el norte, editado por la Esfera de los libros).

COSAS DE LA GUERRA CIVIL. JOSÉ MARÍA PEMÁN RECHAZA EL CARGO DE PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE CULTURA Y ENSEÑANZA DE LA JUNTA DE DEFENSA NACIONAL Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Muchas cosas se han escrito sobre la guerra civil española; alguna jamás saldrá a la luz. En ese afán de reunir el mayor número de datos de fuentes primarias de vez en cuando publicamos documentos que llegan a nuestras manos desde los más desconocidos lugares. Hoy les ofrecemos la carta que José María Pemán dirige al general Dávila, en la que rechaza la presidencia de la Comisión de Cultura de la Junta de Defensa Nacional que presidía el general Cabanellas.

Atención especial se dedicó a la Comisión de Cultura y Enseñanza con la que se pretendía mostrar al mundo la normalidad de la vida nacional en las regiones ocupadas por el Ejército español.

El 18 de septiembre don José María Pemán había dirigido carta a su buen amigo, el general Dávila: «Hace unas horas que hablé con Vd. por teléfono. Poco después recibí noticias del general Varela que me urgían la marcha al frente de Madrid, donde quedé de acuerdo con él para ser testigo y cronista de las últimas operaciones y entrar cuanto antes en la capital para gritarle a España, por la radio, la gran noticia.

Por esto le pongo esta carta: por si en ella, dada la premura de tiempo evito el tener que desviar mi viaje hasta Burgos, lo cual retrasaría mi llegada al frente de Madrid, sin perjuicio, naturalmente, de que si a pesar de estas letras, Vd. quisiere hablar conmigo, no tiene más que ponerme un telegrama que, dado que tardaré aun en salir unos cuatro días, llegaría a tiempo de que yo obedezca y pase por Burgos antes de mi ida al frente… ». El señor Pemán había sido nombrado Presidente de la Comisión de Cultura y Enseñanza y en esta carta se excusaba de aceptarlo:

«Ante todo me preocupa que pueda Vd. creer cuanto le dije por teléfono -y ya había adelantado en Salamanca a Nicolás Franco– era producto de una falsa modestia o mero deseo de esquivar trabajo. Esto último no creo lo pensara Vd. pues entre viajes, conferencias, discursos y artículos de prensa, difícilmente tengo ahora un minuto que no sea empleado en trabajar para esta gloriosa Causa. Mi suplica de ser eliminado del cargo oficial que, haciéndome tanto honor se me ofrece, nace de un honrado deseo de trabajar en lo que verdaderamente me siento útil y eficaz. Creo sinceramente que la adscripción a un cargo oficial y a una tarea burocrática, anularía casi por completo mi labor de propaganda y exaltación de entusiasmo y formación de espíritu patriótico, sin ventaja para nadie; pues yo, detrás de una mesa en funciones de burocracia y detalles, soy una absoluta nulidad. Creo que en esa labor de propaganda, prensa, oratoria, etc., en la que empleo los dones que Dios se ha servido concederme, no puedo ser sustituido por otro. En cambio en la Presidencia de la Junta de Cultura, sí puedo ser sustituido por muchos con grandísima ventaja. Y esto no es solo por la absorción material de tiempo que lleva en sí un cargo de esta especie, quitándolo para toda otra labor, sino por otras muchas cosas que conozco perfectamente por mi ya larga experiencia de hombre dedicado a estas tareas de creación literaria. Primero, un cargo de esta especie engendra, para el que pretende ejercerlo con responsabilidad y escrúpulo, una serie de preocupaciones que anula el reposo necesario para la creación literaria y artística. Yo estoy como todo español ahora  a la orden. Pero sé positivamente que si me llevan a ese cargo, donde otro puede sustituirme, se me quedan por hacer muchos libros y artículos, obras y discursos que me bullen en el alma que creo serán para bien de España y que ningún otro hará. En segundo lugar, yo sé por experiencia todo lo que me cargo así y más cuando su labor de momento ha de ser la de dura cirugía depuradora merma de libertad, independencia y simpatía, para esa función que, como la mía, exige para su eficacia ser escuchado sin recelos, por la mayor extensión posible de personas. Yo he logrado -y en ello cifro la mayor eficacia de mis actuaciones por España- ser oído y leído, sin recelo ni distingo, por unos y otros en mis propagandas nacionales. ¿No le parece a usted que a un cargo como ese debe de ir los que vayan a seguir con todas sus consecuencias ese camino, en la brecha de la actuación pública, y no yo, que por vocación y eficacia, he de seguir otro camino en la vida, al que solo ha de servir de entorpecimiento el breve tiempo que, provisionalmente, me resignare a estar en el cargo? Le escribo a Vd. con el corazón en la mano y sin otro deseo que el de ser sinceramente útil a España en este y en todos los momentos. Yo creo que mis razones le convencerán, y de todos modos le repito que, si alguna aclaración más desease, un telegrama suyo me haría subir a Burgos antes de ir al frente de Madrid. Mi saludo cordial y mi gratitud de todos modos por la honra inmerecida. Suyo afmo. Buen amigo q.e.s.m. José María Pemán».

Es un documento del que se desprenden no solo la renuncia sino que contiene muchos datos sobre el desarrollo de la contienda y aclara la situación general de la guerra tal y como se veía desde el bando nacional.

Les dejo el documento sin comentar para que sean ustedes los que saquen conclusiones. Hay mucho que concluir.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

Blog: generaldavila.com

7 octubre 2021

 

ALGUNOS BULOS QUE CORRIERON EN LA GUERRA CIVIL Rafael Dávila Álvarez. La Guerra Civil en el Norte…

La lucha mediática es tan vieja como la propia guerra. La batalla de la información tiene su mejor aliado en la mentira, hoy llamada fake news.

Durante la guerra civil española la puesta en escena de números bulos lanzados y publicados en periódicos, revistas y emitidos por las emisoras de radio fue frecuente e incluso crucial en algunos casos.

La Junta de Defensa Nacional consciente de ello tuvo que hacer frente a esa propaganda y en ocasiones dada su gravedad por la confusión generada, hubo que salir al paso de las mismas.

Traemos a colación algunos de ellos, como las medidas políticas represivas y de terror que iban a tomarse en Madrid por las tropas nacionales ante su próxima liberación.

Este fue el desmentido oficial de la Junta:

«La JDN de España, desmiente de la manera más categórica la información recientemente publicada en algunos periódicos acerca del plan político a seguir, una vez ocupado Madrid.

