Carlos Marx, creador de la mayor utopía política, el comunismo, Lenin, que la puso en práctica hace poco mas de un siglo en Rusia y todos los líderes que han seguido desde entonces su ejemplo en sus respectivos países, sacrificaron muchas generaciones por un futuro mejor que nunca llegó, lo que sí llegó fue la esclavitud, el hambre, el dolor y la muerte. La utopía se devino en distopía. Estos tiranos sabían que implantar la utopía a nivel global requería hacer cambios radicales en lo político, social y económico y para ello, habría que actuar sin piedad en tres frentes: la persona, la familia y la Patria. La persona, para someterla y desarraigarla; la familia, para que no interfiriera en la labor del Estado de manipular la persona en materia de educación y la Patria, para disolverla en un internacionalismo al servicio de la madre Rusia. Se apoyaron en una legión de apóstoles necios, resentidos, sectarios, fanáticos e impíos para difundir “la buena nueva” de una pseudoreligión (más bien un esoterismo) que exigía la entrega en cuerpo y alma del sujeto reprimiendo brutalmente cualquier intento de disidencia.
Hoy en día, han surgido otros tipos de constructores de utopías que no han necesitado del terror para tratar de imponerlas porque disponen de una herramienta potentísima: los sistemas de información y comunicación. En primer lugar, están los que se consideran “ingenieros sociales”, genios de la cibernética con una riqueza superior a la mitad de los Estados del mundo, inadaptados sociales y jíbaros intelectuales que suplen sus carencias con una presunción tan exorbitante que se atreven a diseñar la humanidad del futuro a la medida de sus frustraciones. Estos maltusianos, so capa de filántropos, pueden influir decisivamente en las políticas de grandes potencias y organizaciones supranacionales y en los medios de comunicación mas influyentes del mundo a los que financian abundantemente para llevar a cabo sus diseños eugenésicos, proféticos, antidemocráticos y acientificos. En segundo lugar, están los partidos políticos de izquierda que, conocedores que han perdido la batalla por la economía y la gestión, centran su lucha política en aspectos ideológicos que afectan a la persona, a la familia o a la Patria; aprovechan cualquier movimiento político antisistema (woke, queer, LGTBIQ+…) para colonizarlos, cuando no, crearlos. Coloniza, también, una legión de “creadores de contenido” y mil designaciones más que actúan en su sintonía.
La persona, bombardeada hasta la náusea con un volumen de información de poco o nulo valor científico, se muestra incapacitada para procesarla y acepta, abrumada, lo que el poder le dicta que tiene que pensar sobre cada asunto (política, cultura, sexo, ocio, salud, etc.) y le sustituyen valores que han hecho grande a la civilización occidental por otros que nos acercan cada vez más a la autodestrucción como especie. A la sumisión intelectual de la persona añaden un estilo de vida hedonista, hipersexualizado y permisivo ante la droga que la mantiene alienada y dependiente. Al disidente no hace falta encarcelarlo o matarlo, simplemente se le cancela (una especie de muerte budú con la accesoria de ruina económica). ¿Donde queda aquello de Schiller?: “…no podemos llegar a alcanzar la felicidad si no es a través de la belleza y la libertad, y para alcanzarlas es necesario, antes que nada, aprender a desencadenarnos de los impulsos sensibles, de la impresión y la tiranía del momento.”
La familia tradicional denostada, es disuelta en un disparatado muestrario de tipos con los que competir perdiendo los apoyos estatales necesarios para sostenerla y fortalecerla, como promover la natalidad (para eso ya están lo inmigrantes, los nuevos esclavos) o fomentando una enseñanza libre y de calidad. En cambio, legislan en muchas materias para desestructurarla (liquidar la patria potestad o buscar la división entre padres e hijos -p.e. aborto en menores-).
La Patria, ni se nombra, eso es cosa de fachas. No se enseña en lo colegios y en una parte importante del territorio nacional se la insulta no solo de palabra, sino hasta en los libros de texto. Se ataca a la Patria en su aspecto físico queriendo trocearla y en su profundo ser arremetiendo contra nuestra lengua común, nuestra cultura y nuestra historia, que se tergiversa admitiendo interpretaciones peregrinas generalmente de enemigos de España. Son pocos los que saben el importantísimo papel que ha jugado España en la historia del mundo; la mayoría se avergüenza de nuestro pasado. La bandera es un trapo que enarbolan algunos exaltados en los eventos deportivos que nos enfrentan a otros países o utilizan los fachas cuando van a las manifestaciones “antisociales” y “racistas” . En partes importantes del territorio nacional se retira de los sitios en los que legalmente tendría que estar o se la pisotea o quema por turbas de separatistas impunemente.
