Imagínense que los que idearon el ataque a las Torres Gemelas formasen actualmente parte de la dirección del país americano. Que las decisiones de Biden estuvieran mediatizadas por su voto.
El término terrorismo es el mismo para cualquier acto que pretende la dominación por el terror. En España ha dejado una huella mortal de tristeza y desamparo, pero la nación no ha sabido —no hemos sabido ni querido— reaccionar ni siquiera aplicar la Ley. Sus consecuencias son que a diario se ofende a todas las víctimas —lo somos todos— con una indecente exhibición política de su triunfo.
A nadie parece importarle, incluso se aplaude a sus hienas en homenajes consentidos que les ofrecen sus cachorros recién salidos de la guaridas y que solo necesitan una voz para seguir matando.
La situación es de extrema gravedad. España se nos va entre las manos de tres gobiernos que han acabado con el pasado, presente y futuro de una nación tan grande y rica como España. José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy Brey y el actual vividor de la Moncloa, Pedro Sánchez Castejón, alias Antonio. La familia, la historia, la cultura, la economía, la grandeza y la humildad, la convivencia, la ciencia y la filosofía, el arte y la alegría, la personalidad, la tradición, el Ejército, la Iglesia, la ley y la justicia, la enseñanza, el turismo, las fiestas y los toros, el cine o la novela, el teatro, la educación, el campo y la ciudad, todo ha desaparecido para cambiarlo por sucedáneos, burla imitación de la España que se forjó así misma sin más apoyo que el de su fidelidad a una forma de ser y entender la vida que aún hoy siguen en el recuerdo vivo de millones de personas en todo el mundo.
Estamos bajo el yugo del socialismo de la caverna, el tibio centrismo indiferente y una derecha desorientada. Nadie ofrece otra cosa que pura ideología, impuestos y malos ejemplos. A vivir que son dos días. Cada uno se agarra a lo que puede, pero los índices de votantes disminuyen ante el desánimo que produce un panorama en el que la mentira se impone como el arma más valiosa para atraer a cándidos valedores.
En España mandan todos menos los españoles. Facciones que viven de la escaramuza que desgasta la autoridad, y el poder se tiene que doblegar ante los facciosos y partidos repletos de delincuentes que pretenden acabar con España. Los tribunales sentencian y lo que se dice por una puerta sale por la otra sin consecuencia alguna. Todo está condicionado por la expansión de los medios de comunicación y el poder de las redes sociales donde anidan la desilusión personal y colectiva manejada de manera sutil y experta por la psicología social. Hoy se piensa y se actúa al compás de los mayores youtuberos de las redes: los jefes de los partidos políticos que al llegar al poder o a sus cercanías descubren los secretos de ese poder y las oportunidades que les brinda.
La mayor red social, aunque la menos participativa y leída, la más escandalosa, es el Boletín Oficial del Estado (BOE) desde donde manejan vida y hacienda de todos y cada uno de nosotros. Menos dañina y más veraz y entretenida es Tik Tok o incluso el olvidado Teletexto.
Decía d´Ors que en el principio fue un membrete y con él se da paso a las instituciones a gente afín al terrorismo o los que defienden la fractura de España; el membrete del BOE les avala y apoya.
¿Quién manda en España? ¡pa asar una vaca!
No, lo que pregunto es que quién manda en España. Pues eso. Lo dejaba claro la ministra de Defensa al ser increpada por los independentistas-Bildu sobre el caso Pegasus: «¿Qué tiene que hacer un Estado, un Gobierno, cuando alguien vulnera la Constitución, cuando alguien declara la independencia, corta las vías públicas, cuando realiza desórdenes públicos, cuando alguien está teniendo relaciones con dirigentes políticos de un país que está invadiendo Ucrania?».
Y abre un interrogante de alto riesgo y que nos debería preocupar mucho: «…quienes ahora se escandalizan se van a llevar una sorpresa cuando descubran quiénes realmente han asaltado sus teléfonos móviles».
Piden la dimisión de la ministra de Defensa, Margarita Robles, y creo que es la única que ha plantado cara en estos graves momentos y defendido sin miedo la legalidad. Pocos apoyos se han visto.
Quienes deberían dimitir son el presidente del Gobierno y la mayoría de su Gobierno, pero no por el caso del espionaje, sino por vivir y convivir con sus socios de Gobierno. Ese colchón está ya desgastado y conviene que el que se acueste en la Moncloa no necesite hacerlo con terroristas.
Al final queda clara la actitud del presidente del Gobierno. Busca el apoyo de los que surgieron del terrorismo etarra y alcanzaron las instituciones.
Díganme una cosa: ¿Somos fiables? ¿Cómo es que nos admiten en la OTAN?
El PP y demás partidos deberían retirarle la palabra y hablar de este personaje sólo para denunciar sus abusos.
No se pregunten a quién debería espiar el CNI. Se quedó corto.
Empezaba mi artículo con un interrogante y termino con el mismo párrafo, pero para el caso de España, donde el terrorismo se nos ha colado hasta la cocina.
Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
3 de mayo 2022
Blog: generaldavila.com