Consciente de sus deberes, y penetrada de la suprema conveniencia nacional, a cuyo servicio se haya consagrada esta Junta concentra exclusivamente sus esfuerzos en librar a España de los horrores del Soviet y en asegurarla una vida civilizada, de justicia y de orden, exaltando los valores espirituales, suprimiendo la lucha de clases, mejorando la condición de los trabajadores y clases medias, poniendo por encima de todo interés el bien supremo de la patria.

Esta Junta previene a todos contra estas informaciones falsas, de oculto y turbio origen, encaminadas a hacer formar equivocada idea en el extranjero del verdadero carácter de este Movimiento Nacional ajeno a todo partidismo político y en el que coinciden todos los buenos españoles, que afirman ante el mundo su indestructible unión sagrada para librar a España y a la civilización de la tiranía roja de Moscú.

Tiempo habrá, en su día, de concretar programas y modos inspirados en los principios indicados, para dar cima a la reconquista política y social, y económica de España y para definir una política exterior, sobre bases de respeto mutuo y de sincera cooperación a la obra de la Paz».

Otro de los muchos bulos emitidos fue el del nombramiento del Cardenal Segura  como regente de España, cuya noticia desmintió la Junta de Defensa Nacional por nota de 9 de septiembre de 1936.

El más peligroso de los bulos fue el que se emitió sobre el desembarco de tropas alemanas en Marruecos.  El general Mola tuvo que salir al paso de aquella información y lo hizo con estas palabras el día 28 de enero de 1937 siendo ya Franco Jefe del Estado:

«Nosotros somos nacionalistas, así nos ha bautizado el mundo civilizado, y esto es uno de nuestros mayores orgullos. Somos nacionalistas porque es lo contrario de marxistas, o sea que se pone el sentimiento de la unidad nacional por encima de toda otra idea. Quienes rinden culto a esos postulados nada pueden hipotecar de su independencia, que constituye su más preciado patrimonio; y es este el más rotundo mentís que puede darse a las absurdas patrañas de los directivos de la España roja y de sus satélites. Ellos sí que son prisioneros de hordas internacionales, criminales y antipatriotas; ellos, que han malbaratado lo más grande que existe en un pueblo, la libertad e independencia, ya que ha hecho su aparición en las trincheras el odioso «knut» moscovita para azuzar con él a los combatientes rojos y escribir la miseria universal v el despotismo asiático. Nuestro nacionalismo nos impide vender el territorio nacional a nadie. Nuestro nacionalismo es el más formidable argumento que podemos oponer a la inquietud de otros pueblos, pues ni la España nacional ni el Caudillo tolerarán jamás que en nuestro suelo, ni en el de sus posesiones y protectorado, impere otra voluntad que la de los españoles ni otros intereses que los sublimes de la Patria. Acabad, pues, el equívoco y suspicacias y gástese el llamado Gobierno de Valencia o lo que sea, el oro saqueado de los Bancos en dar pan y carbón a nuestros desgraciados hermanos que están bajo su tiranía, en vez de repartirlo a manos llenas entre redacciones de rotativos extranjeros para campañas de difamación, como la reciente del desembarco de tropas alemanas en Marruecos. Ni Alemania ha perdido el juicio ni nosotros la vergüenza» (Diario Jaca española. 4 septiembre 1937).

Tuvieron enorme eco en la opinión de la España nacional y en Europa destacando aquellos párrafos: jamás la España nacional tolerará que en nuestro suelo, ni en el de sus posesiones y protectorado, impere otra voluntad que la de los españoles ni otros intereses que los sublimes de la Patria. Ni Alemania ha perdido el juicio ni nosotros la vergüenza.

Todo esto se conjugó para contrarrestar la campaña de descrédito de la Junta a través de la prensa y octavillas repartidas entre las tropas y la población civil. He aquí alguno de los ejemplos.

«SOLDADOS NAVARROS

La circunstancia de tener que unirme al general Franco, que ya ha entrado victorioso en Badajoz, después de dominar toda Andalucía, me impide visitaros personalmente para felicitaros por vuestro heroísmo.

Dominamos en casi toda España, los muertos cogidos al enemigo se cuentan por centenares, el material de guerra, por millares de toneladas.

¡Somos los dueños de España y dentro de este mismo mes nos oiréis hablar desde la radio de Madrid!

Contamos ya con todo el Ejército de África en España y con una aviación potente que domina a la del enemigo, pero es preciso que vosotros pongáis a contribución vuestro esfuerzo y vuestro patriotismo para derrotar definitivamente a un enemigo que, en estos momentos no cuenta más que con una artillería mediocre y con un miedo insuperable.

Tengo la evidencia de que seguiréis siendo el alma de esta cruzada contra la barbarie.

¡A Irún! ¡A Fuenterrabía! ¡A San Sebastián! ¡Hay que ir inmediatamente!

¡Viva España!

Vuestro general MOLA

(Al final de su puño y letra anota: Que lo tiren en papel amarillo o azul)»

«EJÉRCITO DEL NORTE

Ante el triunfo que obtiene en todas partes el Ejército de España la Junta de Defensa Nacional y en su nombre el General Mola, que manda el Ejército del Norte, ha acordado respetar las vidas de los soldados que se entreguen a las fuerzas de su mando.

Pensadlo bien, aún podéis salvar la vuestra y vivir tranquilos en una España grande y libre de la dictadura roja en que hasta ahora estábamos sumidos.

El General Mola

(En la cuartilla se especifica el número de ejemplares a repartir: 100.000)».

«¡ESPAÑOLES!

Inútil es que por los enemigos de la Patria se trate de ocultar un día más su derrota aplastante. El Ejército Español unido al pueblo en arranque y abrazo patrióticos, lleva reconquistadas para España más de las ocho décimas partes del territorio Nacional.

Nuestras tropas aprietan, cada vez con más fuerza, el cerco de Madrid secundadas por las que, dentro de la capital de la nación, se han unido al movimiento salvador.

Dentro de días, quizás horas, la toma de Madrid será un hecho. Detrás de nuestras líneas avanzadas, en Navarra como en las Castillas, en Andalucía como en Galicia, en Extremadura como en Levante, reina la paz y el orden más absoluto, funcionan trenes y servicios, la vida y el trabajo se desarrollan con entera normalidad y en todas partes las Autoridades y las actividades nacionales obedecen como único Mando, como Poder Supremo del Estado a la Junta de Defensa Nacional.