Digo todo esto para meter en contexto muchas de las acciones y declaraciones del Sr. Sánchez y sus ministros. Por ejemplo, el nuevo Ministro de Cultura Sr. Urtasun*, nacido en Barcelona e hijo de navarros, eminente economista que nunca gestionó económicamente nada importante, que sepamos, y también, eximio diplomático que ejerció unos años como consejero de un secretario general y unos pocos años después, excedente, retomó su carrera de activista político en partidos “progresistas” de extrema izquierda, actividad en la que se inició precozmente con quince años. No sabemos los méritos culturales que seguramente tendrá para ser titular de un ministerio tan importante, pero conociendo que cultura es libertad lo mejor es dejarla en manos de un neocomunista.
Lo que no se le puede negar al Sr. Urtasum es su diligencia y capacidad de trabajo: ha entrado en el puesto como elefante en una cacharrería. Empieza por la creación de una Dirección General de Derechos Culturales (¿Cuantos paniaguados de la cuerda colocará con despacho y coche oficial?); quiere, asimismo, «descolonizar» los museos estatales y «revisar» sus colecciones, no vaya a ser que se hubieran generado en un «marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico». Recomendaría al Sr. Ministro de Cultura que, aprovechando la feliz doble coincidencia de su similitud política e ideológica en materia de colonización con el Presidente de Méjico y la existencia en nuestro Museo Nacional de Antropología de algunos cuchillos de sacrificio aztecas, organizar periódicamente, cada año en uno de los dos países, un ritual de sacrificio humano con extracción del corazón palpitante (propondría, por aquello de las “inercias de genero o etnocentristas” a un varón blanco de derechas). No se me ocurre mejor forma de descolonizar.
La cosa es de risa si no fuera tan seria. Mire usted Sr. Urtasun, su desconocimiento sobre la historia de España en América es enciclopédica: aquello jamás fue una colonia, era una parte misma de España. Si tiene tiempo léase a Madariaga (no el exjugador de futbol vasco, me refiero al historiador, escritor y diplomático): “La administración de los vastos territorios del Imperio español fue llevada a cabo por virreyes, que se convirtieron en gobernadores de un área, que no se consideraba como una colonia sino como una provincia del imperio, con los mismos derechos que cualquier otra provincia en la España peninsular” (eso no lo dijo un facha, lo dijo un sabio en la materia que por sus ideas políticas tuvo que exiliarse de España durante la Guerra civil, manteniéndose activo contra el Régimen de Franco hasta la muerte).
Manuel Castro Zotano. General retirado
9 febrero 2024. Blog: generaldavila
*El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, quiere «descolonizar» los museos estatales y «revisar» sus colecciones. Qué coño colonias
la construcción de una Dirección General de Derechos Culturales, que se articulará en base a «adoptar una postura firme contra cualquier forma de censura, que es imprescindible para la libertad, así como a apoyar la igualdad o a garantizar que todos los rincones de España tengan apoyos e infraestructuras culturales necesarias». Me recuerda 1984
«trabajaremos desde el Ministerio en acompañar cualquier autor, creador o colectivo cuya actividad haya sido borrada del espacio público». Se refiere a los que son de derechas.
«proceso de revisión de las colecciones que permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas que han lastrado, en muchas ocasiones, la visión del patrimonio, de la historia y del legado artístico» «se trata de establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial«.
«se traducen en un proceso de revisión» de las colecciones de museos estatales. Así, ha avanzado que esta revisión ya está incorporada como eje transversal en las programaciones temporales de, por ejemplo, el Museo Nacional de Antropología o Museo de América. «Se trabaja en visibilizar y reconocer la perspectiva de las comunidades y la memoria de los pueblos de los que proceden los bienes expuestos»