Libre y franco está el paso para quienes quieran, por sus propios ojos cerciorarse de esto.

Los que en estos instantes sientan a España por encima de todo ideal, que no hayan llegado en su ceguera a renegar de su Madre Patria, los que prefieran una España grande y trabajadora, justiciera e imperial a una España deshecha, ensangrentada y hambrienta, vendida a las codicias del Extranjero y al látigo ominosos de Moscú, los que prefieran el ¡Viva España! al ¡Viva Rusia! denigrante, que depongan inmediatamente su inútil resistencia.

España se ha puesto en pié con el coraje, con la gallardía, con el ímpetu enorme, con que ha sabido hacerlo a lo largo de su gloriosa Historia.

España ¡ha vencido!

¡Tenía que vencer forzosamente!

Inútil ha de ser -lo que repetimos- toda clase de resistencia.

Pero ¡sabedlo bien! Si España, llena de generosidad hidalga, está dispuesta a perdonar a aquellos que -engañados por mentiras- “no saben lo que hacen”, España, fuerte y justiciera, aniquilará y aplastará de modo inexorable a quienes se empeñen en seguir manchando con sangre de españoles su gloriosa Victoria. LA JUNTA DE DEFENSA NACIONAL (Pone 5.000 octavillas)»

«ESPAÑOLES

El Ejército es dueño de toda España menos de algunos puntos aislados donde luchamos con ventaja. Las columnas victoriosas que se dirigen a Madrid están en el Guadarrama a pocos kilómetros de la Capital, que no tardará en caer en nuestras manos. El general Franco se encontraba ayer en Córdoba al frente de una fuerte columna de tropas procedentes de África.

El general Caminero, que organizaba la resistencia en León, ha sido hecho prisionero en Puebla de Sanabria.

Es inútil oponerse al avance de la mayor parte del pueblo español sano, que solo desea una España libre de odios.

El intentar resistir solo conduciría a derramar sangre que el Ejército quiere evitar, pues está convencido que libres de los errores y malas pasiones que en el pueblo han querido encender malos españoles, podemos todos unidos, conseguir la grandeza de nuestra Patria.

El General Mola

(100.000 ejemplares)».

El estricto control que se llevaba sobre los gastos desde la Junta de Defensa y luego desde la Junta Técnica del Estado nos permite ver hasta el más mínimo que se realizaba incluidas los bandos y proclamas que hemos mencionado.

En el Archivo Histórico Provincial de Burgos. Suscripción Nacional, podemos consultarlo en sus legajos.

«Imprenta Aldecoa S.A. Burgos 10 de agosto de 1936

Factura: 20-7-36… 100 bandos; 30.000 proclamas; otras 10.000.

Total pesetas: 3.010».

En Julio 1936

20.000 proclamas de la Junta Suprema Militar 152 pts.

20.000 idem “Ciudadanos” …75 pts.

100.000 proclamas  “El Ejército es dueño de España”…..225pts.

100.000 proclamas “El glorioso Ejército español”………200pts.

50.000 proclamas “El ímpetu arrollador”………………200pts

5.000 alocuciones…40pts.

500 partes Ejército del Norte… 7,50 pts.

Así podíamos seguir detallando gastos de todo tipo como un biombo para la sala antedespacho del presidente de la Junta, bombillas, folios sello de correos. O la orden del Jefe del Estado para que ordene a la Comisión de Hacienda ponga a disposición de la Secretaría de S.E. la cantidad de 6.500 pesetas para contribuir al pago de los gastos originados por la redacción y publicación del folleto relativo a los crímenes, atropellos y demás depredaciones causados por los rojos.

Otro cargo curioso es el que firma como recibido de la Junta de Defensa Nacional el Delegado del Centro Provincial de Telégrafos de Burgos en el que detalla el número de cheque por importe de 28.631pesetas con 45 céntimos contra la cuenta corriente que la Junta tiene en el Banco de España «por los telegramas expedidos durante el mes de julio último a Servicios Internacionales Europeos y Extraeuropeos». En la relación figuran los destinatarios, el número de palabras y la tasa. Lisboa, París, Berlín, Ciudad del Vaticano, Oslo, Washington, Bogotá, Buenos Aires, Habana, Belgrado, Roma, Londres…

Rafael Dávila Álvarez. La Guerra Civil en el Norte… 

Blog: generaldavila.com

julio 2021

FRANCO, ¿JEFE DEL ESTADO? «CON FRANCO NOS SALVAMOS, SIN FRANCO NOS HUNDIMOS». Rafael Dávila Álvarez

GUERRA CIVIL 1
Uno de los momentos más trascendentes de la guerra civil española y de la reciente historia de España fue el nombramiento el 1 de octubre de 1936 del general de División Francisco Franco Bahamonde Jefe del Estado español.

De repercusiones, entonces inimaginables, los hechos tal y como sucedieron están sembrados de dudas y las distintas versiones contienen errores en nombres, lugares, fechas y, lo más importante, no relatan con exactitud lo ocurrido. ¿Hubo alguna intención?

Uno de los protagonistas fue el general Fidel Dávila Arrondo y en una de sus habituales notas que a diario tomaba sobre los hechos vividos nos lo cuenta con todo tipo de detalles.

Narrado en el libro La Guerra Civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto, en síntesis viene a decir que Franco fue nombrado Jefe del Estado de una manera un tanto atípica y casual y no con el acuerdo de todos los generales implicados.

A la muerte del general Sanjurjo el alzamiento quedó acéfalo lo que llevó a crear una Junta de generales para dirigir los acontecimientos (Junta de Defensa Nacional). Se pensó en sustitutos de Sanjurjo y aparecieron nombres como el del Infante D. Carlos de Borbón-Dos Sicilias (Teniente general; padre de Dª María esposa de D. Juan), incluso se le propuso al general Severiano Martínez Anido, que declinó el nombramiento. Al no encontrar una persona de consenso que aunase voluntades y fuese aceptada por todos se creó una Junta de Generales en la que se encontraban los que iniciaron el alzamiento y conducían las operaciones, aunque la labor diaria de la Junta la llevaban Cabanellas, Mola y Dávila.

A finales del mes de septiembre de 1936 toda la dirección del alzamiento seguía dirigida por la Junta de generales. Las tropas de Franco y Mola habían logrado contactar y la proximidad a Madrid, objetivo principal, les hizo ver la necesidad de crear un mando único para las operaciones. Un General en jefe que dirigiese a ese Ejército aún sin organizar, que no contaba con la estructura y medios necesarios.

Para tratar el asunto la Junta de generales se reunió en un viejo aeródromo de Salamanca. Dos veces.

La primera el 21 de septiembre. En ella se habló sobre todo de la conquista de Madrid. La capital de España era el objetivo principal. Más urgente que posible; un deseo inalcanzable con los escasos medios disponibles, pensaban algunos miembros de la Junta. También se habló del mando único, pero nadie estaba dispuesto a profundizar en el tema. El carácter de los generales con mando en los ejércitos, Franco, Queipo de Llano y Mola no hacía fácil la designación. Sobre todo había reticencias sobre a quién asignar la dirección política. No se llegó a ningún acuerdo en esta primera reunión.

El día 28 de septiembre, recién liberado el Alcázar de Toledo, volvieron a reunirse en Salamanca.

Se habló de la marcha de las operaciones y el futuro político del movimiento. El último punto tratado fue de nuevo la designación de un mando único para dirigir las operaciones militares. No había mucho interés en el tema, pero en aquellos momentos lo importante era la dirección militar de la campaña. No todos estaban de acuerdo. Al no lograse unanimidad se decidió someterlo a votación que resultó lindante en la unanimidad.

Se aprobó una moción relativa a nombrar generalísimo de los ejércitos y a continuación se pasó a decidir la persona, que recayó en Franco, pero sin que eso afectase a las atribuciones de la Junta de Defensa y sus funciones. En definitiva, el general Franco pasaba a ser jefe de los Ejércitos, pero la dirección política y militar seguiría llevándola la Junta de Defensa Nacional.

Hubo un paréntesis para el almuerzo y al terminar este, con sorpresa para alguno, la mayoría de los generales empezaron, de manera un tanto precipitada, a irse a sus respectivos lugares de procedencia, con lo que no quedaba claro cuáles eran las funciones que en lo militar y político desarrollarían el general Franco y la Junta.

Esto contrarió al general Dávila que se lo hizo ver al general Mola.

La situación que le describió Dávila era la urgente necesidad de que el mando militar tuviera absoluta libertad de actuación sin estar mediatizado por la Junta de Defensa, además de que el bando nacional no estaba reconocido por ningún Gobierno extranjero y se sabía que alguno de ellos había deslizado su parecer para que desapareciese el cariz de «Pronunciamiento militar» que significaba el regir el país una junta de generales. Por todo ello lo adecuado era que la Junta declinase todos sus poderes en Franco y se le nombrase jefe del Gobierno, algo que no se había tratado en Junta por la precipitada marcha de sus vocales.

Mola estuvo de acuerdo en todo y ambos se lo plantearon a Franco que aún permanecía en el lugar. La respuesta de Franco fue inmediata: «Dispuesto a asumir el cargo y a pechar con la papeleta si se tomase tal decisión».

Era necesario el acuerdo de todos los vocales y Dávila inició los contactos con ellos para recabar su voto. No fue fácil. Cada uno estaba en su lugar, alejados y poco interesados en el tema. Con los primeros generales con los que Dávila habló fueron Cabanellas (presidente de la Junta) y Gil Yuste; el primero se negaba en rotundo y el segundo ponía severos inconvenientes. Queipo de Llano se oponía en rotundo e hizo llamadas telefónicas a otros vocales para que no lo aprobasen. Dávila contaba con la aprobación de Orgaz, Mola, Saliquet y Ponte con lo que obtenía la mayoría absoluta, pero no le parecía adecuado la aprobación sin la aceptación del presidente de la Junta, general Cabanellas. Hubo que convencer a Gil Yuste y plantearle a Cabanellas lo improcedente de aquella aprobación sin contar con su voto siendo el presidente; accedió sin más objeciones.

Durante sus consultas a los vocales, aquellos con los que Dávila trató directamente le propusieron que fuese él el nombrado Jefe del Gobierno, a lo que se negó por su edad y ser desconocido por la por la mayoría del pueblo. Era necesario un general con más prestigio.

Aprobadas, al fin, las propuestas se mandó publicar en el Boletín Oficial lo acordado, que era nombrar a Franco Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de las fuerzas de tierra, mar y aire, y general jefe de los Ejércitos de operaciones.

¿Pero cómo llegó el nombramiento de Jefe del Estado? Era enorme la distancia entre jefe del Gobierno y la de jefe del Estado.

Enviado el Decreto esa misma noche del día 29 para su publicación al día siguiente, en la madrugada el teléfono despertó a Dávila. Era Nicolás Franco quien desde Salamanca decía no ver acertada la disposición de jefe del Gobierno ya que no proporcionaba la suficiente libertad de acción. Se llegó a un arreglo rápido y definitivo: se suprimía la palabra Gobierno y quedaba solo Jefe del Estado.

Era todo el mando lo que exigía Franco a través de su hermano Nicolás. Así se hizo.

No se pudo avisar del cambio introducido a los generales de la Junta dadas las horas en que se produjo, pero nadie objetó nada ante tan inopinada decisión dado el prestigio de Dávila que hasta la fecha había sido el promotor de las iniciativas de la Junta.

Franco obtenía el mando. Todo el mando.

Eran momentos muy delicados y estaba en juego la victoria o la derrota. El carácter de los generales protagonistas era fuerte, hombres de mando, no fáciles de convencer y dirigir. Estaban a las puertas de Madrid y había distintos criterios sobre la dirección de la guerra. Para relacionarse con el exterior era necesaria una cabeza visible y una organización administrativa y estatal representativa. En la milicia eso se conoce bien y a ello respondía la decisión: alguien que mande.

Dijeron: «Con Franco nos salvamos. Sin Franco nos hundimos».

Y Franco obtuvo el poder, todo el poder.

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

10 junio 2021

Blog: generaldavila.com

La Guerra Civil en el Norte. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto

 

 

 

 

 

 

MI LIBRO: LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

La Esfera de los Libros confió en este humilde escribidor para llevar a cabo una labor parecida a la de segar los campos con el tradicional método, hoz y zoqueta, y así evitar hacer destrozos entre el trigo y la paja. Me puse a la labor con las herramientas adecuadas en mi poder. Era necesario andar despacio y mirar los documentos, sin renunciar a ninguno, con lupa de antiguo detective para saber distinguir grano, paja y cizaña, que también abundaba. Este libro es el resultado de pasar mucho tiempo encorvado, siempre en proceso de aprendizaje como el niño en la escuela que empieza con sus primeras letras, a unirlas, a darles sentido y a descubrir que entre los papeles escritos están ocultas la mayor parte de las razones que han hecho que las cosas sean como han sido, incluso de cómo no han sido y debieran. Ese era el juego que me propuse a la hora de indagar y segar por los campos de la Guerra Civil con ánimo de aclarar algunas cosas turbias; utilicé el cedazo de los documentos.

Este libro LA GUERRA CIVIL EN EL NORTE. El general Dávila, Franco y las campañas que decidieron el conflicto, es fruto de muchas horas de investigación en archivos, principalmente en el de mi abuelo el general Fidel Dávila Arrondo, y también de algunas casualidades que, sin en un principio contar con ellas, se han ido produciendo misteriosamente a través de personas que han depositado en mis manos papeles y hechos guardados desde aquellos tiempos.

De todo hay y, aunque un libro se queda corto, con todo ello he procurado formar un conjunto armónico y comprensible para los que conocen a fondo el tema y para los que lo hacen de oídas. Espero ofrecerles más adelante, si me brindan la oportunidad, lo que aún queda guardado.

Con estos ingredientes traducidos por mi ignorancia, aunque buena voluntad, no pretendo crear polémica, sino aportar datos para que la historia se acerque más a su comprensión. La guerra civil española es un asunto que está ahí y para nuestra tristeza no se asume con gran rigor, sino que sigue escribiéndose con letra de enfrentamiento, con inventadas y nuevas victorias y derrotas, hasta algunos quieren repetirlas e invertir sus resultados.

Cuando allá por los años 80 el perdón era el resultado, cuando los que por edad o vivencias estaban más cerca de aquella lucha decidieron darse el abrazo del perdón y sacar adelante nuestro querida España, a pesar de tantos pesares, un mal viento (tiene nombre y apellidos) se interpuso entre el perdón y la revisión puramente histórica, y nos llevó a sacar de nuevo los rencores y el arma de lo que llaman el relato que no deja de ser la agitación y enfrentamiento.

No. Esa no es la historia que yo cuento. Son los hechos históricos tal y como figuran en los papeles de aquel momento. Un punto de vista desde lo alto de la colina, desde donde se podía, casi, ver lo que había al otro lado. Soy de la opinión de que no hay que callar ni olvidar, sino todo lo contrario. Hay que hablar de lo sucedido, con verdad, sin inquina y sin venganza, sino con honradez y la buena disposición que admite los errores que todos cometieron.

Hablar, incluso acaloradamente, pero con limpieza y españolidad, con el carácter genuinamente español, pero nunca callar y sobre todo no invertir o mentir a sabiendas o por rencor.

Nadie ya debe pagar por aquello ni tampoco sentirse culpable de nada.

En cualquier proceso de construcción suele haber derrumbes y es frecuente que apuntalar no sea suficiente. El afán de terminar la obra, de seguir buscando la fortaleza en los materiales te lleva al mantenimiento y vigilancia constantes sobre ella.

Sigue el interés por la guerra civil española y espero que los nuevos hallazgos históricos ayuden a acrecentarlo. El cómo, el porqué y cuáles fueron las razones que hicieron posible la guerra y el desenlace de la misma, como señala el profesor Vicente Palacio Atard, siguen siendo interrogantes que despiertan el interés de unas y otras edades. Ojalá que en estas páginas que he escrito haya algo de luz que ilumine esos interrogantes.

No leerán ustedes únicamente el desarrollo de los combates y los esquemas de las batallas, sino que he pretendido hacer un recorrido interior por los temas más trascendentes y en los que nueva documentación puede aportar claridad.

Desde la llegada de la II República en 1931 los acontecimientos se precipitan. Desde esa fecha hasta prácticamente el final de la guerra he tratado de analizar el recorrido aportando documentos nuevos, inéditos, que puedan ofrecer puntos de vista desconocidos en la narración.

Este es mi recorrido:

Desde el Pacto de San Sebastián, las elecciones municipales y la inaudita expulsión del Rey Alfonso XIII que se desarrolla en una travesía de Cartagena a Marsella llena de amargura y tristeza. La calle que arde en violencia. «Fogatas de viruta», bromea Alcalá Zamora. Un documento inédito de la detención del general Sanjurjo que en una precipitada actuación pretende hacerse con el poder y es detenido por un guardia de seguridad que le apunta con su arma en medio de la carretera a Huelva.

Las reuniones y actividad previa al alzamiento con la presencia de Mola en Pamplona. La muerte de Sanjurjo y su posible sucesor en el mando antes de crear la Junta de Defensa, entre los que aparecen nombres hasta ahora no mencionados; la creación de la Junta de Defensa Nacional con el ingente trabajo que esta desarrolló. La presencia de don Juan de Borbón en España para combatir en el bando nacional. El estadillo de las tropas que cruzaron el Estrecho al mando del general Franco; la financiación de la guerra, una documentación inédita sobre el oro, joyas y piedras preciosas recaudados y donados para la contienda por particulares; el robo del oro del banco de España, el laboratorio del oro nacional, la munición, el carburante. Con los curiosos datos de la donación de monedas y alhajas hecha por doña Carmen Polo, esposa de Franco. El balance general de oro de las entregas efectuadas por la Suscripción Nacional (Comisión de Donativos) que alcanzó desorbitadas cifras que les muestro en los documentos.

Temas tan trascendentes como el nombramiento del general Franco como Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos de una manera un tanto casual y hasta ahora contado de manera no muy ajustada a la verdad. ¿Quiénes se reunieron en Salamanca y qué decidieron en definitiva? ¿Fue acordado nombrar a Franco Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos? ¿Hubo opositores? ¿Dónde está aquel barracón en el que se reunieron los miembros de la Junta de Defensa Nacional?

La batalla de Madrid, la muerte del general Mola, la campaña del Norte completa con sus combates y despliegues contados de manera asequible para cualquier lector; la ayuda extranjera, Brunete, Teruel, el Ebro con detalles desconocidos como los combates en la Sierra de Caballs, el avance hacia el Mediterráneo, la campaña de Cataluña y el final de la guerra.

Un informe demoledor del general Vicente Rojo y su visión del conflicto: habla de pánico en las unidades. No ve posible repliegue estratégico y solo contempla aferrarse al terreno y defenderlo palmo a palmo, cosa que sabe que no sucederá.

Los momentos de tensión que Franco tuvo con sus más directos colaboradores que en algún momento revistieron gravedad y crearon situaciones de cierta delicadeza. La correspondencia entre los generales Dávila y Franco sobre el discurrir de la guerra. Cataluña o Valencia: una decisión trascendente.

Termino con la entrada de las tropas nacionales en Barcelona y la situación en la que la ciudad se encuentra y una detallada información de las obras de fábrica destruidas y los edificios ocupados.

Todo ello acompañado de la documentación y órdenes de operaciones inéditas procedentes de los Cuarteles Generales de los protagonistas y la cartografía original por ellos utilizada así como la del Cuerpo de Tropas Voluntarias.

También se acompaña al final del libro el Diario de Operaciones elaborado día a día por el Estado Mayor del Cuartel General del Ejército del Norte, un documento imprescindible para seguir la evolución de los acontecimientos bélicos hasta el final de la guerra.

Hoy día 5 de mayo de 2021, el libro sale al público, fecha en que se cumplen 200 años de la muerte de Napoleón. Es evidente que nada que ver. Pero me gusta la coincidencia. Empezaba un tiempo nuevo. La Revolución francesa acabó siendo la mayor mezcla de libertad y autoridad conocida hasta entonces en el mundo. Revolución y Napoleón.

Napoleón terminó su vida dando una gran lección militar: ‹‹En los hechos históricos como en los contemporáneos, solo podemos encontrar lecciones, nunca modelos››.

A pesar de seguir de alguna manera viviendo sus consecuencias tenemos que aceptar que la guerra civil y todo lo que la rodea pertenece definitivamente a la historia, al pasado, o seremos incapaces de superarla.

Quisiera romper el silencio de los discretos: Muchos saben porque han oído, otros porque tienen el documento. A todos animo a construir y revelar lo oculto que por pequeño que parezca puede encerrar la clave. Para ello les ofrezco este correo y recibiré con gusto sus opiniones o más que opiniones: lahistoriadavila@gmail.com

Fotos, documentos, conversaciones, testimonios, libros, revistas, cualquier cosa puede encerrar una clave.

Deseo que este libro sea un paso más hacia el conocimiento y un lugar para la historia.

Les doy las gracias y les pido que lo lean.

Son muchos años de escritura en este blog sin pedirles nada; ahora, como contrapartida sí les pido que se hagan con el libro y si es de su interés abriremos una sección en el blog dedicada a la guerra civil desde el punto de vista histórico. Con la opinión de todos y todas las opiniones.

De antemano les doy las gracias y ¡va por ustedes!

Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)

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5 mayo 2021

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«SIETE MENTIRAS» Juan Ignacio Salafranca Álvarez. Coronel de Infantería (R.)

Tengo en especial aprecio al patrón de este blog, el General Dávila con quien compartí años ilusionantes de preparación para el ingreso en la Academia General Militar y de equitación en el picadero del viejo cuartel de Conde Duque; así que es mi propósito, antes de que le metan en la cárcel por publicar lo que sigue, adelantarme a la eliminación de la libertad de expresión que pretende un partido en el Congreso de los Diputados con la complicidad, por acción u omisión del resto.

Para ello voy a señalar siete MENTIRAS (entre otras muchas) que de aprobarse la Ley que pretenden, pasarán a ser verdades irrefutables bajo pena de multa o prisión.

1. La 2ª república era un régimen legalmente constituído.

La república sale de un alzamiento nacional en palabras refrendadas por el Presidente del Gobierno provisional de la República, Don Niceto Alcalá-Zamora y Torres, su Ministro de Justicia Don Fernando de los Ríos Urruti, su Ministro de la Guerra Don Manuel Azaña y Díaz y el de Marina Don Santiago Casares Quiroga. (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra nº 94 de 28 de abril de 1931).

2. Se quemaron iglesias y conventos porque en todas las guerras y en todos los bandos se cometen excesos.

La quema de iglesias y conventos se inició el 11 y 12 de mayo de 1931, menos de un mes después de la proclamación de la República y más de cinco años antes del inicio de la guerra.

Durante los sucesos de Asturias en 1934, 34 sacerdotes y religiosos fueron asesinados.

3. Los militares se sublevaron contra la República

En toda España, excepto en Navarra, por imposición de los carlistas que condicionaban a ello la participación del Requeté, el alzamiento se hizo bajo la bandera tricolor y la lectura del bando de guerra finalizaba con ¡viva España!  y ¡viva la República!

4. Alzamiento franquista.

Hasta después del 13 de julio de 1936 (asesinato de Calvo Sotelo), Franco no decide sumarse al alzamiento y hasta el 1 de octubre de ese año, sólo es uno de los Generales alzados, quizá el de más prestigio, pero solo con mando sobre el Ejército de África, cuyas columnas se dirigen sobre Madrid.

El director del alzamiento era el General Mola que, como tal firmaba las instrucciones; el designado para encabezarlo era el General Sanjurjo, exiliado en Portugal y muerto en accidente de aviación al intentar incorporarse. El gobierno, en zona nacional lo ostentaba una Junta de Defensa Nacional, presidida por el General de División Don Miguel Cabanellas Ferrer y de la que formaban parte los Generales, Mola, Dávila, Ponte, Saliquet y los Coroneles Moreno Calderón y Montaner.

5. Rebelión de los Generales

La mayor parte de los Generales en activo el 18 de julio de 1936, no secundó el alzamiento

6. El Ejército republicano

El gobierno del frente popular disolvió en agosto de 1936 el Ejército, creando posteriormente el Ejército Popular de la República. No es inexacto llamarlo Ejército Rojo, porque:

  • Adoptaron el saludo puño en alto
  • Cambiaron las divisas reglamentarias
  • Adoptaron como emblema la estrella roja de cinco puntas
  • Crearon un comisariado político

7. Ineptitud militar de Franco

Sobra todo comentario, si siendo tan inepto, después de haber fracasado el alzamiento y con todos los recursos materiales claramente en manos del gobierno del frente popular fue capaz de ganar la guerra.

Por si fuera poco, su Hoja de Servicios está llena de éxitos en guerra y en paz, destacando sus servicios en África, la derrota de los revolucionarios de Asturias en 1934 y la creación de un centro de enseñanza modelo, la Academia General Militar, disuelta por la República. Por cierto, el noventa por ciento de los Oficiales formados en ella, secundaron el alzamiento.

Juan Ignacio Salafranca Álvarez. Coronel de Infantería (R.)

Blog generaldavila.com

20 marzo 2017

 

DON JUAN DE BORBÓN EN LA GUERRA CIVIL (General de División Rafael Dávila Álvarez)

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Don Juan en España durante la Guerra Civil. Foto de archivo privado (Prohibida su reproducción)

El 1 de Agosto de 1936  D. Juan de Borbón cruzaba la frontera por Dancharinea para incorporarse como voluntario en las filas nacionales. Le acompañaba su hermano Jaime.

Don Juan dejaba en Cannes a su joven esposa Dª. María de las Mercedes que acababa de dar a luz a su primera hija, la Infanta Pilar.

Contaba con la aprobación y el apoyo de su padre el Rey Alfonso XIII, con el que previamente había hablado por teléfono, y el ejemplo de otros miembros de su familia incorporados a las filas de Mola.

Pero sus deseos se vieron rápidamente frustrados. Al margen de las anécdotas sobre su viaje y vestimenta (en algún momento con mono azul y boina roja) el hecho concreto es que D. Juan se entrevistó en Burgos con miembros de la Junta de Defensa Nacional, (y no precisamente con el General Mola), que le disuadieron de sus propósitos por el interés de España y su futuro.

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Don Juan con Franco Fotos archivo privado

Los hechos ocurrieron exactamente así. Una mañana del mes de agosto llamaron al domicilio del General Dávila en Burgos (calle Almirante Bonifaz). Las hijas del general, Carmen y María Luisa, abrieron la puerta y asombradas gritaron ‹‹¡Es el Rey!››. Don Juan quería ver al general Dávila que en aquellos momentos no se encontraba en casa sino atendiendo a sus tareas en la Junta de Defensa Nacional de la que como ya vimos en artículos anteriores dirigía la Junta Permanente. Después de su inicial asombro las hijas del general enviaron a Don Juan a Capitanía General donde trabajaba el general Dávila. El encuentro fue exclusivamente con Dávila no estando presentes ni Cabanellas ni Mola. El agradecimiento y la amabilidad fue la nota dominante de aquella entrevista. Lo definitivo de la reunión fue la frase del general Dávila dirigida a Don Juan: ‹‹Su lugar no está en el frente sino en el futuro de España››. Nadie más intervino en aquél primer intento de alistamiento de Don Juan. Se comunicó a todos los miembros de la Junta de Defensa la decisión adoptada y nadie puso la más mínima objeción ni añadió comentario alguno. Don Juan tuvo que desistir pero antes de partir tuvo tiempo para reunirse con jóvenes familiares suyos. Con alguno de ellos sería la última vez ya que a los pocos meses morirían en combate.

Carlos de Borbón y Orleáns, alférez del Grupo Mixto de Ingenieros de Pamplona, muerto heroicamente al frente de sus hombres en Elgoibar el 27 de Septiembre de 1936. Era el hermano mayor de Dª. María, esposa de D.Juan.

Alfonso María de Borbón y Pinto, Teniente de Caballería y Comandante del Tercio de Requetés Castellano, Medalla Militar, muerto heroicamente el 21 de Diciembre de 1938 en Lérida.

José Eugenio de Baviera y Borbón, alférez de Ingenieros. Alcanzó el empleo de Comandante en el Regimiento de Transmisiones del Ejército del Aire (1940).

Don Juan insistió  en sus deseos de alistamiento en las tropas nacionales cuando Franco ya era Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos. El 7 de Diciembre de 1936 escribe a Franco solicitando su incorporación al crucero “Baleares”. Franco le contesta con una negativa en la que le dice: “…‹‹el lugar que ocupáis en el orden dinástico y las obligaciones que de él se derivan imponen a todos y exigen de vuestra parte sacrificar anhelos tan patrióticos como nobles y sentidos al supremo interés de la Patria››.

La respuesta de Franco es idéntica a la que en nombre de la Junta de Defensa le había transmitido el general Dávila.

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Crucero Baleares

Milagrosamente Don Juan había salvado su vida ya que el Crucero ·”Baleares” fue torpedeado y hundido, muriendo la mayoría de su tripulación, la noche del 5 al 6 de Marzo de 1938.

Poco a poco se van descubriendo retazos de la historia que aún permanece oculta o contada a modo y manera de no se sabe muy bien qué tipo de intereses.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez

¡FRANCO! ¡FRANCO! ¡FRANCO! (General de División Rafael Dávila Álvarez)

 

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Desfile de la Victoria

La guerra civil española sigue buscando una interpretación equilibrada por todos los grupos y simpatías políticas. Los llamados especialistas, después de tantos años, siguen manteniendo los bandos y una flagrante división. Escriben con una idea preconcebida en la que persisten antes y después del estudio de tan dispersa documentación. Muchos han obtenido fama y viven, muy bien por cierto, gracias a la Guerra Civil, gracias a Franco.

Esta historia de la que ahora se cumplen 80 años empezó con un fracaso, el de la II República proclamada de forma totalmente arbitraria el 14 de abril de 1931. Era el fruto de unas elecciones municipales que no decidían un cambio de Régimen sino la elección de 8000 concejales. Nunca se convocaron para sustituir la Monarquía por la República. Por otro lado el resultado numérico dio el triunfo a los concejales monárquicos. La indiferencia de unos, el desánimo o la cobardía de otros, dio paso a la República que convocó las primeras elecciones sin garantía alguna de autenticidad y desarrolló una Constitución alejada de la realidad política y social de España.

 decreto138-jefatura-estado1Quedan interrogantes. ¿Estaba ya pactada la caída de la monarquía? ¿Estaba el Rey ya predispuesto, incluso antes de las elecciones,  a abandonar España y dar paso a la República? ¿La actitud de apoyo a la República del general Sanjurjo, Director de la Guardia Civil, fue exclusivamente por despecho al Rey? Es todo muy extraño y hay actitudes que no se entienden. A pesar de todo si la República hubiese sido bien interpretada, sin injerencias totalitaristas del Frente Popular y de la Unión Soviética, si se hubiesen respetado creencias e ideas, si hubiese sido mínimamente democrática, creo que habríamos tenido República para rato y la Guerra Civil nunca se hubiese producido.

Es un error a mi juicio interpretar la Guerra Civil española como un prólogo de la Segunda Guerra Mundial. La única semejanza es la división fuertemente establecida  en Europa entre temblorosas democracias, fascismo y comunismo. La Guerra Civil fue algo interno alimentado por años de enormes errores políticos y recomendaciones a la violencia y al odio fomentados desde el radicalismo.

Del cuartel de Pontejos, a las dos de la madrugada del día 13 de julio de 1936 salieron autocares de guardias y cada jefe de vehículo recibió orden escrita de la misión a cumplir: una camioneta fue al edificio donde vivía el señor Gil Robles, que se había ausentado, otra, la número 17, paró en el domicilio de don José Calvo Sotelo, a quien el capitán Victorino Cuenca, José del Rey y dos o tres más detuvieron , en forma de secuestro, y asesinaron dentro de la camioneta, por la espalda, abandonando su cadáver en el cementerio del Este.

El alzamiento contra el Frente Popular se inició en la tarde del 17 de julio de 1936 en Melilla y con extraordinaria rapidez se sumaron las guarniciones y población civil de de las plazas de soberanía y territorios del Protectorado de Marruecos. Es curioso recordar que el Jalifa Muley el Mehdi Ben Ismail primer jalifa del Protectorado y hermano del sultán de Marruecos se unió al alzamiento declarando que lo hacía por tratarse de una sublevación contra un gobierno perseguidor de la religión.

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Un ejército de veinte mil hombres quedaba en la madrugada del 19 de julio bajo el mando del general Franco, comandante general de Canarias.

Franco estuvo desde el principio en contacto con Mola. Incluso tenían, desde que Franco fue Jefe del EMC y Mola estaba en África, una clave para entenderse. La prudencia de uno y otro y el oscurantismo con el que se quiere relatar la biografía de Franco, han nublado la verdad y la historia. Franco siempre estuvo del lado del alzamiento y siempre tuvo claro que su responsabilidad sería conducir las tropas de África. A pesar de que en los planes iniciales nunca se pensó en tener que recurrir a las tropas africanas ya que la idea, equivocada como pronto se vio, era que se produjese una rendición rápida del gobierno republicano gracias a la presión ejercida sobre Madrid por las columnas procedentes de Valladolid y  Pamplona junto a la de Valencia. El fracaso del levantamiento en Valencia supuso un cambio transcendental. Seguramente una de las razones más poderosas que condujeron a una prolongada guerra.

La única duda que surgió en el interior de Franco y que a muy pocos transmitió, fue la ligera esperanza de ser llamado desde el gobierno de Madrid para llegar a un acuerdo y establecer el orden y la legalidad sin necesidad de un enfrentamiento. La carta de Franco a Casares Quiroga fechada el 23 de junio de 1936 es toda una declaración de intenciones. Su esperanza duró más de lo que lo que se ha pensado. Liberado el Alcázar de Toledo y la llegada de las Brigadas Internacionales deshizo cualquier mínima esperanza. La guerra iba ser tan larga como terrible.

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Junta de Defensa Nacional

Franco y Mola en los preparativos del Movimiento (Reunión en Madrid en casa del agente de Bolsa José Delgado en marzo del 36) habían acordado que el teniente general Sanjurjo sería el encargado de dirigir los ejércitos evitando de esa manera los recelos que otro nombramiento produciría en Goded y en Queipo de Llano.

Dos hechos van a cambiar el rumbo de los acontecimientos. La muerte de Sanjurjo el día 20 de julio al capotar en el despegue la avioneta que le iba a trasladar desde Estoril a Burgos para tomar el mando y el fracaso de la sublevación en Valencia quizá provocado por la ausencia del general Goded que se trasladó de Mallorca a Barcelona, donde fue detenido, en lugar de dirigirse a Valencia como estaba previsto en los planes iniciales.

La situación creada daba a entender que Franco o Mola se harían cargo del mando de la zona nacional. Pocos han estudiado esta situación porque casi nadie se ha fijado en lo que en Burgos se planteaba, la importancia de las decisiones que allí se tomaban y la transcendental actuación de la Junta de Defensa Nacional.

El día 23 de julio se reúnen en Burgos los generales de División don Miguel Cabanellas y don Andrés Saliquet, con los de Brigada don Miguel Ponte y manso de Zúñiga, don Emilio Mola Vidal y Fidel Dávila Arrondo. En el Palacio de Capitanía General se celebra una amplia deliberación acerca de la situación del momento y las determinaciones procedentes. Como consecuencia de aquella reunión quedó decidida la creación de la Junta de Defensa Nacional, así como la publicación del “Boletín oficial de la Junta de Defensa Nacional”  que posteriormente se convertiría en el Boletín Oficial del Estado.

Al día siguiente, 24, sábado, quedaba constituida la Junta de Defensa cuya presidencia asumió el general Cabanellas, siendo vocales los generales Saliquet, Ponte, Mola y Dávila, los coroneles de Estado Mayor, don Federico Montaner Canet y don Fernando Moreno Calderón.

Posteriormente fueron incorporándose a la Junta previo nombramiento en el BOE: el 30 de julio el capitán de navío don Francisco Moreno; el 3 de agosto el general don Francisco Franco Bahamonde; el 18 el general don Germán Gil Yuste y el 17 de septiembre los generales don Gonzalo Queipo de Llano y don Luis Orgaz Yoldi.

La Junta de Defensa Nacional de España asumía la representación  legítima de la nación ante las potencias extranjeras, como verdadero Gobierno. Dado que los mandos de la Junta precisaban estar fuera de Burgos, lugar en cuya Capitanía General se instaló, el pleno de la Junta designó una Junta Permanente depositando los vocales de la misma sus votos en el general Dávila. La Junta Permanente quedó así formada por el presidente, general Cabanellas y los vocales, general Dávila y el coronel Federico Montaner que ejercía de secretario de la Junta.

A partir de aquel día el Gobierno de Burgos se definía telegráficamente ante los Gobiernos extranjeros:

‹‹no se trata de una sublevación partidista y desordenada contra el régimen de Gobierno que mantenga una  autoridad organizada y solvente. Ni se trata tampoco de una guerra civil. Tratase de un movimiento nacional encabezado por el Ejército y secundado ardorosamente por elementos  sanos todo país, para rescatar a España y librarla de los horrores del Soviet››.img_1974

Desde los primeros momentos se creyó que para el día de Santiago Apóstol, 25 de julio, las fuerzas entrarían en Madrid y la guerra quedaría acabada.

Pero…

El día 1 de octubre de 1936 en Burgos la Junta de Defensa Nacional proclamaba al general de División Francisco Franco Bahamonde como Jefe del Gobierno del Estado español.

Durante casi cuarenta años desde aquella fecha sonaría por toda España el grito:

¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!

Hace ahora ochenta años. Ya es historia.

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez